Imaginá una selección en la que conviven un puñado de futbolistas profesionales con enfermeras, estudiantes, empleadas en diferentes comercios. Imaginá que esa selección logra sacar boleto a un torneo donde se medirá con las selecciones más importantes de Europa, con jugadoras que forman parte de esos grandes clubes que, aunque la diferencia con el fútbol masculino siga siendo abismal, sí pagan un salario que les permite dedicarse, y con holgura, plenamente al deporte que aman. Esa selección que acaba de hacer historia es la de Irlanda del Norte y el premio no será solo para ellas, sino para todas las generaciones que vendrán.
Irlanda del Norte es, futbolísticamente hablando, el país más desdichado de la Gran Bretaña. Allá también los futbolistas que militan en Primera División son en su amplia mayoría amateurs y lo seguirán siendo a menos que sean reclutados desde la todopoderosa liga inglesa, como prueba de las desigualdades que existen en todo reino por más unido que se precie de ser. Por eso la importancia de lo que ha conseguido el seleccionado femenino en un grupo compartido con una potencia como Noruega, un equipo en pleno ascenso como Gales, además de Bielorrusia y las Islas Feroe; que solo otorgaba un boleto directo a la Eurocopa que se realizará el año próximo, justamente en Inglaterra.
Habiendo estado en la tercera posición durante casi toda la primera mitad de las Eliminatorias, Irlanda del Norte metió un impresionante sprint final de cuatro victorias que le permitió desplazar a Gales de la segunda posición y acceder a un repechaje contra Ucrania, en una serie a todo o nada con partido de ida y vuelta. Allí comienza el excelente documental que realizó la Federación Norirlandesa de Fútbol. Un viaje por las motivaciones, los miedos, los sueños y el objetivo común de un grupo de jugadoras y su cuerpo técnico.
Una pequeña niña afuera del hotel las saluda mientras van subiendo al micro. Más tarde, en el último vestuario compartido durante las Eliminatorias rumbo a la Eurocopa, iban a recordarla y a decirse que tenían que lograrlo por ella. Para que todo fuese más fácil para las que las sucedieran.
«Una cosa que tengo que decir es esto: Si tienen miedo al fracaso, es mejor que no crucemos la línea blanca. Nunca tengan miedo del fracaso. Perder un partido de fútbol no es nada que temer y quiero que esa sea su mentalidad, desde el primer pitido hasta su último músculo. Den lo mejor de ustedes. Eso es todo lo que queremos. Nosotros cometemos cientos de errores..», dice el entrenador Kenny Shiels durante la charla técnica en la previa del partido de ida, que se disputó en territorio ucraniano. En ese instante la luz se corta en la sala, nadie puede ver a nadie. Y el DT continúa: «Pero se trata de cómo lidiamos con esos errores. Dentro de ustedes debe haber algo que las impulse. Pueden dejarse llevar por esos errores o conducirse por ustedes mismas. Sean autónomas. Y si no lo logramos, al menos podrán mirarse al espejo y decir que dieron todo lo que tenían por el equipo esta noche. Consigan su espacio en la habitación, donde solo estén con ustedes mismas. Ahí encontrarán las palabras necesarias. Las palabras serán sus compañeras. Buena suerte, muchachas. Vayan y tráiganlo».
Nada, ni siquiera ese corte de luz en la sala, había sido improvisado en el cuerpo técnico. Previo al primer partido ante Ucrania, el DT y su equipo de trabajo se habían tomado la tarea de buscar por toda Irlanda del Norte a jugadoras, puesto por puesto, que tuvieran las mismas características que las ucranianas.
Sarah McFadden es una sacrificada defensora que juega en el Durham de la Segunda División de Inglaterra. También es mamá y ha pensado varias veces en colgar los botines para estar más tiempo en familia. Pero hay un momento preciso que siempre le renueva las ganas de seguir y está ligado al orgullo que le genera defender la bandera de su país.
«Es tan extraño, porque cada vez que nos seleccionan me emociono mucho y aún así cuando llega esa carta todavía tengo ese pequeño sacudón y estoy tan orgullosa de ser seleccionada por mi país. Pasó mucho tiempo sin que pudiera jugar cuando me quedé embarazada por primera vez, era como tratar de esconderlo para no dejar de venir a los campamentos de entrenamiento e incluso le dije a Alfie (Kenny Shiels) antes que probablemente a nadie que estaba embarazada. Volver a la selección era uno de mis objetivos cuando pude volver a ponerme en forma. Jugar, volver a casa y verla era olvidarme de todo. Me dio mucha madurez. Se que si las cosas no salen bien, volveré a casa y me olvidaré de todo. Si no lo conseguimos, será lo peor del mundo. Pero seguiré estando orgullosa de haber llegado a donde llegamos«, contó la jugadora de 33 años previo a ese primer partido de la serie.
Y agregó: «Hay jugadoras como Julia y Ashley con las que estamos juntas desde los 13 años. Me encanta ser la compañía de las otras incluso fuera del fútbol, como un mensaje de texto a Julie al menos tres o cuatro veces a la semana. Veo a Ashley como si hubiera otras de nuestras muy buenas amigas y creo que eso se luce cada vez que nos juntamos como grupo. Cuando pienso en fútbol y en la razón por la que juego, pienso en Irlanda del Norte. No hay nada mejor que eso. Para la próxima Euro yo tendré 36, 37 años. Puede que siga dando pelea, pero siento que esta es nuestra última oportunidad realmente».
El 9 de abril, en Kiev, Irlanda del Norte se impuso por 2-1 con goles de Rachel Furness, jugadora del Liverpool y una de las futbolistas profesionales del seleccionado que para colmo sufriría una grave lesión en el primer tiempo, y Simone Magill, delantera del Everton. Apenas finalizado el partido, el entrenador pidió calma, porque todavía faltaba la revancha. Pero por el cuerpo de las jugadoras ya corría esa sensación de estar a un paso de hacer historia. «Nadie puede entender cómo un equipo de jugadoras que trabajan en hospitales y tiendas ha logrado esto aquí jugando contra profesionales. Y sabemos que lo hicimos perdiendo a una de nuestras mejores jugadoras. De nuevo, contra todos los pronósticos, estás chicas se superaron», expresó el DT.
El 13 de abril, en el Seaview Stadium de Belfast, Irlanda del Norte liquidó la serie con un triunfo 2-0 gracias a los goles de Marissa Callaghan y Nadene Caldwell, dos futbolistas amateurs. Cuando la checa Jana Adamkova, árbitra del partido, hizo sonar el pitido final, la lesionada Rachel Furness salió despedida del banco de suplentes, saltando en una pierna y con sus dos muletas apuntando al cielo. Hay festejo, pero también hay un abrazo respetuoso con las rivales que se quedaron en la puerta. Hay llanto mientras van corriendo hacia aquellas compañeras que quedaron en la tribuna por no ser convocadas. El abrazo final muestra que todas fueron una. Caso contrario, no podrían haber hecho algo semejante.
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— Northern Ireland (@NorthernIreland) April 14, 2021
«Estos son los momentos por los que juegas al fútbol. Este ha sido siempre mi sueño desde que era una niña pequeña. No solo quería jugar para Irlanda del Norte, quería ser parte del primer equipo para ir a un gran torneo. ¡Y aquí estamos! ¡Lo hemos hecho! Tengo un año para mirar hacia el próximo verano… ¡Qué sentimiento, qué momento para el fútbol femenino! Qué gran momento para cada jovencita sentada en casa viendo este juego esta noche, viendo este viaje en el que hemos estado… ¡Qué momento!», expresó Simone Magill.
«Hoy estaba nervioso como un gatito. Noruega semilla uno, Gales semilla dos, Bielorrusia semilla tres e Irlanda del Norte semilla cuatro. No puedo creer que hayamos hecho frente a una nación del tamaño de Ucrania teniendo tantas jugadoras amateurs. Son chicas fantásticas que están muy orgullosas de llevar la camiseta y yo estaba muy contento por ellas. Lo mejor que puedes hacer en la vida es contribuir a que la gente sea feliz. Quiero que la gente esté orgullosa de ellas. Quiero todo eso porque es increíble lo que han hecho. Podríamos hacer una película de lo que han logrado«, dijo el DT. Y hubo película…
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