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Vacaciones de invierno: ¿Quién dijo que los niños no necesitan descansar?

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Siempre que sea posible y las obligaciones laborales de mamá y papá así lo permitan, quedarse en casa también puede ser un «plan» en vacaciones de invierno.

Por alguna causa desconocida, cuando el calendario se acerca julio los padres comienzan a sacar entrada para cuanto espectáculo infantil haya en cartelera. Además, para los días restantes, organizan pijamadas con primos, meriendas con los amiguitos del colegio, cine y jueguitos en el shopping con los abuelos y los inscriben en un taller de «juego libre».

¿Y para cuándo una tarde de plaza? ¿Hay espacio en el cronograma para cocinar una torta en casa con mamá? ¿Queda tiempo para disfrazarse con la ropa de papá? ¿Qué pasaría si un día no hacen nada?

Las vacaciones de invierno son un momento para descansar del jardín y del colegio, de las actividades programadas y de estar ocupados

¿En qué momento los padres empezaron a creer que el ocio es mala palabra? «Las vacaciones de invierno son placenteras para los niños y, muchas veces, un caos para los adultos. No todos pueden pedirse días en el trabajo o tienen la posibilidad de modificar sus horarios laborales, con lo cual se hace indispensable que sus hijos tengan planes todos los días. Pero planes no quiere decir necesariamente salidas al cine, al teatro, a comer». Así planteó la licenciada en Psicología Lorena Ruda (MN 44247) el escenario que se presenta en casi todos los hogares durante las dos semanas que los niños no asisten a clases: los padres hacen malabares para tener entretenidos a los hijos todo el tiempo. ¿El resultado? Todos agotados.

Así funciona. Los adultos que pueden tomarse unos días en el trabajo aprovechan para ir de aquí para allá para «disfrutar» momentos en familia. Aunque poco pueda disfrutarse cuando la excitación infantil y la demanda de consumismo están a la orden del día.

«Las vacaciones de invierno son un momento para descansar del jardín y del colegio, de las actividades programadas y de estar ocupados. Si los papás, o alguno de ellos, pudo tomarse días, podría ser un buen momento también para conectarse con sus hijos, proponiendo actividades juntos pero quizá en la misma casa, un paseo al aire libre, una vuelta en bici. Pueden alternar entre algún día de teatro y otro de quedarse durmiendo hasta tarde y desayunar juntos, por ejemplo», opinó la especialista en maternidad y crianza.

Y pese a lo que suele pensarse, destacó que «encontrarse con el aburrimiento es una manera de estar consigo mismos y con su creatividad para salir de esa situación; la imaginación se activa y aparecen los momentos de juego, las ganas de pintar, de crear, de armar alguna historia con sus muñecos». «Para desarrollar la autonomía es necesario que existan estos momentos en los que no hay un adulto ofreciéndole una actividad constante», agregó.

«El ocio es necesario para desarrollar la creatividad y la imaginación -apuntó la especialista-. Son niños, tienen muchas herramientas para esto. Así, el día de mañana siendo adultos van a saber qué hacer en sus ratos libres, van a saber disfrutar de ‘no tener nada para hacer’, de estar solos».

Y tras asegurar que «los niños nunca están sin hacer nada porque su cabeza está constantemente imaginando cosas», Ruda hizo hincapié en un dato no menor: «Si los llenamos de actividades y sobre estímulos les coartamos la posibilidad de desarrollar su creatividad ya que, de alguna manera, estamos ‘reprimiendo’ todo lo que el niño pueda estar fantaseando».

«Esto no quiere decir que no hay que ir al teatro u ofrecer planes ‘consumistas’, pero quizá no todo el tiempo, no todos los días», promovió la especialista, para quien «compartir momentos de juego en familia puede ser muy rico también, o bien generar planes con amiguitos invitados en casa, sin necesidad de musicales, películas y teatros».

Los niños se cansan

Por obvio que parezca, y por más chicos que sean, los niños se cansan. Es que van al colegio, permanecen muchas horas bajo juegos reglados, aprendiendo, pensando. Y eso los agota. De ahí la importancia de que puedan disfrutar momentos de ocio luego de la actividad escolar, posiblemente hasta mejoraría el rendimiento en algunos casos.

«Los niños deben jugar. Cada edad es diferente y los momentos de concentración y tolerancia a la exigencia van cambiando y madurando, aun así el ocio siempre es necesario», apuntó la especialista.

Ponerse en el lugar del otro siempre suele una buena idea. Empatía, le llaman. Así, si un adulto que trabajó todo el día necesita llegar a su casa y distraerse, pensar en nada, mirar la tele un rato, leer un libro, ¿qué lo lleva a pensar que su hijo no tendrá la misma necesidad?

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