El momento más esperado llegó. Emanuel Ginóbili tomó el micrófono y todos los presentes en el estadio AT&T Center, que se hicieron presentes para ver el retiro de su emblemática camiseta número 20 en San Antonio Spurs, solo se limitaron a oírlo. En realidad, todos los fanáticos de Manu alrededor del mundo pusieron su mayor atención. Durante el emotivo discurso que duró más de diez minutos, el bahiense hizo un repaso de su brillante carrera. Contó imperdibles anécdotas con sus compañeros en los Spurs, con los de la Generación Dorada y los entrenadores que lo marcaron, como Gregg Popovich.
También les dio un mensaje a los argentinos y a los fanáticos de la franquicia texana que lo adoptaron como propio. El momento más emocionante llegó cuando les brindó sentidas palabras a su mamá, a su papá, a sus tres hijos –Dante, Nicola y Luca–, y a su esposa Marianela «Manny» Oroño. Aunque lo intentó, Manu no pudo contener las lágrimas y al final se quebró, mientras desde lo alto se descubría la camiseta número 20 que quedará inmortalizada.
EL EMOTIVO DISCURSO DE MANU GINÓBILI
«Mis expectativas eran tener una buena carrera en Europa, quizás, con el equipo nacional, pero en un abrir y cerrar de ojos, terminó mi carrera, gané campeonatos y tengo a estas leyendas a mi lado, que admiro. Me gustaría darles un apretón de manos a cada uno de ustedes».
«He sido muy afortunado. Quiero reconocer a los que me acompañaron en Argentina, muchas personas me guiaron. Nací en una ciudad que vive el básquet de una manera especial, es una locura hablar de básquet. Nací en una familia que también respiraba básquet, uno no elige donde nace. Conocí una hermosa, inteligente mujer a los 20 años y me enamoré de ella. Y tuve suerte de que ella se enamorara de mí».
«No sé qué pasó en aquel draft, no sabía ni qué sucedía. Estaba con la Selección y me llama mi madre y me dice que los campeones de la NBA me habían seleccionado. A partir de ahí me di cuenta de que dependía de mí, que dependía de cuán bueno era. Y esa fue otra parte de mi suerte, terminar en una organización y una ciudad como esta».
«Esto es un deporte colectivo, aquí lo individual no tiene nada que ver. Quiero apreciar y ser agradecido, es el mejor momento para agradecer. Me puedo permitir emocionarme, pero no soy una persona melancólica. Estoy conforme con la decisión de retirarme, era hora de disfrutar de mi familia, de mis hijos. Primero quiero agradecerles a todos ustedes, a los fanáticos, llegué a la ciudad y no sabía nada».
«A los argentinos, por ahí pueden pensar que no influyeron tanto en mi carrera porque la mayoría fue lejos de casa. Pero estando lejos sabía de los esfuerzos para ver los partidos, quedarse hasta las tres de la mañana para ver los partidos, los gritos al televisor, los saltos en los sillones. Eso también me llegaba. Agradezco a los que están acá, que son muchos, y a los que están en casa».
«También agradezco a la organización de los Spurs. Entrenadores, preparadores físicos, videos, la manera en la que trataron a mi familia, a los doctores. He pasado momentos divertidos. Ha sido una familia. Mis compañeros y entrenadores que me enseñaron tanto. También a mis compañeros de la Selección y a los entrenadores que tuve en toda mi vida. Qué lindo fue jugar con ustedes, qué placer. Saber que en cada cancha nos íbamos a cuidar la espalda, que si ganábamos la íbamos a pasar bien, pero si perdíamos, la pasábamos mejor, sabiendo que íbamos a estar juntos y nos íbamos a decir cosas invalorables».
«A los que están acá y los que están en casa. Tony, Tim, ¿1.000 juegos fueron? Con una mirada sabíamos qué íbamos a hacer. Estoy muy orgulloso de haberlos conocido y haber jugado con ustedes. Mis favoritos, Paty (Mills), Thiago (Splitter), Boris Diaw. A los 40 años era difícil dejar mi casa y ustedes se encargaron de mí. A Malik Rose, Sean Marks, David Robinson. A (Gregg) Popovich, un hombre inteligente, generoso, sensible, pero de carácter fuerte. Aprecio lo que hiciste por mí y por mi familia. Lo que aprendí de ti es más importante que el básquet y eso es invalorable».
«Papá y mamá, dónde estén. Gracias. Mejor que no los pueda mirar a los ojos. Gracias por darnos todo lo que necesitábamos, aunque a mamá mucho no le gustó al principio porque querías un doctor, contador o abogado, pero me diste la libertad siempre. Papá, fanático del básquet, jamás interferiste en nada, pero siempre te sentí al lado cuando te necesité, eso vale más que cualquier consejo».
«Ustedes tres (señala a sus hijos Dante, Nicola y Luca), no sé si entienden algo de lo que está pasando acá. Quiero que sepan que no estoy triste, estoy muy contento, esto es algo muy especial, y si por momentos lloro un poquito, es siempre por felicidad. Y lo que hacemos con mamá es siempre por el bien de ustedes. Los quiero. Se los digo siempre y se los voy a seguir diciendo hasta los 28 más o menos».
«¿Y ahora? Y a vos (se dirige a su esposa Marianela «Manny» Oroño), tendría que durar dos o tres horas el evento para agradecerte. Gracias por aguantar mis obsesiones por veintipico de años. Que la siesta tiene que ser a esta hora, que el silencio tiene que ser total, que no puedo salir porque juego mañana. Gracias por ayudarme a que todo esto sea más fácil y que solo tenga que pensar en jugar. Gracias por bancarte veranos y veranos, que tenía que ser un momento familiar en la playa, permitiéndome que fuera con los chicos a jugar a Londres, Japón, China, Mar del Plata, con los chicos. Gracias porque sé que te robé un montón de tiempo. Gracias por tu compañía, amistad, por hacerme quien soy. Gracias por tantas veces relegar tanto de vos para ponerme como prioridad a mí y a tus hijos. Voy a estar en deuda para siempre y calculo que tengo 40 ó 50 años para retribuirte».
«Tuiteé hace un par de meses que era mi retiro, fue un gran viaje. Gracias a todos, seriamente. A los que están acá. Gracias».