Solemnidad celebrada el primero de Noviembre. Esta instituida en honor a todos los Santos, conocidos y desconocidos, y, según Urbano IV, para compensar cualquier falta a las fiestas de los santos durante el año por parte de los fieles.
En los primeros días del Cristianismo se acostumbró a solemnizar el aniversario de la muerte de un mártir por Cristo en el lugar del martirio. En el Siglo IV, las diócesis vecinas comenzaron a intercambiar fiestas, se pasaban las reliquias, las repartían, y se unían a una fiesta en común, como está demostrado en la invitación de San Basilio de Caesarea (397) a los obispos de la provincia de Pontus.