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Milagros Rivero le puso rimas a la lucha por un fútbol igualitario

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Sonaba la alarma, mis sensaciones se alternaban. Empezaba a imaginar todo lo que me esperaba. El foco se encendía, mis trofeos alumbraba. La ropa preparada siempre al borde de la cama. El bolso en el hombro, la Sube en la mano…

La regla dice que las expresiones de inspiración artística no se explican. Pero en el caso de Milagros Rivero, desmenuzar dos minutos de rimas permite conocer una historia ligada al fútbol y a la lucha constante por ganar espacios, desde el barrio hasta el fútbol de AFA.

Dejando de lado su timidez confesa y envalentonada por su hermano mellizo Juan, que se prepara para hacer carrera en el boxeo, la jugadora de Banfield prendió la camarita, le dio play a la pista y se largó.

Al Taladro llegó el año pasado, para iniciar el Torneo de Primera B que las tuvo como protagonistas y que, en stop por culpa del coronavirus, las tiene expectantes por saber cuándo jugarán por el ascenso a Primera División. Previamente pasó por Racing, después de pasar una prueba a la que la llevó Lorena Galeano, su entrenadora del barrio; a la vez que ya empezaba a tirar rimas y frases, contagiada por el entusiasmo de un amigo.

Fue precisamente durante esta cuarentena en la que tanto está extrañando la pelota que quiso expresar el sentimiento en una canción. Escribió, editó, borró, sacó y puso hasta que quedó. Y la historia empezó a contarse.

Siempre fue una costumbre mía. Siempre antes de ir a entrenar o a jugar dejaba la ropa, los botines, en el borde de la cama para saber que no me estaba olvidando nada. También como dice la canción tengo un estante, donde tengo los trofeos, que es lo que me inspira.

Soy de Claypole. El barrió donde me crié y empecé a jugar a la pelota se llama La Belgrano. Jugaba con varones y con mi hermano mellizo, que fue el que me ayudó a crecer y tenerme más confianza en el fútbol. En esos tiempos era jugar desde las 11 de la mañana hasta las 8 de la noche que no había más luz. El barrio es todo. Adoro a la gente de acá. La familia, los amigos. Todo.

Es más bien una metáfora. Yo jugué un año y medio en Racing. Después me tuve que ir porque tenía que terminar el colegio. En ese momento había perdido un poco la ilusión de que podía volver a jugar en un equipo importante, como que estaba rendida. Creía que no me iba a volver a tocar. Llegó la oportunidad de ir a Banfield, de quedar. Después de enterarme que iba a jugar, porque yo aunque esté en el banco ya soy feliz porque sé que sumo. Llegué, después resulta que empiezo a ser titular, que me dan la 11. Todo eso me llenó el corazón de alegría.

Si tuviera que elegir el partido más importante que jugué, me quedo con el que jugamos en el estadio contra Argentinos Juniors, aunque no se dio como esperábamos porque perdimos 1-0. Pero fue lo mejor haber jugado en esa cancha, un sueño.

Foto de MYA Fotogragía – @mya_fotografia

Desde chica que la uso. Desde que juego con mujeres. Alguna que otra vez tuve la 10, pero no me gusta. La mía es la 11. Ya como que tengo pasión con el número, no sé qué es. En Banfield no lo pedí. Cuando fui a probarme dije que podía jugar de volante por izquierda o volante por derecha. Soy más derecha que zurda, pero tuve una lesión en el pie derecho y me entrené la zurda para cuidar. Ahora me acostumbré y me re gusta jugar por izquierda. A la entrenadora también le gustó y me mandé.

Foto de Agustina Furnó – @agusfurnoph

Siempre soy de pensar que a pesar de los problemas nunca hay que bajar los brazos. Se trata de siempre ir para adelante, de ir al punto al que querés llegar.

Creo que si comparo cuando yo arranqué con el momento en el que estamos ahora, crecimos. Pero todavía falta un montón para estar donde queremos estar. Falta que se abran cabezas, que se entienda que el fútbol no tiene género. Lo más duro es que todavía no nos dan ese lugar. Lo que yo busco, y creo que la mayoría de las jugadoras también, es tener igualdad de condiciones. Mucho tiempo me pasó que me tiraban muchos comentarios machistas, hasta el día de hoy me sigue pasando. Antes era más.

En Banfield las cosas son totalmente distintas, nos dieron un re lugar. Tanto entrenadoras, como cuerpo técnico, delegados. Nos dan una re mano. Son muy buena gente y con eso estoy muy contenta y agradecida de estar en ese lugar. Es un equipo con mucho compromiso y que siempre quiere más. No por ser desagradecidas, sino por esto que te digo de estar hablando siempre de igualdad. Tenemos la suerte de que Banfield nos da una mano en todo lo que necesitamos, pero hay chicas en otros clubes que no tienen eso y la idea es que a nadie la falte nada. A mi Banfield me regaló un par de botines cuando no tuve. Esos gestos te hacen sentir que no estás luchando sola, que no te estás esforzando por nada.

UN BONUSTRACK PARA LOS SUEÑOS

Pienso muchas cosas. Me gustaría poder defender la camiseta de la Selección. Es uno de mis grandes objetivos, algo que pienso desde que soy chica. Uno ya realicé que fue jugar en AFA, habiendo pasado por Racing y estando ahora en Banfield. Ahora queda llevar la casaca de Argentina. Crecer futbolísticamente es el sueño de todas. En la Selección uso cualquier número. Estar de alcanzapelotas ya sería un sueño.

Por Juani Portiglia

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