Francisco no va a renunciar. Tampoco tiene cáncer. Los papas mueren en su ley hasta que Dios los llama. El caso no es el de Benedicto, que estaba acosado por las mafias. Es un hombre de una formación insuperable. Un teólogo sin precedentes. Pero al mismo tiempo, como él mismo lo reconoce, no podía con esto. Le estaban copando la banca. Había perdido el fuego del pontificado.
Todo comenzó cuando fue el primero en denunciar la pedofilia. En Boston tuvieron que vender iglesias, basílicas y parroquias para indemnizar a las víctimas. Benedicto dijo basta y los perjudicó. Asumió Francisco, a quien no le tiembla el pulso y los echó a todos. Fue hasta el hueso con la administración fraudulenta, hizo cambios radicales. Se convirtió en el enemigo número uno de la corrupción. Ganó la popularidad que lo convirtió en el primer líder espiritual del mundo y uno de los tres jefes de Estado con más poder de decisión.
En este preciso instante convocó a los obispos, y monseñor Ojea, presidente del Episcopado, está a la cabeza, para sumarse al diálogo con Afganistán. El Papa pide por la protección de los derechos del pueblo afgano y todos los habitantes de la sufrida nación. Al tiempo que está planificando un corredor humanitario con Kabul.
Francisco es molesto para los intereses espurios. Sus detractores se fastidian porque les arruina los intereses y arman «fake news» en portales truchos. Termina agosto, «Fer agosto», el mes más caluroso del verano y Bergoglio en septiembre va a Eslovenia y a Budapest, Hungría, al tiempo que comienza a recibir a los presidentes.
Francisco tiene la agenda a full. No se puede dejar de lado en este informe que ya se están investigando las irregularidades, malversaciones y desfalcos a la Secretaría de Estado del Vaticano y a los fondos de caridad del Papa.
A Francisco lo quieren matar, pero no pueden. Dios lo quiere vivito y coleando en la Tierra. Lo precisa acá.