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Homenaje de la familia González a Claudia Esper

Virales

Vecina de una pieza

Claudia Esper de Sottani, fallecida el 9 de julio de este año.

Dolores antiguos marcaron tu infancia y tu juventud. Ellos, sin quererlo tal vez, templaron tu alma para la seriedad de la vida y para vivir la vida en serio.
Supiste entonces de la vehemencia y de decir las cosas por su nombre, o, lo que es lo mismo, de no hablar de tus verdades sino de la verdad objetiva, de la que no te hiciste dueña sino apasionada servidora, de la que se acata o no se acata, pero que es esa verdad que siempre habla de realidades universales que van más allá de opiniones y de gustos.
Por lo mismo, no supiste de morigerar tus juicios, matizándolos como opiniones, puntos de vista personales, inquietudes subjetivas, etc., por el contrario, siempre seguiste verdades del tamaño de montañas, cosas que pocos se atreven a hacer, yendo la mayoría detrás del quedar bien y no detrás del bien, aunque para ello, es decir, para alcanzar el bien, haya que traspasar el umbral del sufrimiento.

Esta vehemencia tuya que hoy recordamos y tu particular arrollador empuje hablaban a su vez, creemos, de una búsqueda superior de la que tal vez no fueras del todo consciente: ibas con incansable ahínco tras esos bienes que se encuentran en toda su plenitud sólo en el Cielo, Cielo en el que siempre creíste y esperaste, y de cuyos Tesoros aquí abajo sólo vislumbramos fugaces atisbos.

Cuando tuviste que defender la vida del niño en gestación, por poner un particular ejemplo que te enaltece, nunca recurriste a eufemismos sino a las recias palabras que ofrece nuestro idioma para sostener las grandes causas, tal vez, la gran causa, que es la del indefenso que se quiere borrar del mapa. Porque si no defendemos esta causa, qué podemos defender con certeza. Fuiste tan clara y valiente que sos la envidia de aquellos que por oficio deberían haber sido algo más fieles y más taxativos en tan justa materia. Seguramente coros alborozados de esos niños salieron a recibirte hace unos días y te llenaron de su cariño y de su gratitud. Ellos son tu corona.

En fin, en tu vigorosa alianza de ascendencias árabe y española de las Vascongadas, tuviste tus mil locuras, que vos misma reconocías, ¿quién con tu porte y tu talante no las tuvo y no las tiene?, y que hacían tu vida más pintoresca, admirable y querible: nunca tuviste la cautela del gato sino la frontalidad del león.

Así, fiel a la vieja consigna, siempre fuiste recto, sin ceder en nada, sin fingir nada. Dura con tu alma, dura con tus deseos, dura con tu juventud.

Por todo ello y por mucho más, vecina querida, tené la seguridad de que te vamos a extrañar acá en el barrio y de que pronto, porque la vida vuela, estaremos juntos nuevamente, si Dios quiere, en ese Barrio Que No Tiene Fin y por el que tanto anhelaste.
Un abrazo entrañable y nuestra oración, de tus vecinos, la familia González.

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