Fue su primera vez en la cancha central del mítico All England Lawn Tennis and Croquet Club. Fue su primera vez en Wimbledon. Y fue la mejor actuación de un argentino en el certamen. Se cumplen 15 años de un día inolvidable para el tenis argentino y para David Nalbandian. El día que empezó a coquetear con la gloria y jugó la final del Grand Slam inglés.
El cordobés tenía apenas 20 años y escasa experiencia en césped. Pero se encontró con un torneo extraño con caídas sorpresivas como las de Pete Sampras, Marat Safin y Andre Agassi, todas en segunda ronda.
Lleyton Hewitt con el trofeo y David Nalbandian a su lado, con la bandera argentina tars la final de Wimbledon. AFP
Así se empezó a limpiar el camino para el hombre de Unquillo, que tres años antes había gritado campeón allí en junior jugando en pareja de dobles junto a Guillermo Coria.
Ahora la historia presentaba escalones mucho más difíciles de sortear. «Sampras, que hubiera sido mi rival en la tercera rueda, perdió en la segunda en cinco sets contra el suizo George Bastl. Pasé de tener uno de los peores cuadros a los mejores. Increíble; el destino», recordó David en una entrevista.
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El camino del unquillense, por entonces número 32 del ranking de la ATP, arrancó con triunfo en cuatro sets frente al español David Sánchez. Luego derrotó 7-6, 7-6 y 6-3 al francés Paul-Henri Mathieu. Y en tercera ronda, gracias al guiño del destino, arrasó con Bastl con un triple 6-2.
Ya estaba en la segunda semana. Su nombre ya empezaba a circular con más fuerza por los medios argentinos. «Allí me empecé a sentir peligroso. Cuando le gané a Bastl, me di cuenta que tenía chances de ganar un par de partidos más”, admite Nalbandian.
David Nalbandian festeja tras su triunfo ante el belga Xavier Malisse que le dio el pasaje a la final de Wimbledon 2002. AFP
En octavos le tocó el australiano Wayne Arthurs, especialista en césped, que le dio batalla pero no pudo con el Rey. Batalla peleada y victoria en cuatro sets para instalarse entre los ocho mejores, algo que había conseguido Guillermo Vilas en 1975 y 1976.
Para llegar a la final faltaban dos cruces tremendos y a cinco sets. El de cuartos contra el ecuatoriano Nicolás Lapenti y el de semis frente al número cinco del mundo, el belga Xavier Malisse. Ambos tuvieron trámites similares y terminaron siendo grandes muestras de carácter para el cordobés, que ganó los dos primeros sets, perdió los dos siguientes pero terminó inclinando la balanza para su lado en el quinto.
Entonces, la final. Su primera vez en el court central de Wimbledon. Y frente al número uno del mundo. Frente a una máquina como Hewitt, que a su estilo, lograba triturar mentalmente a los rivales y los sometía a su tenis.
David Nalbandian en acción en la cancha central de Wimbledon durante la final ante Lleyton Hewitt en 2002. AFP
Nalbandian dio muestras de su entendible nerviosismo. Y el australiano no tuvo piedad. Fue 6-1, 6-3 y 6-2. Hewitt se convirtió en el primer tenista de su país en levantar el trofeo en Wimbledon desde 1987, año en que lo había ganado Pat Cash.
Pero a 15 años de aquella final, Nalbandian es el que se queda con los mejores recuerdos. Un día bisagra. El comienzo de una carrera que presentaría muchos más.