13 de junio de 2019. Marta Vieira da Silva se llena el pie de pelota y marca, de penal, el gol que pone en ventaja a Brasil ante Australia y que a la vez la convierte en la máxima goleadora en la historia de los mundiales, masculinos y femeninos. Curiosamente, sabiendo el enorme negocio que hay montado detrás del fútbol, ninguna empresa ni marca podría llevarse el crédito de haber participado de un momento de semejante trascendencia histórica. La explicación puede remontarse a la lucha que la propia Marta había iniciado muchísimos años antes y que en el Mundial más visto en la historia del fútbol femenino comenzaría a ganar.
Es que en la previa de esa Copa del Mundo disputada en Francia, ningún patrocinador le había ofrecido a la crack brasileña lo que ella entendía que merecía, entonces decidió que esta vez solo jugaría por ella, por sus compañeras, por su bandera y por las que venían detrás. Como camiseta, pantalón y medias por defecto llevarán siempre la marca con la que tenga contrato cada Federación; decidió que su protesta por las desigualdades en el fútbol comenzaría en los botines. Los lució negros, sin pipa ni tres tiritas ni felino. Sin nada más que una especie de bandera que ella misma hizo poner, conformada por dos cuadros celestes y dos rosas, que sería el símbolo del reclamo por la paridad salarial entre hombres y mujeres dentro de la Confederación Brasileña.
Poco de aquello se pudo notar durante las transmisión en vivo del encuentro, pues los directores de cámara de FIFA, adoctrinados, sabían muy bien qué debían y qué no mostrarle al mundo. En el resumen de goles oficial tampoco hay imágenes de la celebración de Marta levantando uno de sus pies y señalando la bandera de su botín. Porque una cosa es el discurso del ente rector del fútbol mundial y otra muy diferente su manera de actuar cuando las causas sociales y políticas amenazan con arruinar su gran negocio. Bueno, como pasa con cualquier clase dirigente… Por eso fue tan importante el aporte de los fotógrafos, en especial los independientes, que sí registraron desde diferentes ángulos la protesta de la número 10. Y una vez que todo eso se vuelca a las redes, la historia se cuenta sola.
«Más que apoyo, necesitamos respeto. Y dar valor es la mejor forma de mostrar respeto a alguien. En el deporte. En la vida. Por eso la equidad es algo por lo que todas y todos todavía debemos luchar. Y la hora de actuar es ahora», escribiría la propia Marta en su cuenta de Instagram, para dar todavía mayor impulso a todo lo que se estaba generando. No fue el mejor Mundial para Brasil, que se quedó en el camino en octavos de final tras caer 2-1 con Francia, el seleccionado local, en tiempo suplementario. Pero tal vez esa vez el trabajo más importante de Marta, su mayor objetivo, nada tuviera que ver con ser campeona del mundo.
“La CBF igualó los valores de los premios y los viáticos entre el fútbol masculino y el femenino, o sea, las jugadoras ganarán lo mismo que los hombres. No hay más diferencia de género en relación con la remuneración entre hombres y mujeres”, dijo hoy, jueves 3 de septiembre de 2020, Rogério Caboclo, presidente del organismo, a través de una conferencia de prensa virtual. Déjenme pensar que Marta lo escuchó en su casa, que se le puso la piel de pollo y de gallina, que habrá mirado al cielo buscando a ese Dios al que agradece siempre en lugar de reprocharle el mundo machista en que la obligó a nacer, y que se sintió campeona. Más que nunca.
Por Juani Portiglia