diego montiquin
Huracán Otis

Diego Montiquín: Relato de un Argentino en Acapulco. Lo que queda después del huracán Otis

Internacionales

Diego Montiquín es un argentino oriundo de la localidad santafesina de Rosario pero con muchos vínculos con nuestra ciudad y ligado al mundo del fútbol. Recordado por su paso, como futbolista, por Sarmiento nunca dejó de mantenerse en contacto con su gente.

Y así como lo hizo a través de Junin24 cuando el terremoto de 2017, hoy vuelve a transformarse en cronista privilegiado ya que viajó en las últimas horas a Acapulco donde desde el martes sufren las consecuencias del huracán Otis y además, tiene a parte de su familia. Su abuela y su tía.

LA LLEGADA
Desde ciudad de México, se trasladó a Acapulco y le relataba a Junin24 que para entrar, “un trayecto que se realiza en 20 minutos normalmente, lo hicimos en seis horas. Entre las 14:30 y las 20:30.
Así se toparon con un panorama “terrible. Si bien sabíamos que se iba a poner feo no imaginamos que tanto. Para que se den una idea, el acceso es a través de una avenida que tiene tres carriles de circulación para cada lado. En este momento, son cinco carriles en una mano y sólo uno a la inversa”.

El ingreso fue “esquivando a la gente que saqueaba lo último que quedaba de un supermercado. Saquearon de todo, joyerías, relojerías, tiendas de venta de celulares, de lo que se les ocurra. Lo que podían lo robaban. Te chocan el auto, pegan contra las ventanillas con los carritos cargados con las mercaderías que acaban de robar”.

Se vive “un panorama muy feo, de mucha angustia. Esa es la situación cuando entras a Acapulco. Y la gente de allá nos decía que lo peor iba a ser hoy (sábado) al no saber qué podría pasar, porque todo lo que pudieron ya se lo llevaron y no iba a quedar nada” para conseguir alimentos o agua. Es cierto que se espera que el gobierno mande mercadería lo mismo que la gente que ayuda, “pero ustedes saben que nunca alcanza”, sostiene Diego.

A eso hay que sumarle que “agua no hay, luz tampoco, poca señal de teléfono y de una sola compañía De hecho para poder hablar necesité un teléfono que no era el mío”. Y así y todo las comunicaciones no son buenas. “en un momento pude comunicarme con mi mujer –que quedó en México- y quería decirle que ya había llegado pero no me podía entender porque se cortan las comunicaciones”. “Ese fue el panorama para entrar a Acapulco” aclara, pero más “allá se ve más la destrucción”.

LA RECUPERACIÓN
En lo que respecta a la recuperación, “a veces soy optimista”, explica. “Nosotros siempre pasamos las fiestas en Acapulco y pensaba que todo iba a estar solucionado para entonces pero viendo todo, da mucha tristeza porque no sabes ni por dónde empezar. Para que se entienda, yo lo comparo en que haces una fiesta en tu casa – donde viven seis personas y van 100. Al día siguiente te levantas y no sabes por dónde empezar”. “Literal – aclara-no tenés por donde caminar. Vidrios por todos lados, maderas, se caen mamposterías”.

SU FAMILIA Y SU DEPARTAMENTO
Tanto la abuela como la tía de Diego están bien y no quieren moverse de Acapulco, a pesar de todo.
Y en cuanto a su departamento, Diego cuenta que “la única suerte que tuvimos es que donde tenemos el departamento nosotros no pasó nada. Sólo entró algo de agua y arena. Para que se den una idea, Es una torre con cien departamentos y de ellos había cinco o seis a los que no les pasó nada. De la familia hay tres departamentos y tuvimos suerte con eso, pero porque el edificio es robusto grande antiguo. Ahora las construcciones nuevas son puras estructuras de acero, y lo demás es tabla, roca o mampostería y son los que desaparecieron, sólo quedaron las estructuras, las paredes”. “Volaron techos de algunos departamentos, los cristales y aires acondicionados volaron casi todos. El viento empujaba desde atrás a los equipos de no están ubicados frente al mar, y los empujaba para adentro de los departamentos”.

ANGUSTIA
Los habitantes de Acapulco con los que habló Diego, “están angustiados y lo ves en sus rostros cuando te lo cuentan. Mi abuela y mi tía lo sufrieron pero dicen que nose van de ahí”. Vale aclarar que Acapulco es una zona en la que se suelen sufrir terremotos pero cuando hay uno “como el edificio tiene hidráulicos, después del sismo queda temblando algunos minutos más. Ahora, con el huracán, el edificio se estuvo moviendo más de tres horas por el viento”.

ZONAS DAÑADAS
El sector del Acapulco más antiguo, que es donde está la bahía, lo sufrió un poco meos pero en Punta Diamante que es mar abierto y más moderno, las estructuras volaron, posiblemente porque no tienen nada que los ampare o los cubra”.

LA SALIDA
Además de la destrucción, el cuadro que vivió al salir de Acapulco también tenía sus particularidades. Por un lado, la gente, en un puente, buscando algo de señal con sus teléfonos celulares. Por otro, muchos a pie, yendo a trabajar porque no hay transporte público de pasajeros y camina hasta dos horas.
Y lo que más impactó a Diego al volver a su ciudad de residencia fue que “cuando salís de Acapulco, te encontrás con los pueblitos y a la gente, parada, pidiendo que les dejes agua, galletas, alguna lata de comida porque ya no tienen nada”. Lo que les pasa es que “están más alejados de los lugares donde pueden ir a saquear. El martes fue el huracán, ya no les queda nada”, concluye en su relato de las horas vividas en una ciudad devastada.

 

Seguir Leyendo:
Internacionales
LO MÁS DESTACADO
keyboard_arrow_up