Nicolás Navarro, el guardián que mantiene al Ciclón en lo más alto

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mocionante. Así de simple y contundente es la definición de Nicolás Navarro ante cada consulta sobre su experiencia como futbolista de San Lorenzo . Y no hay nada de exageración en esa palabra que utiliza el arquero del Ciclón. No sólo porque no suele tener un discurso protocolar, sino porque eso se traduce en lo que le ofrece al equipo. Y su producción marca la diferencia. Es el guardián del equipo que está en la cima de la Superliga , que le mete presión a Boca y que despierta la atención de todos.

No fue simple para Navarro consolidarse. Llegó en enero de 2016 cuando abandonó Gimnasia en medio de un clima tenso con la comisión directiva. Los primeros guiños para poder tomar el control del arco de San Lorenzo fue el 25 de abril pasado, cuando el uruguayo Diego Aguirre le brindó a Navarro la llave del arco en el cruce frente a Universidad Católica, por la Copa Libertadores, que culminó con el éxito por 2-1 y el gol de Nahuel Barrios sobre la hora. Hasta esa noche inolvidable en el Bajo Flores, el arquero sólo había disputado tres partidos oficiales en el club.

No es casual nada de los que le sucede a Navarro. Su experiencia es determinante. Arrancó en Argentinos Juniors como una de las promesas del equipo de la Paternal, donde tuvo dos ciclos: entre 2004-2007 y luego entre 2010-2011. Esa primera etapa en Argentinos le permitió saltar a Napoli, de Italia, y después regresar a la Argentina para jugar en River. Volvió a emigrar a Kayserispor, de Turquía y regresó al país para jugar en Tigre; después, siguió en Gimnasia y Esgrima La Plata, y finalmente llegó a San Lorenzo. «Tuve una tarde perfecta contra Tigre. Y termino el semestre de gran manera. Los penales en las copas me dieron confianza. Me siento tranquilo porque fueron seis meses muy lindos», dijo.

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