Padres separados en vacaciones: cómo programar el tiempo de descanso con los hijos lejos del conflicto

Salud

Las vacaciones en “casas separadas” pueden ser un motivo de conflicto familiar a la hora de distribuir el tiempo de descanso con los hijos de forma justa y equitativa. Una experta analizó a Infobae cómo encarar diversos escenarios familiares. «Si hay algo que necesitan los hijos es coherencia, cariño y protección», reflexionó

Las vacaciones pueden desatar conflictos en el núcleo familiar. Así como las fiestas de fin de año, la llegada de enero y febrero amerita una programación especial para las familias de hijos con padres separados. La época de relajación, descanso y desconexión se ve comprometida por coyunturas de estrés y angustia en la distribución del tiempo de tenencia de los niños. Ellos experimentan sentimientos de pérdidas, tristeza y lealtades divididas, y en caso encuentran reminiscencias de aquellos años de celebraciones compartidas, con los padres juntos.

En estas fechas, el reparto de los hijos menores se convierte en un asunto crucial. En la teoría, debería primar la cordura y el sentido común, pero en la práctica inspira situaciones controversiales de enfrentamiento. La licenciada Sonia Kleiman, directora de la Maestría en Vínculos y Familias dictada en el Instituto Universitario Hospital Italiano (IUHI), elaboró un análisis profundo sobre una problemática moderna: «En otros momentos, acudir a la ley estaba más ligado a encontrar una regulación, una manera de organizar de otra forma la familia, la pareja, los hijos. Ahora, observamos una especie de compulsión a denunciar y a acusar a otro mediante la Justicia. Como parte de un litigio continuo».

La disyuntiva se intensifica en el verano. «En ese momento se pone en juego socialmente lo relacionado con lo familiar, entonces hay una especie de tironeo, donde se ve más la idea de propiedad que lo amoroso, lo afectivo o la posibilidad de rearmar situaciones», expuso la licenciada Kleiman. «Muchas veces no tienen en cuenta qué es lo que desean, cómo lo pueden armar, cómo lo podrían pasar de la mejor manera posible, y siempre hay un mar de fondo de culpabilización y de acusación que desvirtúa todo el programa», agregó.

En estos casos, la zona de reconocimiento y valoración de dos personas que estuvieron juntas y tuvieron un hijo se desvirtúa con las peleas. «Cuando llega el momento de tomar decisiones, ya no tiene nada que ver con un viaje o con la posibilidad de disfrutar, sino que comienza la disputa: no se firman los permisos o piden otras cosas a cambio, entonces se transforma en una especie de cambio de figuritas que generalmente es arrasadora para los hijos», consideró la especialista.

La licenciada Kleiman aconseja concentrar la atención en el bienestar del niño, sobretodo en conflictos de esta índole. «Si hay algo que necesitan los hijos es cierto grado de coherencia, cariño y protección», reflexionó. «Creyendo que los están protegiendo, los ponen en la primera línea de fuego y nosotros notamos que eso los afecta, porque tienen que tomar partido, hacer declaraciones o pensar mal del otro padre, cuando en realidad están en un momento en el que podrían requerir de una manera diferente de cada uno», analizó la profesional.

Los hijos asimilan el conflicto, lo perciben. La licenciada dijo que es un error pensar que en un ámbito privado, lejos de los niños, ellos no sufren, no notan la tensión ni advierten las rispideces. «De alguna manera, los chicos tienen que emplear muchos recursos emocionales que podrían estar usando para otras cosas, porque deben aprender a maniobrar con estas cuestiones y sus padres. Es como que de alguna manera tienen limitada su vida emocional y lúdica», explicó Kleiman. A su vez, reveló que una ruptura de padres bien tratada no tiene por qué inferir en el desarrollo natural del niño: «La afectación es lo importante, pero no la separación, ni la desvinculación».

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