Si a Melanie Kretschmer le preguntaran por un lugar en el mundo, su mente no tardaría en empezar a disparar imágenes de Las Flores. Su laguna, la familia, los amigos. Y su circuito. Porque allá fue que desde muy chiquita su papá Tito le trasmitió la pasión por los fierros que se llevó hasta La Plata, donde cursa el cuarto año de la carrera de contador público.
«Toda la vida me gustaron las carreras, me crié entre fierros. Mi papá corría en moto, karting, auto… Igual que mi tío. Siempre quise correr, siempre me gustó el ambiente. Pero por distintas cuestiones fue recién este año que se me dio la oportunidad. A mi mamá la pone muy nerviosa. Le encanta, pero le agarra cuando corre alguien de la familia», le contó a Junín 24 la única piloto mujer que tiene el Karting del Sur Bonaerense.
Cuesta creer, al principio, que la voz cálida, casi infantil, pertenezca a la misma que pisa el acelerador del karting número 26 de la categoría 150 estándar. Un prejuicio tonto nomás, con el que Melanie convive con absoluta naturalidad: «Muchos me preguntan si es verdad que corro y cuando les digo que soy la única, se sorprenden. Estaría bueno que se sumen más mujeres a las que les guste hacer esto«.
«estoy muy de acuerdo con la lucha de las mujeres por la igualdad de derechos».
La que se atreva, queda avisada también del enorme esfuerzo que conlleva preparar el vehículo, entrenar e incluso hacerse el tiempo para competir. «Entrenar es complicado, en La Plata no puedo. Intento irme a Las Flores los fines de semana. Si hay carrera tengo que ir si o sí, pero sino intento ir y tratar de probar allá para ir haciéndole modificaciones al karting, sentirlo cómodo, adaptarme y sobre todo para sumar vueltas y acostumbrarme a lo que es el circuito«. Esfuerzo que se vuelve menos pesado cuando atrás hay una escuadra como la suya: «Mi equipo es mi familia y mis amigos que están siempre y me bancan en esto. Mi viejo me ayuda con el karting. Intenta que me sienta cómoda, me ayuda a disfrutarlo porque me pongo muy nerviosa, me enojo. Yo aprendo de él todos los días. También tengo a mi chasista, Marito Gioiosa, que me está dando una mano tremenda con el karting. Se sumó ahora al equipo y la verdad es un genio».
En cada recuerdo, en cada decisión, en cada paso que da en un ambiente que ella misma reconoce como machista, aparece siempre la figura de Tito. Los domingos, la familia, la reunión. Las Flores y los autos. «Cuando era chica, tendría seis o siete años, Marcos Di Palma ganó una carrera y me acuerdo de estar saltando en la cama con mi hermana y mi papá festejando en el comedor. Los tres re emocionados, siempre lo tengo presente».
En La Plata, Melanie se prepara pensando en un futuro en el que, entiende, no será fácil vivir de su pasión. Y aunque le gusta la velocidad, todavía le cuesta acostumbrarse al ritmo acelerado con el que viven las personas en las grandes ciudades. Prefiere, en cambio, salir a caminar sin horarios por su pueblo. Y tratándose de preferir, si la vida fuera tan fácil, tiene clara su elección: «El automovilismo lo hago como hobby, pero si supiera que no voy a equivocarme me dedicaría a esto. Y si no se da, si no lo hago de manera profesional, lo seguiría haciendo por mucho tiempo más. Porque realmente me gusta».
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Todo comenzó en una foto. Ale Pereyra detectó el auto rosa, primero; a su conductora, después. La sabia elección de Tito había dado frutos. Era cuestión que lo notaran los demás.
«La decisión de pintar el auto rosa fue de mi papá. El se encargó de todo lo que fue el chasis, la ubicación de las publicidades. Le gustaba que fuera un color que se distinguiera del resto. Yo elegí el número 26, que es mi favorito».
