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El fantástico mundo de Flor Gamarra y sus cábalas

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Desde muy pibita le tocó entender la íntima relación que existe entre el fútbol y la suerte. Salir a jugar, para ella también era llegar al campito y sentarse a esperar la ausencia de alguno de los jugadores de ocasión, para que algún otro se decidiera, entonces, a pronunciar las palabras mágicas: Flor, vení a jugar.

Así de difícil era por entonces ganarse el lugar para una que quiso siempre jugar a la pelota. Cómo no iba a invocar a la suerte para recorrer todo ese camino lleno de obstáculos, que poco a poco empezaría a pagar tanto esfuerzo con títulos y que ahora vuelve a guiñarle el ojo cada vez que se pone la cinco para representar a Sarmiento en AFA.

La pequeña Flor Gamarra se inventó para ella misma un mundo fantástico de cábalas y amuletos, muchas de las cuales la siguen acompañando en la Primera B, en busca de ese objetivo que, atendiendo a su metódico sistema, ni se nos ocurriría nombrar.

«Antes eran muchas más, pero las he dejado de hacer por una cuestión de tiempo. De por sí soy a la que siempre tienen que esperar, entonces fui descartando… Porque o jugaba al fútbol o me dedicaba a hacer cábalas», le contó a Junín24 Fútbol Femenino la jugadora que se forjó en Germania, tuvo un laureado paso por Rivadavia de Lincoln -a donde sabe que volverá algún día- y hoy es dueña del mediocampo de Sarmiento.

Enseguida empezó a desandar el método: «Uso la misma calza durante todo el torneo. También la misma colita, negra, y le doy tres vueltas. Siempre es una cola. Pero hubo un partido en que hubo mucho viento y como me hago la cola alta se me venía todo el pelo a la cara. No me quedó otra que hacerme un rodete. Lo re sufrí«.

Antes que vayan a pensar que nada del otro mundo por ahora, quedan a partir de este momento avisados de que la cosa se empieza a poner cada vez más compleja: «Me saco en orden los aros, las cadenitas y los anillos. Guardo siempre todo en el mismo lugar, que es el cierre de la billetera. Después del partido, me baño y me vuelvo a poner todo en orden. Pero pasó que después de un partido me fui a tomar unos mates con Sofi (Fantone). Me puse los aritos, las cadenitas y los anillos quedaron en la billetera. Cuando voy a lo de mi hermano, bajo con la billetera y el celular. Pasa una moto, me pide que le diera todo. Medio que hubo un intercambio hasta que se lo di. ¡Cuando me acordé que tenía los anillos! Me modificó todas las cábalas. Fue todo un tema», detalló Florencia Gamarra.

Y siguió: «También tenía siempre tres estampitas en la billetera. Era un beso a cada una, en orden. Yo recuperé la billetera que me habían robado, pero obviamente sin anillos. Y también sin estampitas. Estaban los recibos, los papelitos, pero las estampitas no. Modificación de cábalas. Ahora tengo una sola, a la que le doy un beso después que guardo los anillos, antes de salir a la cancha«.

La primera fase del protocolo, esa que se deja lista desde el vestuario, se cierra junto a todas sus compañeras: «Cuando hacemos el saludo en el vestuario con las chicas, que ponemos todas las manos, la mía siempre va arriba de todas. Eso ya lo saben. Lo hemos hecho adentro de la cancha, pero generalmente se hace en el vestuario», explicó.

Eso sí, antes de pisar el verde césped todavía queda un paso previo que no se puede dar en falso: «Tengo otra que tuve que modificarla por estética más que por tiempo. Yo los cordones me los ataba adentro de la cancha, pero qué pasa: me los acomodo de una manera en la parte que se atan para no pisarlos, entonces arriba queda todo el bulto del cordón. En AFA te hacen poner en fila, te filman cuando salís, cuando formás… Entonces no queda bien y dije no puedo ser tan desprolija. Ahora me los ato en la fila, arrodillada, pero no sabés lo que me costó«, detalló.

Foto de cortesía de Pensa Club Sarmiento

Y completó: «A la cancha entro con el pie derecho, que es algo muy común. Una vez que estamos todas formadas voy a tomar agua de una botella que siempre le pido a Sergio (Barbagelata). Le doy cinco tragos y después ya lista para el partido. Para la foto de la formación, en todas voy al medio de las de abajo. Soy la última que se pone. Siempre en el mismo lugar. Las chicas ya saben y me hacen el lugarcito. También voy a festejar todos los goles, ya lo tomo como una cábala más».

HAY BONUS TRACK

Desde que empezó a jugar Torneos Bonaerenses representando a Pinto y también durante todo su proceso en Rivadavia de Lincoln, Florencia Gamarra puso a prueba otra variedad de cábalas y amuletos que, aunque ya no se aplican, vale la pena repasar.

«Cuando era chica siempre saludaba al profesor, a Darío (Eletto). Él me abrazaba, me deseaba suerte y ya entraba a la cancha, saludaba con dos besos a mis amigas Sofi Fantone y Peke, y también nos deseábamos suerte. También cuando era capitana la cábala era que el árbitro me llame a mí para hacer el sorteo. No iba hasta que no me llamaba», empezó recordando.

«Una que ya saqué es que me compraba una tableta de chicles Beldent, negros. Si alguien me pedía, el primer chicle lo tenía que comer yo y después repartía. Tenía el chicle hasta que empezaba el partido y después lo tiraba. En realidad era hacer bollito y al profe. Cuando jugaba en Selección también era con las Halls de cereza. Pero la de los chicles duró toda mi infancia y adolescencia. Pero ya la borré, porque correr con el chicle en la boca es medio peligroso. Una cuando es chica no lo piensa tanto», siguió.

Y concluyó revelando los secretos de un curioso amuleto que valió un viaje a Mar del Plata. «Estábamos jugando Bonaerenses en Vedia (con Pinto) y en medio de la charla técnica yo estaba jugando con una de esas rejillitas en las que antes se ponía el fiambre. En ese momento le dije a Livio Dovigo, que nos acompañaba siempre a los torneos, que me tuviera la rejilla porque era el amuleto y me iba a dar suerte. Él me dijo que sí. Ganábamos, ganábamos… Yo miraba para afuera y el tipo estaba con la rejilla en la mano. En el último partido vamos a penales, ganamos, festejamos porque era la primera vez que nos íbamos a ir a Mar del Plata… Re felices. Cuando fue calmando el festejo se acerca el profesor y me dice Flor, ¿ya puedo soltar el amuleto? Un genio».

¡QUÉ GANAS DE VOLVER!

Si se alinean los astros y se ponen media pila más los santos, tal vez antes de fin de año Sarmiento pueda volver a salir a la cancha para terminar con lo que comenzó ya hace casi un año. Flor Gamarra confesó que no se hizo fácil asimilar el parón, incluso la posibilidad de que no valiera de nada el triunfazo que metieron contra Banfield como visitantes en el inicio de la Zona Campeonato. Algo que tal vez pueda cambiar.

Igual de difícil fue empezar con los entrenamientos en casa, cada una por su lado, hasta que los sucesivos cambios de fase de la cuarentena en Junín fueron dando algunas libertades más, siempre a riesgo de que se pueda volver atrás. «Estamos cumpliendo al pie de la letra con los trabajos que nos pide el profesor, entonces más allá que es distinto a lo habitual es imposible no sentirte bien físicamente. En lo personal, te diría que estoy en un ocho. Antes de la pandemia entrenábamos toda la semana, pero por laburo u otras actividades por ahí no teníamos el tiempo de hacer bien la parte preventiva después. Eso es fundamental y ahora sí lo estamos haciendo. Eso es lo que veo, porque tenemos más tiempo. Para mi vamos a volver de manera similar a la que terminamos. Hasta puede que un poquito mejor. Pero como no podemos probar en la cancha, es muy incierto», señaló la mediocampisa de Las Maestras.

Y respecto a las últimas informaciones que recibieron en relación a la vuelta de los entrenamientos y la posible reanudación de la Primera B, destacó: «Lo último que nos dijeron fue que empezábamos en septiembre. Pero viste que es todo impredecible. Es como que te ilusionas pero a la vez estás expectante a que te puedan decir todavía te falta otro mes más. De competencia, una vez que empiezan los entrenamientos darían cuatro semanas y después se retomaría. Es información que le baja al técnico y los profes y que después nos transmiten a nosotras».

Por Juani Portiglia

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