El fútbol fue lo primero que le llamó la atención. Pero cuando papá Marcelo comenzó a jugar al básquetbol en el equipo de la empresa telefónica en la que trabaja, ese deporte comenzó a seducirlo. Tanto molestó en su casa con su nueva pasión, que a los ocho años lo llevaron al club Los Indios, de Moreno, y desde ese momento no largó más la pelota anaranjada. Hoy Eric Flor molesta rivales dentro de la cancha. Eléctrico y movedizo como pocos sobre el parquet, el escolta de 24 años es una de las cartas goleadoras de Quilmes de Mar del Plata y una de las grandes revelaciones de la temporada de la Liga Nacional.
«De chico era más goleador. En Moreno, siempre me tocó colaborar mucho con la ofensiva. Cuando entré en el básquetbol profesional, empecé a tomarme el deporte de otra manera y a jugar más en equipo. Y hasta este año no había tenido actuaciones de tantos puntos», recuerda Flor en charla con Clarín, horas después de haber anotado 46 puntos (11-16 dobles, 6-12 triples y 6-8 libres) en la victoria sobre Ferro por 113-107, en doble suplementario, que le dio a Quilmes el pase a la final de la Conferencia Sur, donde chocará desde el lunes con San Lorenzo.
Flor hizo ingresar su nombre en la historia, porque como había sumado 41 tantos en el cuarto juego de la semifinal, se transformó en el segundo jugador argentino en la historia -y el cuarto contando los internacionales- en anotar 40 o más puntos en dos partidos consecutivos de playoffs. Nada mal para quien disputa su segunda temporada en la máxima categoría y la primera con muchos minutos en la cancha.
Flor dejó Los Indios a los 18 años. Pasó por Sportivo San Salvador, en Entre Ríos, y por Bragado, en la provincia de Buenos Aires, antes de llegar a La Unión de Colón, con el que disputó dos años el Torneo Nacional de Ascenso. Entonces pegó el gran salto y se incorporó al plantel de San Lorenzo para la temporada 2015-16 de la Liga Nacional. En el equipo de Julio Lamas jugó poco, aprendió mucho y gritó campeón. Pero después del festejo del título, sintió que era momento de ir por más.
«El paso por San Lorenzo me dejó muchísimas cosas. Me costó tomar la decisión de irme, porque el cambio suponía un riesgo y alejarme de mi familia. Pero vine a Quilmes en búsqueda de explotar, de tener más minutos y de ayudar más desde adentro de la cancha. Lo que conseguí y lo que colaboré para que estemos hoy en esta final no tiene precio. Me imaginaba un buen año, era optimista, pero no como el que estoy viviendo», analiza el bonaerense, con un metro y 86 centímetros de pura energía.
Eric se enorgullece de sus logros personales, pero prioriza las necesidades del equipo. «Creo que desde hace unos años, la filosofía de todo jugador ganador es darle al equipo lo que necesita. Yo no sé si ya soy un jugador ganador, pero quiero serlo. En los primeros meses del torneo me tocó ser la carta defensiva del equipo, el que trataba de anular al mejor del rival, el que corría la cancha, el que daba la energía. Y quizás en esta postemporada me está tocando un rol más protagónico en ataque. Soy un jugador muy intenso, pero sobre todo quiero ser un jugador ganador y darle al equipo lo que equipo necesite», analiza.
Admirador de Emanuel Ginóbili y consumidor del básquetbol de todo el mundo, sueña con vestir alguna vez la celeste y blanca y, por qué no, con jugar en Europa o en la NBA. Pero hoy tiene los pies bien plantados en la tierra.
«La NBA sería una locura, Europa otro sueño hermoso y la Selección… ¿Qué jugador no quiere jugar en la Selección? Pero no es algo que haya pensado, la verdad. Éste es mi primer año jugando mucho en la Liga y estoy disfrutando acá. En esta temporada en Quilmes evolucioné mucho. Tener tantos minutos y tantas posibilidades me hicieron crecer mucho de la cabeza, me hicieron volverme un jugador más concentrado, más enfocado… Sé que todavía tengo muchas cosas que mejorar en el juego, pero di un paso muy importante», asegura Flor, el escolta goleador que se metió en la historia del básquetbol argentino.