Emanuel Reynoso sonríe. Busca compañeros para abrazarse.Acaba de anotar el 2 a 1 para Talleres ante Boca . Será el gol que determinará que el equipo cordobés volverá a ganar en la Bombonera después de 31 años. Es un domingo de marzo y su felicidad es absoluta.
Pero la sonrisa trasciende a ese instante que se produjo ayer, cuando al partido le quedaban apenas 9 minutos. Sucede que hace apenas tres años, en otro domingo de marzo, vivió una pesadilla de la cual tardó meses en despertar.
Era una jornada más para Bebelo. Mientras almorzaba con su familia en el barrio Chino, en las afueras de su Córdoba natal, recibió el llamado de un amigo. Lo fue a buscar y, mientras charlaban, dos delincuentes se acercaron a robarle la moto. Sin dudarlo, fue a reclamar por lo suyo. Cuando reaccionó, era tarde. Una bala había ingresado en su rodilla izquierda. La misma pierna que brillaba cada tarde de su adolescencia en la Escuelita Richardson del barrio Ituzaingó, y que generaba expectativa en las inferiores de Talleres. Una vez que constató que su vida no corría peligro, a los 19 años Reynoso se preguntó: ¿podré volver a jugar al fútbol?
La pregunta no sólo era la de un chico que soñaba desde siempre triunfar con la pelota bajo la suela. La mueca del destino podía poner en jaque no sólo su futuro, sino el de toda su familia.
Los Reynoso la pelearon desde muy abajo. Por eso, cuando Bebelo mostró unas cualidades y un talento sorprendentes con la pelota, las ilusiones de un futuro mejor no tardaron en llegar. Fueron años de vender pan casero, de acumular changas para que no faltara el plato de comida, de sacrificio materno. Aquella bala pudo haberlo destruido todo.
Sin embargo, Reynoso salió adelante. Con el amor de su familia, claro. Y con el de todos sus compañeros y entrenadores. Talleres se portó como lo que él siempre sintió que era esa institución: su segundo hogar. Luego de tres días de internación comenzó la rehabilitación, que culminó en octubre de 2014, cuando debutó de manera oficial ante Alvarado, por el torneo Federal A.
Todo ese esfuerzo y perseverancia tuvieron premio. Y las lágrimas de tristeza le dieron paso a las de alegría y emoción. Dos ascensos consecutivos con la camiseta de Talleres sobre su pecho lo catapultaron al fútbol grande. Al fútbol de Primera.
Los delincuentes, esos que estuvieron a punto de arruinarle la vida, jamás aparecieron. Pero Bebelo no es rencoroso. Sonríe. Busca compañeros para abrazarse. Porque acaba de anotar el 2 a 1 para Talleres ante Boca. Será el gol que determinará que el equipo cordobés volverá a ganar en la Bombonera después de 31 años. Es un domingo de marzo y su felicidad es absoluta.