En la marcha, el uso de los icónicos pañuelos blancos fue masivo

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Los pañuelos blancos, símbolo de la lucha de las Madres y Abuelas que luchan hace 40 años para encontrar a sus hijos y nietos desaparecidos, fueron ayer, más que nunca, de todos.

La Plaza de Mayo estuvo repleta de manifestantes -la cifra alcanzó los 400.000 presentes, según los organizadores- que llevaban al cuello pañuelos blancos. Muchos eran de algodón liso. Varios llevaban inscripciones de lucha por los derechos humanos bordadas o escritas con tinta. Otros eran lisos, de una especie de tela descartable. Distintos organismos, entre ellos la Defensoría del Pueblo, los repartía desde temprano en los alrededores de Plaza de Mayo.

Sin embargo, antes de la marcha, los pañuelos también se vieron en las calles de los barrios desde donde salían muchas familias para tomarse colectivos o el subte para llegar a la manifestación. Sus figuras con las cabezas cubiertas recordaban las imágenes de las Madres y las Abuelas en sus rondas de los jueves frente a la Casa Rosada.

En Caballito, sobre la calle Rojas, cerca de Primera Junta, pasadas las 16, Natalia, de 31 años, caminaba rumbo al subte, con sus dos hijas, de 4 y 11 años. La mujer, bancaria, llevaba un pañuelo en la cabeza, al igual que su hija menor. La mayor lo tenía atado al cuello. Las tres iban a la marcha donde se encontrarían con sus compañeros de La Bancaria. «Vamos porque estamos en contra del fallo, nos ponemos el pañuelo para respaldar a las Madres», dijo Natalia.

Minutos después, otras dos mujeres, madre e hija, viajaban en la misma dirección, a bordo de la línea A del subte, también con pañuelos. Serias, aún no se los habían colocado en la cabeza, pero los llevan preparados en el cuello. «La Revolución Libertadora se hizo con armas. Hoy se hace con el poder mediático y judicial, vamos a la marcha, lisa y llanamente, porque queremos que esto se termine», dijo una de ellas.

Cerca de las 17, en la Plaza de Mayo, los pañuelos dejaron de ser casos aislados. Allí, cientos de hombres y mujeres caminaban con los retazos simbólicos de tela blancos atados al cuello y a la cabeza. Como los dibujos que están tatuados en el piso de la Plaza, se transformaron en un reflejo de la lucha de las Madres hace 40 años para pedir justicia.

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