Se termina la jornada laboral, pero en el Cilindro hay un día festivo. Las tribunas explotan de gente, como nunca antes en la Superliga. Racing ya está clasificado a los octavos de final de la Copa Libertadores, pero sueña con participar en la edición de 2019. Hay motivos para ilusionarse. La revolución de Eduardo Coudet, la cosecha de 29 puntos desde que se reanudó el torneo, un fútbol de alto vuelo en varios pasajes del año, los resultados del fin de semana… Todo estaba dado para el festejo de la Academia. Y ese gol de Guillermo Ortiz en contra, cuando amanecía el partido, pareció acompañar esa onda positiva. Sin embargo, lo que precedió a ese grito tempranero fue una de las peores noches. Y una derrota que duele porque no se cumplió el objetivo y abre interrogantes.
Porque Racing tenía por delante una final. Y aunque no le faltó actitud para encararla, le faltó serenidad. Cuando las piernas van a una velocidad superior a la cabeza, ahí mismo comienza el problema. El equipo del Chacho pocas veces conectó con criterio. Corrió mucho, fue atolondrado, y resolvió mal. Pulpo González estuvo muy bajo en una posición que no siente. Zaracho no gravitó. Lisandro jugó en una pierna y Lautaro, el peor partido que se le recuerde en celeste y blanco. Poco participativo, ni siquiera funcionó su autogestión. Centurión fue punzante, pero poco desequilibrante y no terminó expulsado porque Abal no vio el planchazo sobre Estigarribia. Tampoco cobró un penal de Conti a Donatti.
Colón se clasificó a la Copa Sudamericana y Eduardo Domínguezse despidió a lo grande por un planteo inteligente. Encontró el empate rápido con ese gran pase de Alan Ruiz y la definición de Estigarribia y aprovechó los huecos que dejó Racing. Supo utilizar los espacios en cada contra contra. Entregado en ataque, consciente de que necesitaba tres puntos para entrar en la zona de grupos de la Libertadores de 2019, retrocedió mal. Saravia regaló una pelota que generó la réplica de Bernardi. Musso tapó el mano a mano, pero Meli la empujó contra su propia red.
Confió en sus jugadores más dotados Racing, pero no tuvieron una buena noche. Se volcó en ataque, como lo hizo en todos los partidos, pero sin claridad. Fue protagonista, es cierto, pero no tuvo orden ni fue cerebral. Y si no pesa en 3/4, la zona de la cancha donde tiene más influencia, el equipo se descalibra.
En el segundo tiempo, Coudet sacó a Saravia y apostó a Solari. Y fue un acierto porque el rosarino ganó seguido por la derecha, provocándole dolores de cabeza a Escobar. Pero no pudo capitalizar ningún centro. El enorme Alexander Domínguez controló el cielo del área. Y los centrales, especialmente Germán Conti, ganaron siempre. Por abajo fue distinto. Pero Racing no tuvo precisión. Y Soto, lanzado como un extremo más que en su función de lateral, terminó todas mal. Arrancaba como Dani Alves. Resolvía peor que en el campito.
Maxi Cuadra, que había ingresado por Lisandro en el primer tiempo, no fue un revulsivo. Mucho menos, Enrique Triverio, de aporte nulo. Y Domínguez reforzó cada vez más el medio. Primero, con Pablo Ledesma. Después, con Emanuel Olivera, otro zaguero. Pasó del 4-4-2 a un 5-3-2 con Adrián Bastía como bandera, cortando todo con 39 años, vigente, justo en un estadio que lo ovacionó por el título de 2001.
Javier Correa aprovechó otra contra. Una pelota que perdió Lautaro en el borde del área de Colón. Miguel Barbieri, el mejor, no pudo en la mitad de la cancha y el cordobés venció a Musso con un zurdazo.Los hinchas despidieron con aplausos a un equipo que arrancó en el 16° puesto y terminó 7°, en la Sudamericana, pero sin Libertadores. Tendrá que apostar a la Copa actual. Y entender que a veces, más allá de los nombres propios y la ambiciosa propuesta, es mejor bajar un cambio y administrar los tiempos.