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Denunció a su abuelo por abuso sexual, y él intentó tirarse de un puente.

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La víctima, que ahora tiene 18 años, lo acusó públicamente de haberla violado cuando tenía seis. Este miércoles al mediodía la Policía de Entre Ríos evitó que un hombre de 72 años se tirara del puente ubicado ubicado sobre la Ruta Internacional 136. Días atrás la nieta de ese hombre, una joven de 18 años, denunció que había abusado sexualmente de ella cuando era menor.

Según el testimonio de los efectivos que lo asistieron, el sujeto se encontraba muy nervioso y repetía sin cesar su intención de quitarse la vida. Después, al trasladarlo hasta la Comisaría Cuarta, comprobaron que se trataba de Antonio Enrique Funes, el abuelo acusado por corrupción de menores.

El caso salió a la luz 11 años después del horror cuando Fernanda, que ahora tiene 18 y vive con una familia adoptiva, venció sus miedos y se animó a contar su historia. La muerte de su mamá había marcado el fin de su infancia y a partir de entonces, junto con su hermano, quedaron a la deriva y empezó su calvario.

Después de vivir un tiempo con una expareja de su mamá, se mudaron a la casa de sus abuelos en Gualeguaychú, pero lejos de encontrar amor y contención, fue abusada sexualmente. Tenía entonces seis años.

«Antonio Enrique Funes es mi abuelo biológico y es al único que acuso; mi papá biológico se llama José y él nos maltrataba mucho, tanto a mi hermano como a mí. José nos maltrataba junto a su mujer. Ellos nos dejaron a la deriva. . . la culpa del abuso la tiene Enrique, pero José nos dejó abandonados cuando murió mi mamá a finales del 2007», sostuvo la joven a través de un video que fue difundido en las redes por la cuenta @feministaoficial.

Tras la denuncia pública contra su abuelo, Fernanda anticipó que fue contactada por otras víctimas de Funes que habrían callado durante más de 30 años y ahora estarían dispuestas a denunciarlo formalmente.

«Mi madre biológica se llamaba Silvia Raquel Marín, una mujer independiente que padeció de maltrato, abuso, acoso y fue obligada a pasar por situaciones de manera forzada y sin alternativas».

«Justino fue una de sus parejas durante el tiempo que mis padres biológicos se separaron, nos cuidó de manera voluntaria y cumplió el rol de padre cuando Silvia falleció. Mi padre biológico se llama José María Funes, nunca cumplió el rol que debía, es un proxeneta, abusivo, golpeador, incluyendo a su pareja, Marta, en ese trayecto que viví con ellos. Me han dejado cicatrices corporales y a la vez psicológicas.

Mi abuelo paterno, Enrique Antonio Funes, hace aproximadamente doce años, siempre se mostraba ante la mirada de terceros como un buen hombre, atento, cariñoso, pero detrás de esa máscara existe en realidad otra persona.

Y ahora te hablo a vos Enrique, déjame hacerte memoria. . . ¿Recordás la hora de la siesta, cuando yo estaba en el cuarto jugando y vos entrabas a despedirte porque te ibas a trabajar? Te sentabas en la esquina de la cama y me decías que te dé un beso de despedida, y yo te besaba la mejilla. Vos me decías más cerca de la boca apuntándote con tu dedo, y yo te daba un beso más cerca. Entonces me decías: ahora más cerca, besame la boca, y yo te decía que no quería hacer eso porque no me gustaba; y vos me agarrabas de la boca y me obligabas de manera forzada a que te besara. Después te ibas como si nada.

Cuando venías de trabajar me sobornabas regalándome dulces para que yo minimizara los hechos y creyera que era lo correcto. . . «

«¿O acaso recordás otra siesta, cuando mirabas televisión y yo me quedaba a mirar porque era entretenido lo que veías, y me hacías sentarme en tus piernas. Recuerdo claramente cuando yo tenía una falda puesta. Vos apoyabas tu mano en mi rodilla y me preguntabas intimidándome si me molestabas, y yo te decía que no. Entonces subías tu mano aún más arriba y me decías: ¿ahí te molesta?, presionando mi pierna. Entonces volvías a decirte que no, por temor. Llegó un momento que tu mano terminó en mi vagina, y vos hacías mucha presión ahí, y yo me quejaba porque me dolía mucho. Cuando me quejé fuerte me sacaste de arriba tuyo porque Celia escuchó mi queja y entonces yo, inmediatamente, me encerraba en el baño hasta la hora que te tenías que ir porque tenía mucho miedo a que me sigas haciendo daño.

A la noche empezaste a mirarme mientras dormía, y hubo otros días que me destapabas, me acariciabas el pecho, el short y la vagina. Cuando sentía eso me movía para que no me sigas haciendo doler con las supuestas caricias de amor de abuelo. No podía dormir por las noches y sentía miedo de gritar por temor a recibir más golpes de los que ya había recibido».

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