San Lorenzo está de pie. Firme, vencedor, feliz. Fue a Guayaquil, jugó con convicción, lucidez y firmeza y obtuvo una victoria clave:por la ida de los octavos de final de la Libertadores, le ganó 1-0 a Emelec. Y no fue la consecuencia de una casualidad sino el valioso desenlace que supo construir minuto a minuto.
San Lorenzo lo sabía desde bastante antes de viajar a Guayaquil:esta cita frente a Emelec tenía el carácter de esos encuentros que pueden marcar rumbos. No había mucho margen para el tropiezo. Sobre todo luego de quedarse afuera del top 5 en el torneo local, ese espacio de privilegio que garantizaba la clasificación a la Libertadores 2018.
Y San Lorenzo estuvo a la altura de las circunstancias. Desde el primero de los minutos estuvo metido, entero, comprometido con la idea, atento a los detalles, agazapado ante el error ajeno, sin inhibiciones. No se le podían reclamar brillos, claro; pero el equipo de Diego Aguirre ofreció varias virtudes que le permitieron jugar un primer tiempo sin traumas.
Además, por las circunstancias, no era un partido más:se trataba del primer encuentro sin Néstor Ortigoza, símbolo y figura del último lustro en el club. Autor del gol más importante de la historia de San Lorenzo, aquel penal sin olvido frente a Nacional de Asunción, en la final de la Libertadores de 2014, ese remate consagratorio. Ante esa ausencia, San Lorenzo ofreció un doble cinco laburante:con Franco Mussis y Juan Mercier, delante de los cuatro defensores. Siempre bien ubicados, siempre intensos para recuperar la pelota.
Pero lo de San Lorenzo no fue sólo orden y prolijidad para defender. También se animó el equipo argentino, sobre todo a partir de la lucidez de Fernando Belluschi. La libreta de apuntes ofreció -al momento del entretiempo- casi las mismas llegadas de cada lado. De hecho, San Lorenzo se podría haber ido al descanso con una ventaja más amplia si Bautista Merlini y/o Nicolás Blandi estaban más precisos. Igual, el 1-0, con ese golazo de Belluschi de tiro libre (derechazo al palo derecho del arquero argentino Esteban Dreer), le resultó satisfactorio.
De todos modos, el equipo local también tuvo sus llegadas. Brayan Angulo tuvo la más clara, pero Marcos Angeleri cruzó justo antes de que naciera el grito del empate bajo el cielo del George Capwell. En esa primera etapa, el único tramo de padecimiento fue ese retazo final en el que -empujado por su gente- Emelec fue con todo. Romario Caicedo tuvo una chance inmejorable. Remató desde posición inmejorable, pero la pelota dio en la mano de Matías Caruzzo. El árbitro Wilson Lamouroux no sancionó el penal.
Ya en el segundo tiempo, Emelec trató de ir con todo lo que tenía, pero se encontró con un San Lorenzo muy astuto para recortarle los espacios, para no dejarlo jugar con comodidad. Además, el equipo de Aguirre exhibió oficio para absorber las presiones del contorno y para lograr que el partido se hiciera lento, a su voluntad y conveniencia.
Otro ejemplo de solidez:a los 20, tuvo que salir Angeleri, ingresó Marcos Senesi y no se resintió la línea defensiva visitante, más allá de esa atajada estupenda de Nicolás Navarro, ya sobre la hora. Quizá le faltó una marcha más para aprovechar los espacios que -obligado- Emelec otorgaba en su campo. Pero no hay razones para la queja. Todo lo contrario:San Lorenzo se llevó una victoria para aplaudir un rato largo. Y algo más, incluso más importante:la logró con una autoridad que permite creer en un horizonte feliz