Además de una medalla de bronce que parece valer más que dos de plata, la Copa América de Brasil nos dejó con la extraña sensación de que Messi no fue Messi. Algunos lo celebran y otros lo lamentan.
Messi lideró, ya no en voz bajita, adentro y afuera de la cancha. Cantó el himno, de a ratos lo gritó. Atendió a la prensa después de cada partido. Messi jugó poquito al fútbol. Por lo menos mucho menos de lo que suele jugar. Y encontró la fórmula del aplauso argentino.
Pero el Messi temperamental, hasta por momentos peleador, aprendió también que con la Conmebol no se mete ni Messi.
«En toda la Copa América se cansaron de cobrar boludeces y hoy no fueron nunca al VAR», se había quejado el capitán argentino tras la derrota en semifinales ante Brasil, partido en el que tanto él como sus compañeros se sintieron perjudicados por la actuación de los que son cada vez mayor número de árbitros pero siguen cometiendo los mismos errores.
Ni 45 minutos de actividad le tomó a Leo Messi toparse con la represalia de Conmebol. La Pulga apoyó la mano en la espalda de Medel y después se dedicó a plantarse ante tres pechazos del chileno. El árbitro los expulsó a los dos. Y es que el que las hace las paga. Caro. Carísimo cuando la justicia es mafia.
Por Juani Portiglia