La elección presidencial deja a la mayor economía del planeta ante una profunda división política, y al resto del mundo en alerta debido a las preocupaciones y la incertidumbre que despertaron las propuestas de Trump, centradas en un discurso anti globalización y por momentos xenófobo.
En un desenlace que recordó al Brexit y al impactante «No» de los colombianos al acuerdo de paz con las FARC, Trump ganó la Casa Blanca enfrentando a la élite política y mediática del país, incluyendo a buena parte de su propio Partido Republicano.
Para sus votantes, en su mayoría blancos de clase trabajadora, la victoria del magnate inmobiliario es un auténtico milagro que reescribe los manuales sobre cómo se hace política en un país con millones de personas desencantadas con la dirigencia tradicional.
Para tantísimos otros, en cambio, es un salto al vacío y un retroceso para un país de enorme diversidad cultural y deseoso de una mayor igualdad de género, así como una amenaza a las conquistas logradas por el presidente saliente Barack Obama, especialmente su reforma del sistema de salud.
Contra todos los pronósticos, Trump, de 70 años, se impuso en los decisivos estados de Florida, Ohio y Carolina del Norte, una notable demostración de fuerza en una reñida carrera por la Casa Blanca.
Trump también dio batalla en los estados industriales del norte y noreste de Estados Unidos, como Michigan y Wisconsin, que habían acompañado al Partido Demócrata de Clinton y Obama en las elecciones presidenciales de las últimas tres décadas. El republicano ganó también en Iowa, un estado industrial del Medio Oeste que había votado por los demócratas en seis de las últimas siete elecciones presidenciales y que Obama había ganado las dos veces que se postuló. También triunfó en Pensilvania, donde un republicano no se imponía desde 1988.
El escrutinio se extendió entrada la madrugada, hasta que finalmente Trump superó los 270 votos electores necesarios para consagrarse presidente, según el sistema de elección indirecta de Estados Unidos.
La incertidumbre -o más bien la certeza de que una victoria de Trump era inevitable-, causó un desplome de los mercados en Asia y de los futuros del Dow Jones, reflejando el temor y pesimismo de los inversores ante lo que la presencia del republicano en la Casa Blanca podría implicar para la economía y el comercio global.
Clinton, un ícono de la política estadounidense de las últimas décadas, aspiraba a hacer historia como la primera mujer presidenta de Estados Unidos, tomando la posta de Obama, el primer mandatario negro del país. Su pulseada política con Trump, un famoso empresario sin experiencia política, fue una de las más rencorosas y polarizadas de la historia reciente, exponiendo y profundizando la división de Estados Unidos.
Un sondeo de boca de urna reflejó esta polarización extrema. A nivel nacional, las mujeres apoyaron a Clinton, de 69 años, por márgenes de dos dígitos, mientras que los hombres se mostraron significativamente más inclinados a respaldar a Trump.
Más de la mitad de los votantes blancos optaron por el republicano, mientras que 9 de cada 10 afroestadounidenses eligieron a Clinton y dos tercios de los hispanos también respaldaron a la demócrata.
Trump gobernará con un Congreso bajo control total de los republicanos. El camino de los demócratas hacia la reconquista del Senado se volvió virtualmente imposible luego de que los republicanos mantuvieran las cruciales bancas en juego en Carolina del Norte, Indiana y Florida. El partido de Trump también amplió su mayoría en la Cámara de Representantes, que es la más amplia desde 1928.
La ex secretaria de Estado ganó en Virginia, Colorado y Nevada, estados clave, y también se impuso en California, el estado más poblado del país y el que envía más delegados, un total de 55, al Colegio Electoral que elige al presidente de Estados Unidos.
Exultantes, cientos de seguidores de Trump celebraron ruidosamente en el bunker del candidato en un hotel de Midtown Manhattan.
En contraste, numerosos partidarios de Clinton, que esperaron durante horas en un centro de convenciones de la misma ciudad para celebrar su victoria, abandonaron el lugar cabizbajos, y poco después la campaña de la demócrata anunció que no daría el discurso que tenía previsto.
El republicano, nacido en Nueva York, ganó en Florida, Ohio, Carolina del Norte, Pensilvania, Gerogia, Texas, Arkansas, Indiana, Kentucky, Virginia Occidental, Oklahoma, Tennessee, Mississippi, Alabama, Louisiana, Montana, Carolina del Sur, Kansas, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Nebraska, Missouri y Idaho, entre otros estados.
Además de en Virginia, Colorado y California, Clinton se impuso en Nueva York -el estado donde reside-, Illinois -su estado natal-, Vermont, New Jersey, Massachusetts, Maryland, Rhode Island, Connecticut, Delaware, Oregon, Nuevo México y en el distrito de Columbia, entre otros.