Colombia es un hervidero aunque los grandes medios de comunicación hayan decidido dejar de mostrar lo que allí pasa. Mientras siguen las negociaciones la policía y el Esmad (cuerpo antidisturbios) siguen reprimiendo con dureza las movilizaciones contra el gobierno de Iván Duque ante el silencio del Grupo de Lima y de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Sin embargo lejos de las discusiones políticas de la región, que dan cuenta de la doble vara que utilizan estas organizaciones a la hora de medir las reacciones de los gobiernos frente a los reclamos populares, la cara más patente de la crisis que atraviesa Colombia por estas horas la dio un breve video que se volvió viral que deja en evidencia la arbitrariedad y violencia desproporcionada de la represión que llevan adelante las fuerzas de seguridad.
En el angustiante video se puede escuchar a una madre tratando de calmar a sus dos pequeños hijos que entre llantos dicen que le tienen miedo a la policía y que los van a matar.
«Tranquilo mi vida aquí no pasa nada» le dice la madre a los niños que solo pueden responderle «nos van a matar, tengo miedo de la policía mamá».
En las calles de las grandes ciudades, en tanto, sigue la represión. «No cesó la horrible noche. La censuraron», rezan los carteles que aparecen en todas partes y que intentan dar cuenta del apagón informativo que los grandes medios de comunicación de Colombia y de la región imponen para proteger al gobierno derechista de Duque.
Las protestas masivas no cesan y, según denuncian cada vez con menos eco, la represión y los abusos policiales tampoco.
Las imágenes de represión con balas de plomo, con blindados, lanzagranadas y las golpizas a manifestantes a plena luz del día en medio de las grandes ciudades que dejaron más de 40 muertos, cientos de heridos y desaparecidos y tanto impactaron a la sociedad colombiana y al mundo entero en la primera semana de protestas ya no se ven en los medios.
Pero eso no significa que no suceda más. Ahora el miedo a la violencia institucional se trasladó a urbes más pequeñas o barrios más alejados, cuando cae la tarde y los únicos que quedan en las calles son los más jóvenes, muchos de ellos estudiantes universitarios.
«En Medellín, la Policía y el Esmad (cuerpo antidisturbios) atacó un espacio especialmente habilitado para heridos y enfermos donde estaban las brigadas de salud; en Popayán, nos reprimieron con gases al lado de un hospital donde hay heridos de protestas anteriores y pacientes de Covid-19. En Pasto, compañeros denunciaron detenciones ilegales y siguen buscando a unos 50 desaparecidos», contó Claudia Castrillón, una representante estudiantil de 26 años que milita en organizaciones feministas y de derechos humanos en Popayán, la capital del departamento de Cauca, que se volvió uno de los epicentros de la movilización tras el suicidio de una adolescente que, denunciaron, había sido abusada por la policía tras ser detenida.
Foto: El Espectador
Por ahora, sin embargo, el Gobierno de Duque no reconoció los abusos policiales cometidos durante la represión -como ya se lo pidieron dos de sus antecesores-, ordenó un «despliegue máximo» de las fuerzas de seguridad que hasta un par de gobernadores rechazaron, y no contradijo al Fiscal General Francisco Barbosa o a su ministro de Defensa, Diego Molano, quienes calificaron como delincuentes a varios reconocidos líderes sociales de Cauca, sobre los que pesa una recompensa.