Dalila IppolitoEstefanía BaniniFútbol FemeninoMariana LarroquetteMundial 2023Mundial FemeninoSelección Argentina

Asumir es crecer

DeportesNacionalesSociedad

Para una selección emergente como la de Argentina, la historia que se contará cada cuatro años depende en gran parte de la suerte que arroje el sorteo de los grupos del Mundial. En 2019, fueron Inglaterra y Japón, que hoy están confirmando ser de avanzada, clasificadas ambas y con mucha holgura a octavos de final. Aquella Copa del Mundo generó una revolución, planteó los cambios que el fútbol del país necesitaba como base para comenzar a transitar un camino parejo de crecimiento. No fue inmediato, más allá del golpe de efecto que ese mismo año se buscó dar con una profesionalización que todavía está en proceso. A nivel de selección, el ciclo de Germán Portanova como entrenador no comenzó hace cuatro, sino hace dos años y medio.

Al Mundial de Australia y Nueva Zelanda, Argentina llegó con muchas de aquellas demandas satisfechas. Los vuelos, los hoteles, los lugares y materiales de entrenamiento, los profesionales a disposición, las políticas deportivas de AFA orientadas a acelerar el desarrollo, que no es lo mismo que pensar que ese desarrollo no sigue siendo lento como todo lo que tiene que empezar a construirse desde cero cuando muchos otros contra los que toca competir llevan décadas poniendo ladrillos. Y en el único de los aspectos que está librado por completo a la suerte: Suecia, Italia y Sudáfrica; dijo el sorteo.

En un juego de preguntas y respuestas hay dos maneras de asumir la derrota. Una es entender que hay otrx que sabe más que vos. Otra es pensar que a otrx le tocaron las preguntas más fáciles. El fútbol, cualquier deporte de competencia, ofrece opciones muy parecidas. Al perder se puede aceptar que el rival fue mejor o se puede recurrir a cualquier tipo de teoría conspirativa, denunciar la tarea arbitral, demandar que tendría que haber jugado la que no jugó, para lo que responsablemente habría que señalar también a quién de las que jugó y no tendría que haber jugado. En el fútbol, explicar la victoria y la derrota a veces es tan simple que se vuelve inaceptable.

En el marco de una nueva Copa del Mundo, el fútbol femenino en Argentina vuelve a estar en un momento bisagra para determinar qué quiere ser. Si quiere ser un cúmulo de justificaciones ideológicas que no permitan asumir las derrotas o si quiere afrontarlas en pos de mejorar. La tranquilidad en este caso es que las jugadoras de la Selección Argentina, que son las verdaderas protagonistas de la historia aunque haya demasiada gente intentando ponerse a la par, entendieron que sus rivales fueron mejores. Y transmitieron el mensaje para mejorar, no para destruir.

Lo entendió Estefanía Banini cuando tomó la palabra tras la derrota en el debut contra Italia, porque se encargó de destacar que el equipo había dado claros signos de crecimiento futbolístico pero no hizo ni el más mínimo intento de ocultar que en el complemento las europeas las habían superado físicamente, incluso cuando en ese aspecto también fue notable la mejoría de las nuestras. Toda una señal de alarma de la referente para comenzar a trabajar de manera diferente desde las categorías formativas hasta el fútbol profesional.

Lo entendió Mariana Larroquette cuando dijo que contra Sudáfrica, en el partido al que lxs de afuera que no quieren ser de palo le ponían todos los porotos por que fuese la primera victoria en la historia de los Mundiales sin haber visto nunca antes en sus vidas un partido de las campeonas africanas -ni siquiera en este Mundial que lo tuvieron a mano-, habían regalado el primer tiempo. ¿Qué quiso decir? Que jugaron mal. ¿Es una deshonra? No, es una posibilidad que pueden permitirse desde Estados Unidos hasta Vietnam. El equipo cambió la cara en el segundo tiempo y no le alcanzó. Fue empate en el partido que a ellas mismas le habían cargado en las espaldas como el que tenían que ganar.

Tras la derrota con Suecia que decretó la eliminación del Mundial, anecdóticamente cosechando un punto menos que en 2019, otra vez lo entendió todo Estefanía Banini, la ausencia que más lamentaremos de ahora en adelante. También Dalila Ippolito, quien será una de las encargadas de recibir a las nuevas generaciones y transmitirle las identidades generadas durante ocho años compartidos con las que ya no estarán. Ambas aceptaron que incluso cuando las suecas guardaron titulares, fueron superiores.

Entendieron que si Argentina perdió no fue por algún cambio que hizo tarde el entrenador, ni por una jugadora que tendría que haber jugado y no jugó, para lo que necesariamente habría que decir con el mismo énfasis quién de las que jugó no tendría que haber jugado. Entendieron, también, que Suecia mereció ganarles incluso cuando ellas lo jugaron con el corazón, cuando se dejaron la vida intentando que la historia se contara diferente.

Argentina se las arregló para contener a las últimas subcampeonas olímpicas durante una hora. Allí consumió todas sus energías y haberlo logrado es todo un mérito. De hacerle daño, de conseguir la victoria histórica que le demandaban desde afuera, de meter un gol que realmente la pusiera a soñar con el pase a octavos de final, no estuvo ni cerca. ¿Es una deshonra? No, era una posibilidad.

En 2019, las jugadoras de la Selección Argentina no pidieron cambios para en cuatro años poder ganar un partido en un Mundial. Los pidieron para que representar la camiseta celeste y blanca también para ellas fuera un privilegio. Los pidieron para que decenas de miles de jugadoras empiecen a jugar con oportunidades y un panorama muy diferente del que tuvieron ellas. Las que hoy se despidieron, saben que dejaron ganada la mitad de la batalla y que son otras las que la tendrán que completar. Que la batalla algún día esté completa, no las obligará a jugar como Alex Morgan, ni como Alexia Putellas, ni como Marta -que por cierto tampoco jugará octavos-, ni como Jill Roord, ni como Alessia Russo.

Pensá en la liga de la ciudad que quieras, en el fútbol más profesional y en el más amateur. Pensá si algún equipo no le pone el corazón. De todos modos, la clasificación va a mostrar siempre un primero y un último. Si a nivel estructural todos los equipos hicieran las cosas igual de mal, habrá un primero y un último. Si todos los equipos hicieran las cosas igual de bien, habrá un primero y un último. Si a nivel ideológico todos los equipos transmitieran el mismo mensaje, un primero y un último. Si todos emplearan la misma táctica, un primero y un último. El fútbol, en el barrio y en el Mundial, primero se explica con fútbol. Perder tiempo tratando de inventar cualquier otro tipo de teoría atrasa todo el tiempo que se quiere adelantar.

Seguir Leyendo:
Deportes‎ ‎ |‎ ‎‎ ‎Nacionales‎ ‎ |‎ ‎‎ ‎Sociedad
LO MÁS DESTACADO
keyboard_arrow_up