supermercado 7 de agosto

Supermercado 7 de Agosto: El local bajó la persiana y los vecinos los despidieron entre lágrimas y abrazos

Locales

¿Vale la pena ser bueno? , fue la pregunta de un niño a Mónica, su mamá, hace seguramente más de 25 años. La respuesta no se hizo esperar, “a la larga, sí, vale la pena ser bueno”.

Pasó el tiempo y el miércoles, poco antes de las 21, aquellas palabras de la mamá a su hijo fueron una nueva respuesta pero convertida en hechos.

Para entender, habría que hacer un poco de historia. En 1983, Mónica Vega y Aníbal Di Rocco eran novios y ya habían comenzado a proyectar una vida juntos. Ella trabajaba en Frigoríficos Feber y él para El Calito. Unieron sueños y abrieron en calle Italia al 1400, con mucho esfuerzo, una despensa. Invirtieron todo lo que tenían, adquirieron los primeros productos, soñaron despiertos y comenzaron.

La respuesta de los vecinos no se hizo esperar.
Un año después, el 8 de diciembre de 1984 llegaría el casamiento. No abundaba el dinero asique la reunión familiar se iba a hacer en el patio de la casa, también en el mismo barrio, algo que los clientes obviamente sabían.
Pasarían los años, llegarían los hijos, -tres-, la compra de dos lotes a metros de la despensa, la construcción del supermercado 7 de Agosto que se inauguraba 9 años después del día que se vendía la primera botella de aceite, en Sanabria e Italia.

El crecimiento producto del esfuerzo que seguramente inculcaron a Mónica y Aníbal sus padres y que ellos a su vez transmitieron a los hijos. Nada se logra sin sacrificio. Ellos pudieron y el barrio respondió.

Luego llegaría la pandemia. “Fue decisiva” recuerda ella. Y se dijeron, “estamos sanos. Sepamos parar a tiempo”. La idea maduró al tiempo que otras complicaciones se fueron presentando.

De los cinco empleados que tenían, dos se fueron en pos del progreso personal. Y quedaron tres, que estuvieron hasta el día del cierre. Uno llevaba 30 años, los otros 13. “excelentes, son gente para recomendar. Los indemnizamos y ahora quieren descansar un poquito también porque siempre se pusieron el trabajo al hombro”.

Mientras tanto, “conformamos una familia”.
Una familia a la que con los años se fueron sumando los clientes, por decenas. Y fue un ida y vuelta. Nunca desapareció la “clásica libreta” en la que si la economía aprieta se puede comprar fiado. “A nosotros en este momento de inflación no nos redituaba el fiado pero nuestro clientes nos fueron fieles siempre…”añade Mónica.

EL CIERRE… LA SORPRESA
Y finalmente llegó el miércoles, el día del cierre definitivo. Para no sorprender a los clientes les fueron avisando quince días antes. Cuando apenas quedaban quince minutos para bajar la persiana de un sueño que había comenzado en 1983, a Mónica, Aníbal y los empleados, el bullicio de la calle les llamó la atención. Y Se asomaron.

Era el barrio despidiéndolos. Entre carteles que rezan Gracias entre muchas otras dedicatorias… aplausos… lágrimas…anécdotas. La gente aparecía de todos lados. Estaban los abuelos, sus hijos, los nietos. “Clientes fabulosos, un barrio divino y la gente que aparecía de todos lados”.

Cuatro días después, Mónica refuerza con cinta las pancartas que les dejaron los clientes en el frente del local cerrado.

El timbre de su casa sigue sonando. Ya sea una clienta que les dice “No son más almaceneros, ahora son vecinos”, o aquellos que gracias a la libreta fueron comprando fiado y hoy se acercan a pagar lo que debían.

Mónica y Aníbal iniciaron el camino siendo novios. Hoy se despiden ya abuelos y padres de tres hijos. Fue uno de ellos el que hace unos 25 años le preguntó a su mamá si valía la pena ser bueno. Indudablemente, sí. Y el barrio se los demostró.

COMPARTIR:
Supermercado 7 de Agosto: El local bajó la persiana y los vecinos los despidieron entre lágrimas y abrazos
Inscriben para el Salón de Artistas Juninenses “Horacio Alonso”
Junín anunció 100% de exenciones impositivas a Pymes
Seguir Leyendo:
Locales
LO MÁS DESTACADO
keyboard_arrow_up