Barcelona se coronó campeón de la Champions League femenina por primera vez en su historia gracias al triunfo 4-0 sobre Chelsea conseguido en la final que se disputó este domingo en Suecia. El éxito deportivo del equipo culé cierra por todos lados y puede llegar a marcar el inicio del dominio español en el fútbol europeo.
Ver al Barcelona y al Chelsea por separado, en sus respectivas ligas y también durante el recorrido que hicieron para llegar a Göteborg, podía no hacer pensar en grandes diferencias futbolísticas entre ambos equipos. De hecho, la casualidad había querido que el fin de semana anterior los dos se coronaran campeones del torneo doméstico con solo unas horas de diferencia. Pero apenas la árbitra alemana Riem Hussein hizo sonar el pitido que dio por iniciada la gran final de la Champions League, el equipo culé dejó claro que esas diferencias hoy sí existen, en el juego y en lo psicológico.
Apenas habían transcurrido 40 segundos cuando las españolas soltaron su primera ofensiva y Lieke Martens reventó el travesaño del arco defendido por Ann-Katrin Berger. En la continuidad de la jugada, Fran Kirby, que venía de ser elegida como la mejor jugadora de la temporada en Inglaterra, quiso despejar la pelota con tanta mala fortuna que terminó rebotando en su compañera Melanie Leupolz, para tomar la dirección contraria y terminar clavándose en el ángulo de su propia meta.
Barcelona lo estaba ganando desde el vestuario y, si se quiere, por casualidad. Pero no tardó en justificar la diferencia desde el juego, con asociaciones entre Alexia Putellas, Aitana Bonmati y Jenni Hermoso; con el desequilibrio por ambas bandas que aportaron Martens y Graham Hansen como alas; incluso con las proyecciones siempre criteriosas de Leila
Ouahabi. En esos primeros 10 minutos, Hermoso con un remate cruzado y Aitana con otro que la arquera mandó al córner habían dado aviso de cuán peligrosas podían ser. A los 11, Graham Hansen desbordó por la derecha para lanzar el centro atrás que Hermoso no pudo impactar, pero producto de una infracción de Leupolz que la jueza sancionó como penal. La encargada de cambiar por gol fue la capitana Alexia Putellas, que a punto había estado de perderse la final por una lesión muscular que no la dejó estar al cien por ciento desde lo físico, pero que no la impidió de acudir al arte del engaño para posicionar todo su cuerpo como para rematar contra el palo al que eligió tirarse Berger, pero soltando luego la pelota en la dirección contraria.
Para ese entonces, el mérito de las dirigidas por Lluís Cortés era mucho más que dos goles de diferencia, pues habían conseguido anular al temible tridente de ataque integrado por Francesca Kirby, Pernille Harder y Sam Kerr, que le había aportado al Chelsea 68 goles en la presente temporada. En esa tarea fue decisiva la función de Kheira Hamraoui, parada como contención entre la defensa y la línea de volantes creativas, al igual que la seguridad y experiencia que aportó en la zaga Mapi León.
🔥 Fa 2️⃣4️⃣ hores…
— 🏆 CAMP1ONES 🏆 (@FCBfemeni) May 17, 2021
🤩 Quina nit!
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La avalancha de fútbol culé terminaría por sentenciar el destino de la final ya desde ese primer tiempo. A los 20 minutos, el mejor gol de la final sería producto del encuentro entre tres interpretes que hacen que el fútbol suene a música. Jenni Hermoso pivoteó de espaldas al arco para descargar una pelota que le llegó cedida por Leila, para que Alexia Putellas tardara nada más que medio segundo en ubicar el desmarque de Aitana Bonmati, cediéndole la asistencia filosa, de primera, para que esta se sacara a su última marcadora y definiera suave ante la salida de la arquera Blue.
El gol que definió el partido al que todavía le quedaba casi una hora por delante fue obra de Graham Hansen, que nada más tuvo que empujar en el área chica la asistencia de Lieke Martens, quien se encargó de hacer casi toda la tarea desbordando por izquierda, liberándose de la marca de Charles para entrar al área y ubicando a su compañera. 4-0. Demoledor.
En Chelsea se había ido mentalmente de partido Fran Kirby, producto de aquella fatídica jugada en el primer minuto; Pernille Harder estaba errática en la definición y Sam Kerr no tuvo la explosividad que mostró a lo largo de toda la temporada. Apenas la coreana Ji So-Yun encontraba claridad para el pase preciso que la caracteriza, pero no eran armas suficientes para hacer frente a un Barcelona que estaba incontrolable. Sí habrá que destacar la tarea que la entrenadora Emma Hayes hizo con sus futbolistas en el entretiempo. Evidentemente logró tocar sus fibras más íntimas para lograr que salieran a disputar con otra actitud el complemento pese a la diferencia que se juzgaba indescontable, para que se regalaran la posibilidad de demostrarse a ellas y al mundo por qué merecían estar jugando esa final. Lo consiguieron, porque la versión de Las Blues en la segunda mitad fue muy mejorada, especialmente con el ingreso de Guro Reiten y un significativo crecimiento en el juego de Francesca Kirby.
Quedó claro, también, que Barcelona decidió jugar con la diferencia, cediendo terreno y pelota a sus rivales para recuperar energías defendiendo en bloque, para dejar la sensación de que todo lo que sucedió en el terreno de juego, incluyendo los ataques de Chelsea, sucedieron porque el equipo culé así lo quiso. Entonces, solo restaba esperar al silbatazo final que permitiera celebrar esa coronación histórica.
El primer título de Barcelona en Champions League es premio a una gran temporada futbolística. Pero también tiene otras explicaciones que tiene que ver con eso que se demanda tanto a las dirigencias en el fútbol femenino: Creer. El club asignó un presupuesto millonario para cubrir los gastos de armado y salarios para la plantilla. Se reforzó con jugadoras extranjeras, sí. Pero nunca dejó de apostar a la formación de talentos en su cantera, lo que se explica en el hecho de que nueve futbolistas que ahora son campeonas de Europa hicieron todo el proceso de juveniles en la institución. Muchas de esas mismas jugadoras arrasaron con la Selección de España en las Eliminatorias rumbo a la Euro de 2022 y se perfilan para hacer lo mismo en la clasificación mundialista. La propia Jenni Hermoso reconoció que hace siete años decidió emigrar a Suecia para conocer qué se sentía jugar un fútbol súper profesional y ahora disfruta de poder hacerlo en su país. Porque los procesos, si se inician con hechos y no solo con palabras, funcionan.
Por Juani Portiglia