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El campeón de ajedrez que igualó al autor de los libros con los que aprendió

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Diego Flores logró la misma cantidad que el mítico Roberto Grau, quien escribió los cuatro tomos que son «La Biblia» del ajedrez.

Como todo pibe que entiende que el ajedrez es muchísimo más que mover piezas o saber cómo se “comen” entre sí, Diego Flores necesitaba investigar más sobre ese juego que había conocido a los 9 años y que lo empezaba a atrapar. Entonces cayó donde tenía que caer: los cuatro tomos del “Tratado general de ajedrez”, escritos por el argentino Roberto Grau. El pibe se fue devorando la obra más emblemática en español sobre este juego. De los “Rudimentos”, nombre del primer tomo, a “Estrategia Superior”, pasando por la “Estrategia” y “Conformaciones de Peones”. Y jamás se bajó de esa pasión por los trebejos.

“Si de chico te gustaba el ajedrez y no leías esa obra, eras un pelotudo. Porque ahí encontrabas desde cosas básicas hasta estrategias para entender mejor el juego. Todos los de mi generación pasaron por esas hojas. Pobre Grau, se debe estar retorciendo”, cuenta el gran maestro de 34 años y la charla con Clarín estalla en carcajadas.

No es una falta de respeto a quien fuera uno de los prohombres del ajedrez vernáculo y falleciera en 1944. Todo lo contrario. Es un homenaje. Y desde ayer, un honor para Flores, porque justamente ahora comparte con Grau el orgullo de ser el tercer ajedrecista más ganador del Campeonato Argentino. Si aquel prócer venció en 1926, 1927, 1928, 1934, 1935 y 1930, el “Turu” -como se lo conoce en el ambiente- también llegó a las 6 conquistas porque a las de 2005, 2009, 2012, 2013 y 2016 le sumó su consagración en el torneo que finalizó en el auditorio del Centro de Diagnóstico DIM, en Ramos Mejía, y que también se jugó en el Círculo de Ajedrez Torre Blanca.

El enorme Miguel Najdorf es el máximo campeón argentino, con 8 títulos en 1949, 1951, 1952, 1955, 1960, 1964, 1967 y 1975, y con uno menos lo sigue Raúl Sanguinetti, séptuple ganador en 1956, 1957, 1962, 1965, 1968, 1973 y 1974.

“Por alguna extraña razón, en los Argentinos me va muy bien. Te diría que demasiado bien para ser torneos muy duros. Evidentemente, me motiva más jugar estos torneos cerrados. Si no, no hay ninguna razón aparente para que siempre quede en los primeros puestos”, comenta con calma quien sumó 9,5 puntos en 13 rondas.

Diego Flores se mantiene dando clases en la Escuela de Talentos de la Universidad de La Punta, en San Luis, y jugando torneos.Foto: Rolando Andrade Stracuzzi

Lo hizo de manera invicta, gracias a seis victorias frente a los grandes maestros Sandro Mareco y Sergio Slipak, los maestros internacionales Tomás Sosa, Mario Villanueva y Pablo Acosta, y Emiliano Cuberli. Sus siete tablas fueron ante los grandes maestros Federico Pérez Ponsa, Alan Pichot, Leandro Krysa y Diego Valerga, y los maestros internacionales Ernesto Real de Azúa, Facundo Pierrot y Cristian Dolezal. El árbitro principal del torneo fue Leandro Plotinsky.

Haber disputado 13 partidas en 13 días, con el desgaste mental y físico que ello implica, requiere un temple especial. Si bien jamás trabajó con un psicólogo deportivo, Flores asume que sus años en la elite lo fueron forjando. “Tengo un temperamento especial. Me llevo bien con las derrotas -aclara-. Me duelen, pero me recupero rápido y por eso no me pasa como a otros jugadores, que si pierden una partida terminan perdiendo más o el torneo se les va de las manos. Yo tengo ese punto fuerte. De todas maneras, es increíble que no haya perdido una sola partida en este torneo”.

Cada vez que le preguntan qué hace de su vida y él contesta que es gran maestro de ajedrez, Diego sabe que enseguida llega la repregunta: “¿Y a qué te dedicas?”. ¿Le molesta? “Para nada, es entendible y me parece de lo más normal. Lo raro sería que se interiorizara, porque quien no está al tanto del mundo del ajedrez cree que esto es un hobbie -explica-. Me siento un privilegiado total porque amo hacer esto y me da de comer. Me mantengo dando clases y jugando torneos. No voy a ser millonario, pero vivo feliz y hago lo que me gusta”.

Como profesor de la Escuela de Talentos de la Universidad de La Punta (San Luis), Flores da clases a distancia y ocasionalmente viaja a esa provincia para campus especiales. O acompaña a sus jóvenes a torneos internacionales, como sucederá la semana que viene, cuando viajará a El Salvador como entrenador de Pablo Acosta y de Guadalupe Besso, quienes jugarán el Panamericano Sub 20.

-¿Qué tiene de especial el ajedrez?

-Es una pregunta que me hacen siempre, pero se me hace difícil responder.

-¿Pero qué es lo que atrae?

-Soy lúdico, en cierto modo, y me gustan los juegos en general, los de pensar, la matemática…El ajedrez no es un juego convencional. Es mucho más que eso y se nota con tanta bibliografía que tiene detrás. Es una mezcla de arte, ciencia, juego… Es mi vida.

-¿Qué es lo que te deja contento de una partida, más allá del resultado?

-Cuando siento que jugué bien o que encontré un recurso interesante o una única maniobra para no perder. Hoy terminás de jugar y enseguida podés revisar la partida con una aplicación que es una bomba atómica. Los errores existieron siempre, pero hoy están más a la vista con estos superprogramitas. Por lo general, te querés cortar los huevos porque te equivocaste o no viste algo. Pero a veces pasa que hiciste la mejor movida.

La cíclica vida premió su perseverancia con muy buenos resultados durante este año. Allá lejos habían quedado los 2.628 puntos con los que en enero de 2011 había alcanzado su máximo ELO, el sistema que funciona como ranking mundial de ajedrez. 2017 fue muy prolífico para Flores: en abril ganó en el CCK el fuerte Magistral Memorial Jorge Szmetan, en junio fue uno de los ocho ajedrecistas que terminaron en la cima del Continental de Medellín, con 8,5 puntos en 11 ruedas, y en octubre ganó el Pro-Am “Copa Clarín” en Martelli con 8 en 9 y ahora el hexacampeonato argentino. Con esta racha, de acuerdo al sitio especializado www.argedrez.com.ar, su ELO actual es de 2.609, lo que lo deja segundo en el ranking nacional, detrás de Mareco (2.633).

-¿Ves posible que algún día un argentino llegue al club de los 2.700 puntos?

-No lo veo imposible. Siento que hay un progreso importante en la nueva camada, con Sandro a la cabeza, ya que está llegando a cosas que hace tiempo no se veían en el ajedrez argentino. Federico (Pérez Ponsa), Alan (Pichot) y (Leandro) Krysa vienen muy bien. Creo que de acá a 10 años alguno puede meterse en el top 50 porque hay una tendencia de superación.

-Y vos, ¿hasta cuándo?

-Algunos de la vieja camada la robamos un poco, je. No me veo ni cerca de abandonar el barco. Lucharé hasta el final. No me veo haciendo otra cosa que no sea jugar al ajedrez.

Diego Flores es padre de Julián y de Juan Martín. «Me cambiaron la vida», dice.Foto: Rolando Andrade Stracuzzi

Sobre el tablero, mientras posa para el fotógrafo de Clarín, entre caballos, reyes y una dama se ve a Flash, a uno de Los Pitufos y otro muñequito de la saga de “La guerra de las galaxias”. Ser padre de Julián y de Juan Martín tiene esas cosas. “Yo siempre fui muy solitario y andaba de acá para allá. Mis hijos me cambiaron la vida -admite-. Muchos me decían que se iba a complicar mi preparación y mi rendimiento como padre, pero fue al revés. Crecí como ajedrecista. No hago las giras al exterior que hace Sandro y me gustaría hacer, pero igual pude progresar de a poco”.

Con Julián, de 9 años, cada tanto y como un juego se sientan delante del tablero. “Es lúdico como yo y se prende. Además está bueno que salgan un poco de las pantallitas”, se alegra Diego. Y cierra: “Apenas se confirmó el título, hablé con él y le conté. Y me dijo: ‘Ya ganaste seis veces, pá’”.

El orgullo de ser olímpico

Esa “extraña razón” que potencia a Diego Flores en los Argentinos tiene una explicación: este título le permitirá jugar el año próximo su séptima Olimpíada, en Batumi, Georgia. “Es hermoso poder jugar el torneo que todos soñamos jugar, porque se genera un clima de equipo impresionante”, explica quien desde Turín 2006 no falta a ese campeonato en el que cada país juega un duelo a cuatro tableros por ronda, con la estrategia que implica ello, que incluye elegir qué integrante del quinteto se queda afuera cada día.

“Sería lo más parecido a la Copa Davis. Cada uno juega su partida, pero le da un punto al equipo, que sólo suma de acuerdo al resultado de las cuatro partidas. Así que muchas veces hay que estar atento a lo que pasa al lado -describe-. Cada noche se conoce el fixture y se analiza cómo armamos el equipo que presentamos a las 10. Yo me veía con chances de entrar al equipo por ELO, pero hay muchos torneos en el medio y puede pasar de todo. Así que asegurarme un lugar con este título es muy lindo”.

 

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