El hijo de su pareja era celíaco y ella le cambió su calidad de vida

Salud

Florencia salía con el papá de Valentín, un adolescente de 13 años, desde hacía algunos meses. Tenían una relación respetuosa y cordial aunque con cierta distancia.

Valentín abrió sus ojos grandes y con una expresión de desconfianza aceptó el reto.

"Valen me enseñó que ser celíaco no era una enfermedad, sino que era atender una condición de su organismo y que esto le daba una mejor calidad de vida", dice Florencia.
«Valen me enseñó que ser celíaco no era una enfermedad, sino que era atender una condición de su organismo y que esto le daba una mejor calidad de vida», dice Florencia..

Aunque solía hacer bromas al respecto, Valentín sobrellevaba muy bien esa condición que lo acompañaba desde que ingirió alimentos con gluten por primera vez e inmediatamente su cuerpo los rechazó.

La cocina como punto de encuentro

Desde ese día la cocina se convirtió en el punto de encuentro entre Florencia y Valentín. Ella siempre lo esperaba con algún plato pensado para él y a manera de agradecimiento él le retribuía la acción con una extensa charla.

«Ese adolescente me inspiraba a cocinar, pensar, imaginar platos sin tacc. Sus relatos me generaban más ganas y ya no era necesario que viniera con su papá, con juntarnos nosotros dos era suficiente -cuenta Florencia- Ahora cocinaba para Valen platos que mi mamá me cocinaba cuando yo era chica y le ponía el mismo amor que ella pero esta vez cuidando que todos los ingredientes sean sin gluten. Conceptos como contaminación cruzada se volvieron ley en mi cocina».

Florencia tomó la causa de Valentín como bandera y cada semana recorría dietéticas, aprendía más sobre cómo leer correctamente una etiqueta, buscaba ideas en Internet y ponía manos a la obra.

De esa forma siempre lo esperaba con un gran plato de milanesas con puré, galletitas caseras o un gran bizcochuelo. «La cocina se inundaba de sabores permitidos, conversaciones sobre amores que no fueron correspondidos, profesores que no lo entendían, entrenamiento de fútbol, o las canciones que estaban de moda», cuenta Florencia.

«Escribir un libro»

Una tarde Florencia pensó en la posibilidad de compartir todas estas recetas que hacía a diario para Valentín. Así empezó a escribir los ingredientes y sacar fotos. Una vez que tuvo varias recetas plasmadas en papel llevó la idea a una editorial que enseguida aceptó el proyecto.

El libro es una recopilación de platos cotidianos pero adaptados para personas celíacas. Florencia imaginó el libro recordando los sabores de su infancia, las manos de su mamá a la hora de cocinarle cada día. Ella buscaba hacer un libro sencillo, sin pretensiones de platos demasiado elaborados, resolutivo y hecho con amor.

«Valen me enseñó que ser celíaco no era una enfermedad, sino que era atender una condición de su organismo» y que esto le daba la posibilidad de comer lo mismo que comían los otros chicos, aunque adaptado a él.

«Gracias a él aprendí a mirar al otro y sus necesidades. Al fin y al cabo: ¿A quién no le gusta ser mimado con un rico plato que incluya ingredientes que puede comer y lo ayudan a tener una mejor calidad de vida?», concluye Florencia.

Después de dos años ella y el papá de Valentín terminaron su relación, pero el amor por la cocina saludable hizo que ellos dos siempre siguieran en contacto.

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