Día de la Visibilidad TransFútbol Femenino

Michelle Ribarola: «Demostré que soy una jugadora que no se pone a la altura de quienes con sus palabras lastiman»

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Todos y cada uno de los días deberían ser motivo de una nota con Michelle Ribarola. Entonces, es oportuna la autocrítica a ese vicio periodístico que nos hace ir atrás de la coyuntura en lugar de intentar marcar la agenda propia.

La arquera del Deportivo Armenio es la única jugadora trans que actualmente participa de un torneo de AFA, al menos hasta que se resuelva favorablemente la inscripción de Mara Gómez para disputar el Torneo Rexona con Villa San Carlos. Se inició jugando en el barrio y desde hace tres años empezó a cuidar los tres palos del Tricolor, en su primera experiencia en cancha de 11. Además, juega fútbol playa y con su equipo es tricampeona del torneo que se realiza en Escobar.

Al otro lado del teléfono, Michelle Ribarola nos hizo saber que para ella, en el Día Internacional de la Visibilidad Trans, sí amerita el feliz día. Que vale la celebración y que cada quien la hará a su manera. Enseguidita aclaró que en su caso lo toma como un día más y que todos sus días son felices.

Pero si la arquera de Armenio puede darse hoy el lujo de la felicidad -esa que a tantos le cuesta encontrar- es porque aprendió a fortalecerse en un mundo que también ha sido hostil con ella.

«Mi primer partido fue en el barrio, con mis primos. Una vez los fui a ver jugar a la pelota y no tenían arquero. Yo dije que no, pero me insistieron. Hasta me pagaron para que atajara. Me animé, porque ellos jugaban muy bien y pensé que íbamos a ganar. Tendría 17 años. No me podían hacer los goles, pero me pateaban despacio. En ningún momento me sentí discriminada ni nada. Incluso en un momento dijeron si está en el arco por algo es. Vamos a pegarle más fuerte. Yo me reía. Ganamos 16 a 7″, le contó Michelle a Junín24.

«Fui a probarme con toda la vergüenza del mundo, por mi condición sexual. Quedé entre cinco chicas y hasta el día de hoy sigo»

Desde aquel picadito fundacional, siguió jugando en potreros, partidos de fútbol femenino y mixtos. Hasta que le llegó, hace ya tres años, el llamado para hacer una prueba en el Deportivo Armenio: «Fui a probarme con toda la vergüenza del mundo, por mi condición sexual. Quedé entre cinco chicas y hasta el día de hoy sigo», recordó. Hoy, que se están jugando la Zona Permanencia de la Primera B, solo quedan ella y cuatro jugadoras más de aquel equipo que la recibió.

«Desde que empecé hasta hoy el equipo cambió mucho. Desde la vez que perdimos 21-0 contra SATSAID al día de hoy hubo un cambio y un avance muy grande. Gracias a los DT, a las jugadoras que se fueron incorporando. Muchas también se fueron. Hoy dicen que soy una referente. Somos un buen grupo. Podemos tener nuestros malos días, algunas palabritas de más cuando no salen las cosas. Pero termina el partido y queda la amistad y buena onda de siempre», agregó sobre la actualidad del equipo que comenzó con el pie derecho la tensa lucha por no perder la categoría, con victorias ante Camioneros y Deportivo Morón antes que el coronavirus lo parara todo.

La aceptación, y sería mejor hablar de naturalización, que tiene en el Deportivo Armenio no siempre la encuentra de parte de equipos rivales y es en esos momentos que la cara más miserable del fútbol la pone a prueba. «En las canchas sigo escuchando muchos diálogos de otros equipos que no están buenos. Decidí quedarme callada y no respondí a esos comentarios. Les demostré que soy una jugadora que no se pone al nivel de esas personas, que no se dan cuenta que con sus palabras lastiman», dijo.

«Soy una jugadora que no se pone al nivel de esas personas que no se dan cuenta que con sus palabras lastiman»

Aunque la fortaleza que, se dice a ella misma en cada partido, debe mostrar cada vez que sale a la cancha, muchas veces flaquea cuando vuelven a ser solo ella y su intimidad. «Muchas veces, cuando llego a mi casa, agarró los guantes de boxeo, porque también practicaba, y descargo. He llegado a pensar en dejar de jugar, sinceramente. Pero después pienso qué voy a hacer sin el fútbol, porque amo atajar en arco de 11, amo la adrenalina de jugar en AFA. Tengo mis altibajos, pero la sigo remando».

A sus 31 años, Michelle Ribarola espera llegar a ver a muchas más jugadoras trans en la cancha. En su caso, reconoció, fue el cable a tierra para superar bajones y tristezas. Al final de cuentas, como aclaró apenas respondió al saludo, lo que importa es que todos los días sean felices.

Por Juani Portiglia

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