De Junín a Tokio: Medalla de oro al aguante de la familia de Bianca Farriol

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No importa si son las nueve de la noche, las dos o las cinco de la mañana. En Junín siempre va a sonar una alarma o va a llegar un mensajito de WhatsApp que de el aviso de que es turno de que Bianca Farriol y Las Panteras salgan a la cancha en los Juegos Olímpicos de Tokio. Solo hace falta dar un par de pasos hacia dentro de la casa para empezar a sentir ese olorcito de familia, que irá presentándose de a poquito alrededor de una mesa grande que invita a la reunión. Su tía Nadia, la abuela Mercedes, la primita Abril, que con 5 años ya declaró que ella también quiere ser olímpica, y su abuelo Antonio.

Hace alrededor de 15 años, cuando los abuelos decidieron venir a instalarse a Junín cansados de la inseguridad del conurbano bonaerense, no había indicios de que la nena de nada más que cuatro años que se quedaba con sus papás en Buenos Aires, jugando a las muñecas, fuera a llevar alguna vez el apellido familiar a la competencia deportiva más importante del mundo. Muchos años después todavía no los había. Y es que todo pasó de golpe, como en las películas.

«Mi mamá era de Junín. Tengo a todos mis primos acá. Nosotros somos de Buenos Aires, pero hace 15 años nos vinimos a vivir acá. Cinco asaltos tuvimos allá, por eso nos vinimos. Una vez entro al ciber que teníamos y la veo a ella (Nadia) arrinconada. Le digo ¿qué estás haciendo? Sale otro de atrás, me apuntó y me dijo quedate tranquila. Por suerte los chicos ni se dieron cuenta», recordó Mercedes. «Bianca estaba en el ciber, jugando», la completó Nadia.

Bianca Farriol pudo ser modelo, también jugadora de handball, pero con 19 años ya se convirtió en una de las mejores centrales del vóley argentino, lo que la llevó a firmar el año pasado con el Béziers de la Liga A francesa y a vivir el sueño de disputar sus primeros Juegos Olímpicos, en que Las Panteras estarán cerrando su participación en la madrugada de este lunes, buscando su primer triunfo ante China.

«Ella empezó siendo modelo de Piazza. Le iba re bien», contó Nadia Farriol. «Incluso fue elegida para ser Miss Argentina y cuando se enteraron que tenía 15 años la bajaron. Entonces se empezó a preparar para cuando tuviera 18. Hasta que Piazza le recomendó hacer un deporte«, le agregó Mercedes. Lo que el diseñador no sabía es que desde ese momento la estaba perdiendo de las pasarelas, porque la esperaban redes y canchas del mundo entero. «Ella quiso hacer handball. Fue a la Universidad de La Matanza para empezar a practicar. La vio un entrenador y le dijo que por su altura y todo eso, el deporte para ella era el vóley. Y así arrancó. Ni siquiera llegó a hacer una práctica de handball. Piazza la llamó después para saber si iba a volver, pero ella ya había elegido el vóley. Para mi sigue siendo una nena. Fue todo muy rápido. Fue a hacer un deporte, la metieron a otro y terminó jugando en la Selección Argentina, ya desde juveniles«, remarcó su tía.

LA PEQUEÑA BIANCA

Como si le faltara a la película de la central argentina alguna escena de dramatismo, Bianca Farriol llegó al mundo en plena crisis del 2001, cuando en medio de las corridas y los saqueos comenzaban a desfilar los presidentes de un día a otro. «¡Cómo lloré con esos saqueos! ¡No sabés lo que era! Iba a las 2 de la tarde a ver a mi primera nieta y veía cómo se metían en los supermercados para llevarse todo. A la noche veíamos las corridas. Parecía una guerra. Fue terrible. Era no dormir de noche, porque se rumoreaba que iban a entrar a las casas del barrio», recordó Mercedes. Los recuerdos también son vívidos para Nadia, que tenía nada más que 15 años: «Esa noche yo cuidé a mi cuñada en la clínica, que estaba cerca de un Carrefour. Me acuerdo que estaba toda cerrada porque tenían miedo que ingresaran. A la mañana me viene a buscar mi hermano para llevarme a la casa de ellos allá en Buenos Aires. Llego y mamá me agarra del brazo y me encierra en el baño diciéndome van a entrar a las casas. ¡Un caos!».

Pero en medio del caos nació una nena tranquila, que le pone notas de orgullo a las voces de cada uno de los integrantes de la familia cada vez que recuerdan que jamás dio problemas, que siempre fue muy educada y que aprendió rápido que la humildad era un valor que no debería perder ni siquiera cuando equipos de todo el mundo se pelearan por ella.

«Es la hija y la nieta perfecta, todas en la familia. Una chica buena, dulce. Nunca hizo un problema por nada. Si tengo que pensar en algún dolor de cabeza que mi nieta le haya dado a sus padres, no podría decir uno. Y la humildad ante todo, el respeto. Lo que pasa es que Bianca a veces parece ser antipática por lo tímida que es», dijo el abuelo Antonio, que recién volvía de trabajar y fue tomado por sorpresa por el grabador. «Siempre fue una nena muy tranquila, obediente, familiera. Nunca dio ningún trabajo», agregó Mercedes.

Cuando empezó el colegio, todavía nadie sospechaba sobre su futuro deportivo, porque tal y como se encargó de aclarar Nadia, no era como el típico chico que a los 6 años ya corre atrás de una pelota. Más bien jugaba a las muñecas y con el tiempo empezó a perfilarse para modelar. Pero ya en la secundaria tuvo que aprender a hacer malabares para jugar ya con las exigencias del alto rendimiento y no descuidar sus estudios.

«Ella siempre quiso terminar la secundaria. Incluso River la quiso llevar y le daba un departamento en calle Libertador. Pero ella no quiso porque le quedaba lejos. San Lorenzo le dio más opciones para que estudie. También gracias a Dios donde ella estudiaba entendieron su situación. Porque el último año de secundaria 45 días pudo ir a la escuela. Pero rindió todo, le mandaban los trabajos y ella los hacía. Andaba por todos lados. y nunca se llevó ni una sola materia. Lo de Bianca es el sueño cumplido por ella sola. Porque no tenía a nadie en la familia que fuera deportista, que tuviera contactos. Todo lo hizo sola.  Ella perdió muchas cosas de la escuela, no fue al viaje de egresados, perdió el viaje de los 15 a Disney porque también estaba jugando. Y es una chica que hace caso», contó la abuela orgullosa.

LA GIGANTE BIANCA

Aunque en la familia la sigan viendo como una nena, el deporte de alto rendimiento lleva a crecer de golpe, casi sin darse cuenta. Los viajes, la responsabilidad, las experiencias acumuladas en competencia, el aprender a convivir con la presión, a convivir con la opinión de los demás, todo el combo va forjando la madurez acelerada. Por suerte, cuando todo se vuelve demasiado peso sobre los hombros, se puede enrollar el hilo para volver al núcleo de contención y recargar energías.

«Al principio le pasaba que como le iba tan bien se le presentaban diferentes oportunidades que a las que practicaban desde los cinco años por ahí no. Entonces le hicieron una especie de bullying», contó Nadia. «Ella una vez me llama mal y me dice avisale a mi mamá que me venga a buscar. Y yo le dije Bianca, ¿sabés lo que tenés que hacer? Meterte en tu cuarto, agarrar un libro y ponerte a leer. No les des bolilla. No entres en ese juego. Al principio lo sufrió», agregó Mercedes. «Después ella tuvo la suerte de que Yas Nizetich la apañara mucho. Inclusive le hicieron un reportaje en el que dijo que ojalá a Selección siguiera con la fuerza de las chicas que venían de abajo, como Bianca y Victoria Mayer», completó Antonio.

Aunque el crédito como la primera voleibolista de la familia bien puede pertenecer a Nadia, ella misma se sacó el título y dijo que para ella fue más bien una actividad colegial. En casa de los Farriol, entonces, el deporte de cabecera siempre había sido el fútbol. Claro que ahora no se pierden un partido de Bianca, sea en Francia o en la Selección, siempre que la televisión que tantas veces mira para otro lado lo haga posible.

«Mi viejo es hincha de Colón. Y después somos casi todos de Boca, incluida Bianca. Mi mamá, mi nena y Nuria (la hermana menor de Bianca) son de River. Cuando salió campeón Colón hubo videollamadas festejando. Eso tenemos, que somos muy unidos. Cualquier logro de cualquier integrante de la familia se festeja. Se acompaña en lo bueno y lo malo. De chicos íbamos a la cancha. Cuando Bianca empezó con el vóley empezamos a ir todos al vóley. Sé que si Bianca no hubiera jugado no lo seguiríamos así. Los Juegos Olímpicos igual me gustaron siempre. Incluso arranqué vóley acá en Rivadavia, pero fui muy poco. Y ahora quiere arrancar ella -señala a la pequeña Abril- que está a full. . Cuando fue al Mundial de Santa Fe, con Las Panteritas, nos fuimos todos. Nos conocimos con todas las familias de las otras jugadoras. Escuchábamos como nenes le gritaban a Bianca, una locura. Nosotros estábamos en la cancha y veíamos todo vallado, la gente del otro lado. Increíble.», explicó.

De golpe llegó una pandemia que cortó con muchas rutinas familiares y atrás la primera oportunidad para que Bianca saliera a jugar al exterior, tras pasar por San Lorenzo, con la camiseta del Béziers. La despedida fue atípica, porque no pudieron juntarse como acostumbraban. «Antes no pasaban 15 días sin que nos viéramos. Nos vamos juntos de vacaciones, todo. Cuando Bianca, que estaba jugando en San Lorenzo, se fue a jugar a Francia, nosotros no pudimos despedirla. Hicimos videollamada. Nos despedimos por WhatsApp, a moco tendido. Después le hice un video con fotos, mi vieja dijo unas palabras. Ella se fue en agosto y recién la volvimos a ver en diciembre, que vino para las fiestas. Y antes que se fuera la habíamos visto recién en febrero», contó Nadia. «En diciembre ella se vino a Junín para pasar Navidad. Año nuevo lo íbamos a pasar todos en Buenos Aires. Pero en Europa llegó la segunda ola de contagios y volvían a cerrar todos los aeropuertos, así que se tuvo que ir», añadió Mercedes.

LA OLÍMPICA BIANCA

Lo que logró Bianca Farriol no lo ha conseguido ningún deportista argentino en la historia. Comenzar a practicar un deporte y disputar cinco años después unos Juegos Olímpicos es un privilegio que nadie más puede presumir. Porque la central de Las Panteras ni siquiera formó parte de los procesos formativos más tempranos, arrancó a jugar al vóley con 15 años y con 19 manda saluditos desde Tokio. No puede ser posible. No existe nada igual. Pero es así.

«Es terrible. La mayoría de las jugadoras de Las Panteras son muy jóvenes. La diferencia es que vienen desde muy chicas entrenando. Ojalá que sean muchos Juegos más. Argentina es la segunda vez que va con el vóley femenino», dijo Nadia. Y mercedes agregó: «El sueño de todo deportista es llegar a los Juegos Olímpicos. Se habla mucho de que nadie puede traer nada. Pero el año pasado tuvieron todas las puertas cerradas, no podían hacer nada. La nadadora que salió octava (Delfina Pignatiello) el año pasado entrenaba en la pileta de la casa. Después lloraba pobre piba. Reclamar no es hacer campaña. Yo no tengo camiseta de nadie, porque con mi marido laburamos toda la vida y tenemos que seguir laburando, sino no comemos. Pero la realidad es que no ayudaron a los deportistas que están representando a nuestro país».

Con el desfile inaugural de los Juegos Olímpicos de Tokio, desde la lejanía de Junín la familia Farriol vivía el primer gran sacudón emocional de una seguidilla que no dio respiro y que este lunes empezará a cerrarse con el último partido de Las Panteras, ante China. «Cuando se fue a los Juegos no habíamos hecho videollamada. Fueron mensajes deseándole un buen viaje y esas cosas. Cuando desfiló Argentina, yo me lloré todo. Aparte estaba indignada porque los argentinos entraron todos juntos, saltando y no veía nada, jaja. Unas ganas de decirle correte de ahí que te quiero ver. Ella después hizo un vivos por Instagram, re lindo. Fue emocionante verla. Después Julieta Lazcano hizo un vivo con Bonadeo, justo la enfocó a Bianca y ella dijo unas palabras. Es muy de bajo perfil«, relató Nadia como si volviera a vivir el momento.

Y agregó: «Ellas jugaban contra Estados Unidos al otro día. Después subió una historia y le mandé. Te amo, te extraño, fuerza para la próxima. Le dije, entre nosotras, me lloré toda la presentación. Ella me dijo, yo estoy acá y es como que todavía no caigo. Es una experiencia única, un partido atrás de otro. Encima terminan los Juegos Olímpicos y se van a Colombia para la clasificación al Mundial. Y de ahí se va para Francia, que clasificaron para la Champions. Va a ser un año tremendo».

Después tocó empezar a sufrir con cada partido, a convivir con las opiniones de quienes sin ser seguidores frecuentes del vóley argentino se sumaron al magnetismo olímpico sin terminar de entender en qué circunstancias y con qué aspiraciones llegaron a Tokio Las Panteras. Todo un trabajo que, al igual que sucede con Bianca, necesita de un verdadero entrenamiento para poder sobellevar.

«Sufro mucho cada partido. Encima la zona que les tocó es re difícil. Tengo conocidos que por ahí me ven y me dicen ah, perdió tu sobrina. ¡Y sí! Prefiero perder y estar en Japón con 19 años siendo parte de un Juego Olímpico. Esa experiencia queda. Perdió, pero sacó una experiencia enorme de ahí y tiene todo el futuro por delante. De mi parte no me enrosco con lo que se pueda decir. Y ella tampoco», explicó Nadia.

«El primer partido que perdió sí tenía un humor de perros», dijo la abuela Mercedes. Y Nadia agregó: «Esa mañana, cuando mi hermano habló con Bianca, me dijo que ella sentía que no había jugado bien. Pero le hicieron un re partido a Estados Unidos. Para nosotros jugó re bien. Obviamente ella quiere ganar. Yo no soy deportista y si juego a algo quiero ganar. Por ahí con eso estaba medio bajoneada. Pero más allá de eso no se enrosca. Sabe que la zona que les tocó es muy difícil. Creo que no le hace demasiado caso a esas críticas. En eso también tiene mucho que ver el apoyo de la familia. El siempre estar alentándola de buena manera».

Porque la familia es de esa clase de hinchas que no se guían por los resultados y que saben que hay una medalla que vale más que el oro, como dijo el abuelo Antonio deseando que el mensaje llegue de Junín a Tokio y le toque el corazón a la nieta que ya espera volver a ver para decirle, como si hiciera falta a estas alturas, cuánto orgullo le hace sentir. «Hay una sola palabra que le quiero decir a Bianca. Que sea feliz. Condiciones tiene, muchas. Pero lo más importantes es que sea feliz».

Por Juani Portiglia

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