Fueron apenas nueve minutos. Seguramente los minutos más tensos y «largos» de su vida. Fueron apenas diez puntos cargados de adrenalina hasta que finalmente Renzo Olivo terminó cerrando la mejor victoria de su vida con un 7-5, 6-4, 6-7 (6-8) y 6-4 en tres horas y 32 minutos sobre Jo-Wilfried Tsonga, el mejor jugador local, uno de los grandes ídolos para los franceses en Roland Garros que, además, venía de conseguir su tercer título de la temporada en Lyon. Pero nada de eso le importó al argentino. Por eso celebró con alma y vida y con los puños apretados esa victoria de la primera ronda que pudo haber terminado el martes, ya casi de noche en París. Tardó un par de horas más pero festejó al fin y ahora podrá pensar en el británico Kyle Edmund, su adversario de la segunda ronda en su primera experiencia en el cuadro principal del segundo Grand Slam de la temporada.
Había tenido sus chances Olivo un día antes cuando estuvo 6-6 en el tie break del tercer set y cuando sacó 5-3 en el cuarto ante un muy errático Tsonga. Pero no se le dio. Ayer aprovechó ese impulso negativo que traía con el drive su rival y pudo cerrar el partido. Enseguida se puso 40-0 con el saque de Tsonga gracias a un drive ancho, un drive a la red y un drive largo, pero el 11° del mundo se recuperó con el empuje de la gente y pese a los tres match points en contra (un error con el drive y otro con el revés de Olivo y un smash de Tsonga para levantar las tres oportunidades). Enseguida otro revés y otro drive largos de Tsonga le dieron al rosarino la cuarta chance. Y ahí Olivo no falló con el drive cruzado y ganador.
Olivo, otro exponente de la buena generación del 92 del tenis argentino, se debía una alegría así. La consiguió en París, donde él se formó cuando era un pibe. Aquellas noches de llanto en la academia Muratoglou se transformaron en un mediodía de felicidades.
Eran las 21.55 y, realmente, se veía (casi) nada en una Philippe Chatrier que, ocupada en apenas un 50 por ciento de su capacidad, descargaba el “allé, Tsonga” para apoyar a su jugador, que acababa de quebrar el saque del adversario y renacía después de otro momento de extrema crisis. En ese momento ingresó a la cancha Stefan Fransson, el referí de Roland Garros, los llamó y les dijo a los protagonistas: “Señores, hace tiempo que venció el límite para jugar con luz natural. Debemos suspender el partido para mañana”. Renzo Olivo buscó una respuesta en la mirada de Jo-Wilfried Tsonga, quizá esperando que el francés pidiera al menos jugar un game más para igualar ese cuarto set, pero quien había caminado por la cornisa en la tarde-noche de París aceptó murmurando un “las reglas son las reglas” y no esperó más. Guardó su raqueta, tomó su bolso y se fue rápido rumbo al vestuario.
* Apenas 12 años tenía Olivo (hoy, de 25) cuando alguien descubrió su talento y le ofreció viajar a París para vivir en la academia Muratoglou y formarse en el mismo lugar del que salieron grandes jugadores como Grigor Dimitrov y Mario Ancic pero, fundamentalmente, donde Serena Williams terminó de forjarse como una de las más grandes tenistas de todos los tiempos de la mano de Patrick Muratoglou, el creador de un sistema de entrenamiento que, dicen, no sólo pone la lupa en el juego sino también en las distintas maneras de cultivarse y de crecer que tiene una persona. Allí, a unos 30 kilómetros de la capital francesa, el rosarino hincha de Newell’s forjó su carácter pese a la lejanía de su familia. Viajó por un par de semanas; terminó quedándose tres años y medio sin hablar francés, apenas balbuceando algunas palabras en el italiano que había aprendido en el colegio y jugando mucho en canchas rápidas bajo techo. Lloraba por las noches, extrañaba, quiso largar todo. Ayer, en el Philippe Chatrier, seguramente recordó aquellos días de angustia que hoy son horas de un tremendo interrogante.
* Tsonga fue una máquina de cometer errores no forzados (terminó con 68) sobre todo con el drive (43) en los dos primeros sets en los que Olivo quebró tres veces el saque del adversario para sacar una buena diferencia. Sin la potencia del rival, se las ingenió para contrarrestarla con una buena mano y acertados cambios de ritmo. Hasta que llegaron al tie break y allí desperdició la primera gran chance cuando quedó 6-6 y se equivocó con un drive que se le fue muy ancho y que le hubiera permitido tener el match point.
* Admirador de David Nalbandian (su hermano Javier, uno de sus entrenadores junto a Franco Squillari, vivió cada punto ante Tsonga como si fuera el último), a Olivo se lo puede ver en YouTube haciendo “jueguito” con su raqueta y una pelotita de tenis e incluso la academia Muratoglou lo eligió para diferentes promociones y avisos institucionales. Muchas veces traicionado por un carácter fuerte que lo hizo romper infinidad de raquetas, hoy esos enojos pertenecen al archivo. “Maduré, empecé a tomar todo de una manera diferente y me siento más dedicado al tenis que antes”, dijo el año pasado cuando fue convocado por primera vez para jugar la Copa Davis en la victoria ante Polonia en Gdansk.
* Ya en el cuarto set Olivo pasó del 1-2 al 5-2. Con su saque quedó 5-3 pero los nervios lo traicionaron cuando perdió los dos primeros puntos del noveno game errando dos drives fáciles. Tsonga recuperó el quiebre y no dudó en irse al hotel enseguida.