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Valeria Ghione, una pionera que hizo docencia desde la pelota

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El flechazo se produjo en el campo, cerquita de Baigorrita. No será una comedia romántica, pero llueve y la pequeña mira por la ventana el picadito en el que intervienen algunos integrantes de su familia, vecinos y otros futbolistas amateurs que habían llegado a jugar desde los pueblos aledaños. Quién sabe si en aquel momento, encerrada, supo que iba a hacer docencia desde la pelota. Quizás ni siquera ella tenga la respuesta. Pero que pasó, pasó.

Apenas terminó el colegio, ya instalada en Junín, Valeria Ghione se inscribió en el profesorado de educación física cuando a los deportes ya los había hecho casi a todos. Incluso había tenido a su primer alumno mucho antes de recibirse, porque fue ella quien le enseñó a jugar al fútbol a su hermano, siete años menor.

En 1994, pareciera que relacionar el fútbol con una mujer era pensar en aquella enfermera que se llevaba a Maradona de la mano, en Estados Unidos, horas antes de que resultara positivo el control de dopaje que le rompió el corazón a tantos argentinos. Pero en Junín, un aviso en el diario las estaba convocando a jugar. «Lo sacó Juan Carlos Salas, junto a Carlos Urquiza. Yo lo leí y había que presentarse en Sarmiento, donde ahora está la cancha de césped sintético. Ahí nos probaron y seleccionaron chicas para armar fútbol once. El club nos dio el nombre y las camisetas que ya se iban a tirar. Nosotras, con rifas y demás, empezamos a poder jugar en la zona. Ahí conocí a todas las locas. Éramos muy distintas», recordó la Profe.

Se estaba plantando la semilla del fútbol femenino en la ciudad, que también encontró tierra fértil en las piletas de los clubes: «Cuando eramos estudiantes de segundo año del profesorado, en Santa Paula ya nos llamaban para trabajar. Ahí conocí un montón de gente y se empezaron a armar partidos de fútbol reducido, pileta contra pileta».

Valeria Ghione ya se había hecho el nombre, la fama de entender el fútbol como pocas; porque siempre tuvo claro que la que más tenía que correr era la pelota, que con un pase rápido y preciso se podía ahorrar el tiempo que consume gambetear a tres rivales. Y hacer más daño. Pero quiso ir más allá, salir de la comodidad de la región en la que era respetada por todas y cada una de las jugadoras, armar el bolso e irse a la Capital, a donde llegaría como una más.

«Cuando me recibí de profe me fui a probar a River. El hermano de mi mamá, que vive en Ituzaingo, había visto en uno de esos cartelones que ponen en la calle que iba a haber pruebas. Fueron en cancha reducida, martes y jueves. Quedé. Coco Torres era el técnico, junto a Néstor Foggiati que era profe de educación física. Como yo era la que más lejos estaba, me daban la rutina para hacer de semana a semana», detalló como si hubiese sido ayer.

A la vez que iba y venía para jugar, tenía dos trabajos. Fue administrativa en la antigua Eg3 , al lado de La Carpa, y estaba contratada por la Dirección de Deportes, por entonces a cargo de Jorge García, para dictar clases de gimnasia para adultos. Era mucho el desgaste, pero entendió que era el sacrificio necesario para poder cubrir el gasto de los viajes. «En la estación, Fernando Castillo, que era hincha de River, me dejaba salir dos horas antes los jueves para que pudiera llegar bien a hacer la parte de fútbol. Si llegabas y había una lluvia torrencial, lola. Era correr en el anillo, hacer algún entrenamiento con pelota. Los martes me iba a la pista de la salud a hacer la parte física. Con todo lo que me anotaban, me mataba».

Fue de las últimas en enterarse que había quedado en el equipo y al domingo siguiente ya estaba citada para disputar un partido ante la Selección Argentina. Probó en las cuatro posiciones de la defensa y finalmente quedó de cuatro, lateral por la derecha, donde siempre se sintió más cómoda.

«Las exigencias eran muchas. Te pedían todo tipo de estudios, desde HIV hasta psicológicos. Todo corría por cuenta mía. Fueron dos años que fui suplente de la cuatro, porque River tenía un equipo constituido desde hacía seis años. Entraba en calor sabiendo que iba a jugar, porque hacían los cambios obligatorios para dar oportunidad a todas. Era jugar medio tiempo. En verano también viajaba, porque íbamos especialmente las que estábamos como suplentes a jugar los intercountries».

Firmó un contrato con adidas, que le regaló los botines a cada jugadora. No pasaba lo mismo con la ropa para partidos y entrenamientos, que había que devolverla. «Me hubiese encantado haber seguido, pero por algunos problemas físicos, entre ellos anemia, tuve que elegir entre dar clases o seguir. Si me hubiese instalado allá por ahí hubiese continuado«, reconoció Valeria Ghione.

A la par que cumplía el sueño de jugar en uno de los dos equipos más importantes del país, la Profe empezaba a dar forma a uno de los mejores equipos que tuvo la ciudad. «Con Pablo Videla empezamos a armar el equipo de BAP. Yo ahí jugaba poco, porque estaba en River. Al año. él se dedicó al hockey, porque el fútbol femenino no dejaba dinero. Yo había conseguido que Overwheels, la tienda de motos, nos reglara unas remeras blancas para jugar. Estuvimos más o menos hasta el 2000. Representábamos a Junín. Muchas veces el Municipio nos ayudó con cheques para el combustible de las trafic, para que saliéramos a jugar afuera», recordó.

Fue cuando dejaron de representar a BAP, pero se mantenía la misma base de jugadoras, que se tuvo que pensar un nuevo nombre para que las reconocieran. «En ese entonces estaban Los Galácticos del Real Madrid, que eran el equipo más caro del mundo. Nos pusimos Las Galácticas. Alcanzamos un gran nivel de juego, por eso muchos lo recuerdan».

Valeria Ghione contó que hace poco tiró una lista con más de mil jugadoras que se formaron junto a ella. A Melina Garialdi, que fue parte de Las Galácticas y actualmente está jugando la Primera B de AFA por primera vez en la historia de Sarmiento, la recibió con apenas siete años. Pero si le preguntan por la mejor jugadora a la que dirigió, se puede pasar largo rato hablando de una que ya no está en actividad: «Micaela Reynoso, una chica de Roca que hoy es muy mamá, es la mejor en la historia de Junín. Tenía una inteligencia táctica superior, se paraba de cinco, con mucho pase, y tenía algunos movimientos de Messi. Estando con Sarmiento se lastimó la rodilla y el club nos dio mucha plata para que la repararan. Le tuvieron que hacer un injerto de hueso. Hoy sé que corre un poco y nada más».

Con la base de Las Galácticas, la profe, que ya estaba haciendo el curso de entrenadora, fue parte indispensable para otro hito del fútbol femenino como hoy lo conocemos en Junín. Y la historia continúa…

EL NACIMIENTO DE LA LIGA DE FÚTBOL FEMENINO

En 1997, mientras jugaba en River, daba nacimiento a un equipazo en el BAP y mantenía dos trabajos; Valeria Ghione se hizo también el tiempo de pensar un proyecto para crear una Liga de Fútbol Femenino en Junín. Lo cajonearon y volvió a insistir en 2012, cuando estaba haciendo el primer año del curso de entrenadora.

«Me junté con Domench para armar el reglamento. Estuve como organizadora, como técnica de Rivadavia, un equipo que había armado yo. Habíamos llegado a un nivel de juego excelente, porque nos conocíamos desde hace muchos años», relató.

Y agregó: «El primer campeonato se jugó de nueve, con una cancha más angosta. La mejor medida que hay. Quedamos afuera. Fue un episodio feo, desde la tribuna nos golpearon. Y yo me alejé de todo. Al año siguiente se inició el fútbol de once, con el que estaba en desacuerdo, y hubo mucha gente lesionada. Yo en 2013 vi una lesión grave de una jugadora de Morse y el seguro no alcanzaba para cubrir los gastos».

La misma que había insistido, golpeado puertas, armado proyectos; daba un paso al costado por sentir que nadie quería poner atención a sus argumentos, ni pensar en la integridad física de las jugadoras. Y hasta el día de hoy, la Liga Deportiva del Oeste se sigue privando de poder escuchar la voz, el consejo y las ideas, siempre de avanzada, de alguien que conoce el terreno como pocas… Como pocos.

«Yo era muy docente, Yópolo muy dirigente. No coincido con el fútbol de once al día de hoy tampoco. Estaré de acuerdo cuando vea que hay un entrenamiento adecuado y la gente idónea para ponerlo en marcha. Hay mucha gente que aprecio, pero hacen falta más capacitación. No sé si están dadas las condiciones para que se entrene cuatro o cinco veces por semana como debería ser. Los espacios físicos, los materiales. Las chicas siguen trabajando de todo lo que pueden trabajar y después van a jugar. Eso implica muchos riesgos», argumentó Valeria Ghione.

23 AÑOS DE DOCENCIA, LA MISMA PASIÓN

Dueña de una facilidad natural con la pelota, nunca se conformo con el talento natural. Desde muy chica, se preocupó por su formación, tanto a la hora de salir a la cancha con mayor cantidad de recursos como para transmitir ese aprendizaje a las nuevas generaciones.

El próximo 20 de diciembre, Valeria Ghione cumplirá 23 años en la educación ligada al deporte. Trasciende ampliamante el fútbol, porque también dictó clases de vóley, handball, gimnasia para adultos… Y hoy, el proyecto que la tiene más entusiasmada está ligado al futsal, tanto masculino como femenino.

Hizo de todo, no porque esperó los llamados, sino porque ella misma ideó proyectos y los llevó adelante. Y en todo ese proceso de formación, también fue impulsora de grandes cambios.

«Ya en el profesorado, en tercer y cuarto año, había materias masculinas y femeninas. Era fútbol y rugby para ellos; cestoball y danza para nosotras. No teníamos en el programa el fútbol, entonces yo armé un lío bárbaro. Pregunté, pedí ir de oyente. Se me empezaron a superponer los horarios. Ese cuarto año no lo pude cursar con mis compañeros, sino con los chicos que iban a tercero. La asignatura estaba dictada por Sergio Lippi, machista total. Mis propios compañeros le decían que además de la teoría, me dejara hacer la parte práctica que se daba en el Santa Paula. Yo me llevaba las agarraderas, por las dudas. Si me decían que sí me cambiaba«.

Fue por su insistencia, porque se rebeló al orden establecido que se acataba como si no hubiera otra manera, que hoy las pibas que llegan a estudiar el profesorado de educación física se encuentran con una realidad completamente diferente a la que a ella le tocó vivir: «Un día Lippi se re enojó. Salió con los recursos de la marcación. Yo que leía, escuchaba, miraba fútbol, fui la única que contestó. Él les decía muchachos son 23 varones y hay una mujer que contesta. Pero bueno, me recibí y en mi papelito nada más decía que fui oyente. Hoy, en el Profesorado, la carrera tiene las mismas materias para varones que para mujeres«.

Pasó el tiempo y, cuando estuvo en condiciones de costear los gastos, decidió que también era tiempo de hacer el curso de entrenadora de fútbol, en la Escuela de Zubeldía. Sin embargo, su primera experiencia como DT la había hecho mucho antes, cunado todavía era estudiante de profesorado.

«En cuarto año teníamos una materia que era actividades físicas adaptadas. El profe Horacio Pavón tenía contactos con las escuelas y en la Laboral pidieron un estudiante de educación física para que fuera con los chicos a los Juegos Bonerenses. El lo transmitió al curso y nadie reaccionó, porque era ad honorem. Me lo ofreció a mi y fui. Los Bonaerenses no diferenciaban a quienes hoy llamamos personas con discapacidad de los deportistas convencionales. Tenían el mismo reglamento y, por ejemplo, se permitía que las escuelas laborales podían reforzar con tres chicos convencionales. Cancha de 11. Fue un año increíble, armamos un equipazo. Ahí me acompañó Estela Coria, que me ayudó a armar el equipo con tres chicos de San Jorge. Fue mi primer equipo de fútbol 11, con varones. Fue re lindo«, recordó.

Muy avocada al futsal en la actualidad, confía en que es un deporte que puede ganar mucho terreno en Junín, tanto en la rama masculina, que ya tiene liga, como en la femenina. En el CEF, su propuesta comenzó estando orientada al futsal infantil, pero de a poco empezó a recibir jugadoras y jugadores de todas las edades.

«Yo quería armar un encuentro en el CEF, porque faltaba competencia. En Chacabuco había empezado un grupo, pero lo pusieron al mediodía y no prosperó. El futsal es una gran alternativa para quien no puede practicar 11, a parte es otro tipo de juego. El entrenamiento físico que hacemos en el CEF es muy recreativo. Además, en el futsal tocás la pelota 20 mil veces. En el once puede que te la pases corriendo y casi ni la toques. Como no prosperó Chacabuco, un mes antes de las vacaciones de invierno empecé a armar partidos entre varones y mujeres».

Fue así que conoció a un equipo de abogadas de la delegación Junín. Primero poniendo a su equipo como sparring en los entrenamientos, hasta que le ofrecieron ser la entrenadora. Este año, su segundo al frente, logró el título en las Jornadas Deportivas que se realizaron en Mar del Plata, derrotando por penales a Lomas de Zamora en la final

«Con poco hicimos mucho. Las hice jugar con marca personal. En el primer partido clave de la zona, fue sobre la jugadora por la que pasaba siempre la pelota. Después, semis y final, que las empatamos cero a cero y le pusimos muchas fichitas a la arquera en los penales, metimos marca personal a todas. Una cada una«, detalló.

Cuesta pensar en una liga de fútbol femenino sin el aporte, la presencia, de Valeria Ghione. El pedido de que la queremos ver formar parte se lo haremos llegar cada vez que se pueda. Que lo escuche, que lo lea, que lo piense. La vamos a estar esperando.

Por Juani Portiglia – @JIPortiglia

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