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Por qué nos enamoramos más en verano

Salud

La venta de preservativos crece, se conciben más bebés y el ingreso a citas online aumenta en los meses más calurosos. ¿Qué pasa en el organismo cuando el sol y el calor aparecen?
Pampita con Pico Mónaco. María del Mar y Lucas Velasco. ¿Laurita Fernández con Federico Bal? Las revistas del corazón inundan las noticias con amoríos o pseudo-amoríos en el verano. El verano, como potenciador de hormonas y de espíritu romántico. La ciencia respalda el refrán popular hasta otorgarle legitimidad, validez y autenticidad al inconsciente colectivo que asocia al verano con el calor y con el amor. «Amores de verano» ahora tiene su defensa científica.
Esta alianza, de la que emergen principios como romanticismo, enamoramiento, sensualidad y sexualidad, ganó sustento en las teorías científicas. La ebullición emocional y hormonal le concede la razón a las elucubraciones populares. Voces distinguidas en neurociencias, psicología y sociología estudiaron la estrecha vinculación entre el amor y las estaciones estivales.
Además de las canciones alusivas, los poemas románticos y los libros ardientes, las cifras categóricas: el verano es protagonista de la era de gestación más prolífica con el 25% de los bebés que nacen en los meses septiembre y octubre, y la estación en la que la venta de preservativos aumenta un 15 por ciento, según datos de estimación mundial. Es más: publicaciones científicas revelaron incrementos significativos en los niveles de actividad sexual en los Estados Unidos durante las vacaciones veraniegas. Según estudios de la revista Archives of Sexual Behavior, en los meses más calurosos se multiplican las búsquedas en Google sobre sitios de citas.
El clima mejora, el tiempo de ocio al exterior aumenta, las interacciones sociales se multiplican, la oxigenación al aire libre se vuelve propensa, el amor brota. La psicología enumera estos conceptos para explicar que no sólo los factores hormonales estimulan las pasiones estivales. El calor prepara un escenario donde se origina el renacimiento de lo carnal, una alarma que despierta el deseo, la sexualidad y revoluciona las hormonas. La desinhibición, la semidesnudez, la apertura al placer y la libertad, el descenso en el nivel de estrés y preocupaciones recrean un campo próspero para el amor.
«La piel bronceada es más sugerente y atractiva. Las prendas de vestir son más ligeras e insinuantes, con colores muy intensos y estampados alegres y llamativos. El uso de menos tela en la ropa y el semidesnudo al tomar sol se convierten en incentivos que despiertan las fantasías sexuales que, a veces, pasan más inadvertidas el resto del año», describió la psicóloga y sexóloga Diana Resnicoff, directora del Curso de formación de sexólogos clínicos.
Walter Ghedín, experto en psiquiatría y sexología, analizó las sensaciones que experimenta el cuerpo humano en las épocas de calor con argumentos biológicos: «Las emociones placenteras y el deseo sexual se enciende en estas estaciones. Motivación, hedonismo, entusiasmo, intensidad y una reducción del estrés son algunas de sus condiciones favorables. Ya se ha probado que el sol activa la secreción de neurotransmisores como la serotonina y dopamina que resultan proclives para el encuentro amoroso».
La protagonista del amor en el verano es la serotonina: reduce la ansiedad, inaugura el campo de percepción, recupera el estado anímico y regula el estado de alerta ante situaciones límites. Esta combinación de factores favorece la capacidad para reaccionar mejor al arte de la conquista. «Las emociones agradables también impactan en la autoimagen generando más aceptación del propio cuerpo con la consiguiente disminución del pudor y los prejuicios», amplió el especialista y destacó otra sustancia que interviene en la escena romántica del verano: la oxitocina, famosa por ser denominada la «hormona del amor». «Favorece la conducta del apego: su secreción alcanza niveles más altos cuando hay estímulos sociales», agregó Ghedín, quien vinculó las condiciones climáticas agradables con la escapada del aislamiento y una mejor predisposición para la sociabilización.

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