Sarmiento cayó 3-0 ante Newell’s en Rosario, por las semifinales de los playoffs por el segundo ascenso. Llegó a su fin una campaña con altos puntos de rendimiento, que no encontró reflejo el último sábado. Inicia el proceso de sanación. Y habrá en el horizonte desquite para quien quiera volver a intentar.
Final de temporada: el proceso de sanación
Lo primero que hizo falta fue el silencio, la introspección para empezar a valorar no solo lo que pasó el sábado en Rosario sino todos los eventos que se sucedieron a lo largo de un año completo de competencia tan vertiginosa que casi no dio lugar a detenerse. Cualquier análisis externo, inmediato, correría el riesgo de volverse injusto, dañino, carente de la observación de un sinfín de circunstancias que exceden al juego.
Lo segundo que hizo falta fue refugiarse en el circulo de pertenencia. Dejarse abrazar por quienes las descifran más allá de la pelota. Permitirse recibir el cariño, el agradecimiento, de quienes saben que en el fútbol no se va la vida incluso para quienes eligieron que en sus vidas haya tanto fútbol que a veces lastima. Y sana, siempre.
Lo tercero que hizo falta fue detenerse, por un instante, en el análisis de lo que sucedió el sábado. Ese juicio encontrará tantos veredictos como subjetividades dispuestas a plantearlo. Según la propia, Agustín Lavagnino recurrió para jugar en Rosario a lo mejor que tenía a disposición. Se inclinó por aquellas que más y mejores respuestas dieron a lo largo del año. Escogió para ellas el rol que mejor se adecuara a las propias intenciones de jugar, sin descuidar la manera de anular el plan ajeno. Se anuló, al menos en nuestro caso, el cómodo pero tan frecuente planteo futbolero de qué hubiese pasado si…
En el predio Jorge Griffa, sin embargo, el fútbol de Sarmiento no fluyó. Newell’s asumió el protagonismo y no tardó en convertir a Selena Wilson en figura destacada de la tarde. Una y otra vez la arquera de Rufino dio al equipo la opción de componerse, de reaccionar al asedio y plantar una disputa que se pareciera algo más a los últimos dos cara a cara, donde hubo argumentos de sobra para pensar que entre uno y otro equipo las diferencias no son las que existieron el sábado.
Lo cuarto que hizo falta fue pensar por qué pasó. En ese sentido, el ejercicio será muy similar al primero. Quedará librado al propio análisis de cada uno de los y las protagonistas. Al que de seguro ya se elaboró en caliente, todavía con el dolor a cuestas. Pero también al que volverá a plantearse cumplidos los diferentes estadios de sanación, lo que probablemente dará lugar a conclusiones diferentes.
Lo quinto que hará falta es despojarse del último capítulo y rebobinar la serie completa. Las Maestras disputaron 34 partidos en el año, de los cuales ganaron 23, empataron 6 y perdieron 5. Festejaron y se abrazaron en 78 goles. Recibieron mucho menos de la mitad. Por primera vez desde que compiten en AFA, tendrán a la goleadora de la temporada en Sofía D’Ambrosio, que aportó 25 a la campaña y de ninguna manera podrá ser alcanzada en el último partido que le queda al certamen por disputarse. Acompañaron y ayudaron al lucimiento que le permitió a Constanza Díaz consolidarse como convocada frecuente a la Selección Argentina Sub 20. Encontraron nuevos y valiosos aportes a consolidar a futuro. Reafirmaron liderazgos. Trascendieron los momentos de bajón con fortaleza de grupo. Se cuidaron entre sí. Encontraron mayor apoyo dirigencial. Construyeron la confianza que invitó a creer y a que se sumaran colaboraciones organizadas en comisión. Lograron que cada familia en particular se convierta en una sola que acompaña. Descansen, ustedes que lo pudieron todo jugando a la pelota, en el calor de ese gran abrazo familiar. Sepan que los hicieron transitar un año en el que se les infló tantas veces el pecho de orgullo que fue imposible registrarlo en la estadística. Sanen de la manera que elijan. Súbanse las y los que quieran a la próxima aventura.