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«Columbo», reseña retro de Murdock Copes

Espectáculos

Durante 69 capitulos dividido en 12 temporadas, Peter Falk interpreto al detective Columbo serie homónima y logro traspasar la pantalla chica.

Peter Falk -que murió hace diez años- encarnó uno de los más originales y queribles sabuesos de la tevé. En las antípodas de James Bond, era un teniente torpe, distraído, que fumaba puros baratos y lucía desprolijo. Dirigido en su primer capítulo por el aún desconocido Steven Spielberg, la serie duró siete temporadas y se convirtió en un recordado suceso

En los primeros minutos se presentaba el crimen y a su autor. El resto estaba a cargo de un detective torpe, desgreñado, con una tendencia para las preguntas inocuas. Su ropa siempre necesitaba pasar por la tintorería. Masticaba un cigarro a medio fumar y hablaba de costado, ladeada la cabeza, parecía pensar con lentitud. Pero al final, cuando nadie lo esperaba (en realidad los malos: nosotros, los espectadores, sabíamos que él ganaría), se detenía: Ah, una sola cosa más. Con una pregunta realizada en el momento en el que parecía retirarse de la escena, atrapaba al criminal. Columbo fue uno de los personajes más queribles y sorprendentes que la tv del siglo pasado nos presento. Vigente por mas de tres generaciones evitando a ya los adolecentes de hoy en dia. Todos conocimos o nos nombraron a Columbo

Richard Levinson y William Link crearon a Columbo como un personaje más de un programa especial que escribieron a principios de los sesenta. Al año siguiente, ese guión lo convirtieron en pieza teatral. Seis años después, en 1968, escribieron un especial televisivo -una especie de La Película de la Semana- en la que Columbo era el protagonista. Repitieron la experiencia en 1971. Fue tal el éxito que se creo una serie de Tv

Peter Falk se enteró de que buscaban a alguien para el papel principal y le pidió a los productores una oportunidad. Estos ni siquiera consideraron su oferta. Era demasiado joven para el papel, tenía veinte años menos de los que ellos habían imaginado. Sin embargo su segunda posibilidad, el actor Lee J. Cobb también rechazó la oferta. Fue recién entonces cuando se volvieron a acordar de Falk. No era una mala opción. Era un actor prestigioso y versátil. Además, para qué negarlo, siempre pareció viejo. Cuando lo fueron a buscar, Peter Falk puso algunas condiciones. Tendría participación en el armado del personaje, dirigiría al menos un episodio por temporada y las temporadas serían de pocos capítulos.

Su gran aporte fue en cómo moldeó a su detective. El piloto ajado lo trajo de su casa, eligió el auto de un depósito de autos semi abandonados que tenía el estudio al fondo de sus terrenos, ese Peugeot 403 del que no se podía decir cuál era su color. La morosidad y el desalineo también fueron aportes de Falk. Ya la diferencia de edad con aquello que habían imaginado sus creadores no era problema. Era torpe y parecía siempre distraído; recurría a los demás constantemente porque nunca tenía una lapicera para anotar una dirección importante o encendedor para sus cigarros baratos.

Era el Teniente Columbo. Sin nombre propio. Aunque los buceadores de archivos encontraron que en el quinto capítulo de la primera temporada se ve en la chapa policial que se llama Frank Columbo. Probablemente eso haya sido una licencia que se tomó quien grabó la chapa obligado a poner un nombre. Tenía una esposa a la que citaba constantemente pero que los espectadores nunca veíamos y un perro llamado Perro.

Los sospechosos solían ser de clase alta, millonarios, personajes influyentes. Subestimaban su habilidad. Columbo nunca quería parecer inteligente, pretendía pasar desapercibido, que no lo creyeran una amenaza para su impunidad. Nadie esperaba demasiado de él, esa era su ventaja.

Preguntaba nimiedades y cuando el culpable creía que había salido indemne, con el detective ya de camino a la puerta, giraba miraba a su interlocutor y decía: “Ah, sólo una cosa más…”. Ahí venía la pregunta demoledora, la que demostraba que el cerco se había cerrado sobre el homicida que hasta ese momento creía haber cometido el crimen perfecto.

Esa frase, según Levinson y Link, surgió de casualidad. En la obra teatral que habían escrito a principios de los sesenta, ya en los ensayos finales, descubrieron una laguna lógica en el texto. En vez de reescribir la escena, decidieron hacer regresar a su detective a escena con ese latiguillo.

Columbo era un detective único. No respondía a ningún modelo hasta ese momento. Lejos del galán o del playboy a lo James Bond, pero tampoco con puntos de contacto con Marlowe o Sam Spade, los detectives prototípicos de la novela negra. Ni siquiera se lo puede asociar a Sherlock Holmes. Él no va recolectando pruebas, acumulando pequeños indicios que los demás no ven haciendo gala de su ingenio y erudición. Columbo estudia a la gente, la lee. Escruta las conductas. Sigue sus instintos y los acorrala hasta que encuentra la verdad.

Un recurso, el misterio invertido, que fue muy novedoso para la época. Los relatos policiales en su mayoría se basaban en el Whodunnit, es decir determinar quién había sido el asesino. En Columbo regía el Howcatchem: los espectadores acompañamos el camino del detective hacia el descubrimiento, hacia la revelación final, hacia el apresamiento del verdadero culpable.

Esa estructuras siempre iguales, daban seguridad y fidelizaban a alguien que se sentaba cada quince días a ver su programa favorito (como las temporadas eran cortas, Columbo se emitía quincenalmente.

Sin embargo el más célebre de los que participaron sin pertenecer al equipo estable era ignoto en esos días y no aparecía delante de cámara. El primer capítulo de la primera temporada (cuando ya Columbo pasó a ser un programa estable, la tercera entrega desde su inicio), emitido en septiembre de 1971, fue dirigido por Steven Spielberg. El director había dirigido algún capítulo de The Psychiatrist, serie escrita por Richard Levinson y William Link, los creadores de Columbo, que no dudaron en llamarlo para este nuevo proyecto. El canal respetó la decisión de los productores que llevaban varios éxitos consecutivos. El que no se mostró tan dócil fue Peter Falk. Le habían dicho que el director era muy bueno técnicamente pero que su trato con los actores era deficiente y la dirección de actores nula. Falk tenía muy claro cómo quería interpretar a Columbo y deseaba evitar problemas en el primer episodio. Levinson y Link le mostraron algunos de los capítulos televisivos que Spielberg había comandado en los últimos meses y Peter Falk sólo tuvo que reconocer su talento. Años después el actor contó que tras ver esos episodios le dijo a los productores: “Este chico no puede dirigir Columbo. Está para mucho más”. Ese primer capítulo estuvo escrito por Steven Bochco, creador de Hill Street Blues y de NYPD Blue. La dupla Spielberg- Bochco debe ser la combinación más promisoria para un primer capítulo de la historia de la televisión.

DATO DE COLOR

Tres episodios sirven para dimensionar la popularidad de la serie en el mundo. Cuando a mediados de los setenta el emperador japonés Hiroito visitó Estados Unidos, le preguntaron a quien deseaba conocer personalmente. Hiroito contestó que sólo a dos personas: a John Wayne y a Columbo (en Japón ponían a la serie para competir contra los partidos de béisbol más importantes que transmitía el canal rival).

Rumania. El programa era un éxito colosal. El nivel de encendido batía récords cada vez que lo pasaban. Cuando la temporada de 1974 finalizó, la población rumana expresó su malestar. Tanto se tensó la situación, que el gobierno de Nicolae Ceausescu temió una revuelta. Ante la evidente falta de libertades individuales, los rumanos creyeron que el gobierno había censurado Columbo y que por eso no la pasaban más. Lo cierto es que las temporadas eran cortas pero ellos no lo sabían (como tantas otras cosas) y no le creyeron a sus funcionarios cuando alegaron eso. El gobierno rumano, preocupado, recurrió al Departamento de Estado de Estados Unidos. Pidió que le hicieran grabar un mensaje a Peter Falk para tranquilizar a los rumanos. Falk dijo unas palabras, agradeció el cariño y les explicó que nuevos capítulos llegarían el año siguiente. Pero Ceausescu rechazó la grabación. Pocos de sus compatriotas sabían inglés: el resto no iba a creer ni a los subtítulos ni al doblaje. Así fue que Peter Falk grabó un mensaje en rumano. Se aprendió palabra por palabra por fonética. Agradeció al pueblo rumano, prometió una visita que nuca haría y explicó que por el momento no habría nuevos episodios para ver. Después del mensaje los ánimos de los rumanos se aquietaron. Tuvieron que conformarse con las repeticiones que pasaban cada sábado y domingo por la noche.

EL ACTOR

Peter Falk era un personaje afable, gran contador de anécdotas y cada uno de los discursos en los que aceptaba premios era una gema humorística. Acá un ejemplo, el de los Emmys de 1976:” Hace un par de años estuve en una ceremonia parecida a esta. Allí intenté hablar de una serie de televisión con cientos de personas involucradas: actores, productores, guionistas. ¡Todo el equipo! Camarógrafos, sonidistas. Pero no hay una serie con éxito en la que los focos no se centren en una sola persona, dejando a todas las demás en la penumbra, y esa persona es el actor principal. Lo que estoy intentando decir es que creo que es un sistema muy sensato y que no me gustaría que lo cambiasen”.

Falk murió el 23 de junio de 2011, hace diez años. En los últimos tiempos padecía de Alzheimer.

Escribio para Junin 24

Matias Ezequiel «MurDock» Copes

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