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Ocho años felices: tres testimonios fundacionales en la historia de Las Guerreras

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Una fecha en un papel, que había anotado El Pela cuando todavía no era El Pela, apareció en pleno quehacer de cuarentena señalando el día exacto en que el equipo femenino de la UNNOBA realizó su primer entrenamiento en BAP: 22 de agosto de 2012. Posiblemente nadie que no hubiera imaginado que ese podría ser el inicio de algo tan grande hubiera hecho el registro. Pero ahí estaba, en un papel, el mejor motivo del reencuentro.

Ya desde el viernes, coincidiendo con el Día de la Futbolista, Las Guerreras comenzaron a celebrar sus ocho años de vida con una multitudinaria conferencia virtual que, no podía ser de otra manera, tuvo a Diego Carpinella como conductor y contó con presencia de jugadoras, exjugadoras, otros miembros del área de deportes universitaria y de la Liga Deportiva del Oeste.

Pero incluso antes que existieran los reencuentros, los títulos, el papelito, incluso la designación de entrenador vitalicio, hubo una jugadora, que todavía integra el plantel, que se puso al hombro la tarea de golpear la puerta y pedir pelota: Juana Garayalde. «Con otra chica fuimos a proponer que hubiera fútbol femenino, porque ya había un montón de otros deportes. Igual, en ese momento casi que en Junín no había. Estaba Sarmiento, que después fue Rivadavia. Yo jugué un tiempo ahí hasta que decidí irme, pero quería seguir jugando al fútbol. Hicimos una petición. En ese momento estaba Carlitos Ciotta. Enseguida, a los 10 o 15 días, me llama a su oficina y me dice te presento a Diego Carpinella, que va a ser el entrenador de ustedes», recordó la diez de Las Guerreras.

Para el DT, que había trabajado durante 14 años en las divisiones inferiores de Sarmiento, era una experiencia completamente nueva, que le exigía un análisis previo. Sin embargo, aseguró que no tardó demasiado en convencerse y dio otros de esos fundacionales en esta historia. «A las primeras prácticas habrán ido diez chicas, de las cuales cinco todavía están y fueron las que hicieron toda la movida para empezar a armar un grupo. Juana a cada amiga que podía le decía que se anote, porque tenía que presentar una lista. Hubo cuatro o cinco chicas que nunca habían jugado al fútbol, pero fueron para hacerle la pata», contó Diego Carpinella.

Aunque la propia Juana cree que incluso fueron algunas menos en aquellos inicios en el club BAP: «La lista nuestra era como de 30. En la práctica éramos cuatro. Cuando se entere Carlitos nos mata. Ahora ya se puede contar, jaja. Era tristísimo. Hacíamos una contra una. Faltaba alguna y te querías morir. Después se empezaron a sumar un montón de chicas, nosotras a invitar en grupos para que se sumen. Por suerte empezó a crecer. Y también supimos mantenerlo en el tiempo, que fue algo muy difícil».

Una de las que llegó enseguidita, y se quedó para siempre, fue Renata Carbone, la goleadora a la que alguna vez le tocó incluso ser arquera, puesto en el que actualmente se desempeña su hermana Rafaela. «Aunque no eramos muchas, por suerte la mayoría habíamos jugado a la pelota y podíamos armar algo lindo. Pero no era nada que ver con lo que es hoy. Ni siquiera estaba la intención de competir, sino de entrenar y ver qué pasaba», remarcó la delantera.

Tras un primer año sin competencia más que algún partido amistoso que pudieran organizar, Diego Carpinella se convenció de que había dado con el objeto de motivación perfecto para que el equipo comenzara a crecer. Un mes después de que se largaran los entrenamientos, viajó a los Juegos Universitarios como el entrenador del equipo masculino, pero aprovechó para ir a ver los partidos del femenino. Ahí entendió que con las jugadoras que tenía en su plantel, siempre que se trabajara a conciencia, estaría en condiciones de ir a competir el año próximo.

«Si no hubiésemos tenido competencia, los encuentros se hacían muy esporádicos. Decirle a las chicas que había un viaje a Carlos Paz, con todo pago, con sus camisetas… Era algo muy similar a una experiencia del fútbol profesional que se abría para ellas. El viaje, el comer en el hotel, el torneo, el ambiente universitario… Todo fue muy motivador. Eran 16 universidades y creo que terminamos en la mitad. Para nosotros era impensado. Todavía se jugaba fútbol 7″, recordó el DT. Y agregó: «Ese campeonato atajó Renata. Fue la primera arquera de la UNNOBA. Me pedía por favor, quiero jugar. Y yo no, Rena, que si no no tenemos arquera. Apenas apareció Verónica (Mc Cormick) dijo ya está. A la otra punta de la cancha».

«No me disgusta el arco. De hecho después, cuando solo teníamos a Vero de arquera, si ella necesitaba salir por lo que fuera atajaba yo. No es que no me gusta, pero prefiero jugar de nueve. En ese momento no había arquera, ni nadie que se animara. Y yo siempre digo que hay que estar para lo que el equipo necesite. Eso sí, cuando salió la posibilidad de jugar en Liga yo no iba a atajar. Fue una condición», explicó Renata Carbone.

Tal y como lo sospechaba El Pela, el torneo las llenó de motivación y de regreso a Junín ninguna quería frenar con el impulso. Cuando la Liga Deportiva del Oeste decidió armar competencia, muchas de las jugadoras estaban jugando, a la par, para otros equipos de la región. Llegó entonces otro momento clave en la historia de Las Guerreras. Era hora de hacer un pacto de compromiso tan fuerte como el que habían asumido con sus estudios.

«Llevábamos dos o tres años cuando la Liga propuso la primera competencia organizada por ellos. Ya teníamos dos Juegos Universitarios jugados. Habíamos mejorado mucho. Me acuerdo que tuvimos una reunión en cancha de BAP para decirles que había que tomar una decisión. Si yo iba a hablar a UNNOBA para que nos permitieran jugarla, tenía que haber mucho compromiso de ellas. Iban a tener que estar a disposición del equipo todos los fines de semana. Entonces, muchas que eran y son de afuera no se iban a poder volver a sus pueblos. Yo sabía, y se los dije, que creía que si no entrábamos a competir en Liga el grupo se iba a romper. Si se iban a buscar otro equipo donde jugarla, iban a formar vínculos con esos otros grupos y es lo más normal», contó Carpinella.

«Yo estaba jugando con GNL, de Lincoln, y me acuerdo que Diego cayó con la idea de jugar como UNNOBA. Nos sentó a todas y nos preguntó para qué estábamos, si nos comprometíamos o no. Si queríamos o no. Era probar con esto y dejar nuestros equipos en los que veníamos compitiendo. Podía salir bien como podía salir mal. Me acuerdo que Diego me agarró un día y me retó bastante: escúchame, Renata, ¿vos tenés ganas de jugar con la UNNOBA? Yo le dije que sí. Entonces me dijo que no lo tiráramos para abajo por tener otro lugar. Fue el primer reto. Siempre aprendiendo, jaja. Recién ahí, después de algunos meses en los que todo fue muy rápido, empezaron a aparecer más jugadoras y nos fuimos armando», recordó la goleadora.

Las Guerreras terminaron en la cuarta posición de aquel torneo fundacional disputado en 2014, que prácticamente fue un regional por la gran convocatoria de equipos de toda la zona. Algo que, lamentablemente, no se pudo sostener por cuestiones económicas. Poco más de dos años después, celebrarían su primer título oficial en el Nocturno de la temporada 2016-2017. Y volverían a coronarse en el campeonato siguiente de la LDDO. En 2018 llegaría la medalla de oro en los Juegos Universitarios Regionales de Tandil y un título más de Liga para cerrar el año como las primeras tricampeonas que tuvo el fútbol juninense.

A la hora de elegir un momento deportivo en la historia de la UNNOBA, tanto Diego Carpinella como Juana Garayalde y Renata Carbone señalan aquellos JUR que les dieron el pasaje a disputar los Juegos Nacionales del año siguiente, donde se colgarían la medalla de plata.

«Particularmente me pasa que yo espero el torneo universitario para poder jugar con otras universidades. Conocés otra calidad de juego, otros equipos, más allá que en nuestra zona todavía no hay muchos equipos universitarios. El nacional ya es distinto, porque hay mucha variedad. Ya es otra cosa», expresó Juana Garayalde, que integra la banda de Irala junto a su hermana Jenni y Gisela García; y que en sus inicios también la tuvo a Melina Velázquez. Y agregó: «Todos los años nos preparábamos para ese momento y el año que logramos pasar fue inolvidable para todas«.

Diego Carpinella destacó el desahogo que significó haber derrotado en la final a La Plata, un equipo que los había amargado años anteriores. «Confiábamos en que podíamos ganarles, pero también podíamos no haberlo vivido. Después, el vernos compitiendo en un Nacional también fue muy importante, pero fue esa final la que nos permitió vivirlo. Haber logrado un subcampeonato a nivel Nacional es una locura. Es algo muy difícil, se tiene que unir todo. Solo estando adentro se termina de entender lo que fue«.

Para Renata Carbone también fueron incomparables las sensaciones: «Era el torneo que tanto veníamos buscando. Sin desmerecer la parte local que nos encanta y siempre queremos ganar, nos preparamos más que nada para jugar eso. Después de tanto tiempo haberlo conseguido, contra La Plata y de la manera que se dio, para mí fue lo más importante. El broche a esas ligas que ya habíamos ganado y recontra festejamos«.

Fuera de lo estrictamente futbolístico se les hace más difícil encontrar un momento que haya marcado al grupo, no porque no los haya sino todo lo contrario. Cualquier jugadora de Las Guerreras, incluso las que ya no están, puede dar fe que esa unidad las ha caracterizado desde siempre. «Han perdido partidos en los que se generó un mal clima o sintieron una injusticia y sin embargo siempre fueron a saludar a las rivales, bancándose la derrota. Eso es un ejemplo tremendo. Hay una cuestión de espíritu deportivo que me encanta y que siempre tratamos de fomentar, igual que la solidaridad que existe en el grupo», remarcó el DT. «Por ahí una gran muestra de todo eso fue una cena que hicimos para festejar, creo que un aniversario también. Habíamos pasado a la semifinal, ganándole a Rivadavia 3-1. Teníamos que jugar y a la noche teníamos eso. Nosotras atendíamos las mesas, hacíamos todo. Y no podíamos cambiar la fecha. Hicimos la cena, agasajamos a nuestras familias. Eso también demostró todo lo que le ponemos. Creo que demuestra cómo trabajamos en equipo también afuera de la cancha«, agregó Renata Carbone.

EL RECONOCIMIENTO QUE MERECEN

En ocho años de historia, Las Guerreras se han constituido como uno de los grandes orgullos de la UNNOBA. No solo por el éxito deportivo, ese que también han logrado trascendiendo las fronteras académicas, sino también porque son ejemplo de constancia, esfuerzo, buena conducta y una guía ineludible cada vez que se invita a practicar deporte a cada nueva camada de alumnos y alumnas que llegan a la institución.

Pero el equipo de fútbol femenino de la UNNOBA sirve también de ejemplo para la sociedad toda y Diego Carpinella lo tiene muy claro: «En ocho años hay un grupo que sigue estando, que se sigue esforzando. Y además se están recibiendo todas. Entonces, con lo que exige el estudio, tener un trabajo e ir a practicar para ser, además de todo eso, jugadoras de fútbol; son cosas que la sociedad tiene que valorar más. Yo le doy mucho valor a ese complemento entre el estudio y el deporte».

«Sufrir sufre cualquier chica que se quiere dedicar al fútbol, porque se le va a complicar. Las mujeres hacemos muchas cosas, sobre todo la que tiene familia. Eso todavía no cambió mucho y es la mujer la que en la mayoría de los casos tiene que hacerse cargo de los hijos. Si a todo eso le sumamos que nosotras también estudiamos, hay que rebuscársela y encontrar ese lugarcito«, señaló Renata. Y agregó: «Nosotras tenemos una responsabilidad también por representar a la universidad. Si te ponés a pensar, en todos estos años no hemos tenido una expulsada. Y no es que no metemos, porque vos decís UNNOBA y enseguida se te viene la imagen de La Rubia. Pero no tenemos mala intención. No nos interesa ni ir a pegar ni la discusión y la pelea. Eso es súper valorable, porque es lo bueno del fútbol».

LARGA VIDA A LAS GUERRERAS

La clave del éxito está en renovarse y ni los logros conseguidos ni las jugadoras que ya no están hacen que en UNNOBA se baje lo ambicioso de los objetivos. Con pandemia de por medio, hubo parate pero también lugar para la reflexión, para acumular ganas y reformular ideas. Para que se festejen muchos años más de una pasión tan grande que, dicen, solo entiende quien es Guerrera.

«Nos encantaría poder trascender como equipo y poder incorporar también a jugadoras de otros ámbitos. Sería muy bueno, porque es una limitación muy grande en comparación con otros equipos. Somos la base de hace 8 años, es un logro mantenerlo sin poder sumar. Alguna vez El Pela propuso subir de categoría, algo que requiere de otro compromiso y de ampliar la base de jugadoras. No creo que ahora sea posible, pero tal vez pensando a futuro se pueda dar«, dijo Juana Garayalde, quien es septiembre estará rindiendo su último examen final.

«Ahora estamos también en una nueva etapa, en la que es muy importante empezar a tratar de jugar diferente a lo que jugábamos. Es algo que lleva tiempo, más con la falta de práctica que estamos teniendo. Antes teníamos una forma de jugar, con Sofía (D’Ambrosio) o La Negra (Lucía Mansilla). Hoy no están y las características de las jugadoras son distintas. A veces parece que ahora necesitáramos poder hacer todo bien e incluso así por momentos no alcanza. Pero sabemos que es cuestión de práctica. Porque cuando empezamos a ganar los campeonatos tampoco estaba Sofi, por ejemplo. Ahí está la importancia de poder armar un equipo compacto», concluyó Diego Carpinella.

Por Juani Portiglia

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