El término ‘pandemia’ está totalmente normalizado desde que el 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud lo usara para referirse al brote de coronavirus que surgió en la ciudad china de Wuhan y ha afectado a todo el mundo durante este 2020, dejando más de 37 millones de contagios y alrededor de un millón de muertes. Sin embargo, algunos expertos consideran que esa palabra no se ajusta mucho a la realidad, y que más bien habría que hablar de una ‘sindemia’.
Richard Horton, editor jefe de la prestigiosa revista médica The Lancet, publicó hace unos días un artículo en el que explica por qué se debe usar este concepto, que fue acuñado en los 90 por el médico estadounidense Merrill Singer. “Hay dos categorías de enfermedades que interactúan dentro de poblaciones específicas: infección con síndrome respiratorio coronavirus 2 (SARS-CoV-2) y una variedad de enfermedades no transmisibles (ENT). Estas condiciones se agrupan dentro de los grupos sociales según patrones de desigualdad profundamente arraigados en nuestras sociedades. La agregación de estas enfermedades en un contexto de disparidad social y económica agrava los efectos adversos de cada enfermedad por separado. La COVID-19 no es una pandemia. Es una sindemia”, expone.
¿Qué es una sindemia?
Se habla de ‘sindemia’ (palabra que une los conceptos de sinergia y pandemia), cuando “dos o más enfermedades interactúan de forma tal que causan un daño mayor que la mera suma de estas dos enfermedades”. Así, Horton sostiene que el coronavirus es una sindemia porque el SARS-CoV-2 interactúa con enfermedades no transmisibles, como la diabetes, el cáncer o problemas cardiacos, entre otras, y además lo hace en un contexto social y ambiental caracterizado por la inequidad o desigualdad social.
El propio Merrill Singer, en declaraciones a la BBC, explica que en el caso de la COVID-19, “vemos un índice desproporcionado de resultados adversos en comunidades empobrecidas, de bajos ingresos y minorías étnicas”. Tiff-Annie Kenny, investigadora de la Universidad Laval, en Canadá, añade que enfermedades como la diabetes o la obesidad, factores de riesgo para el coronavirus, son más comunes en personas de bajos recursos. Además, Kenny explica la COVID-19 no es comparable con otros virus: “Hay evidencia creciente de que la gripe y el resfriado común son contrasindémicos. Es decir: la situación no empeora. Si una persona está infectada con los dos virus, una de las enfermedades no se desarrolla”.
Nuevas estrategias
De esta forma, los expertos consideran que, si el coronavirus comienza a ser visto como una sindemia, es necesario cambiar la estrategia para frenarlo, siendo fundamental fijarse en las condiciones sociales que hacen que algunos grupos sean más vulnerables que otros. “Tenemos que abordar los factores estructurales que hacen que a los pobres les resulte más difícil acceder a la salud o a una dieta adecuada”, dice Merrill Singer.
Por su parte, Richard Horton va más allá: “No importa cuán efectivo sea un tratamiento o cuán protectora sea una vacuna, la búsqueda de una solución para la COVID-19 puramente biomédica fracasará”. En este sentido, atribuye la principal responsabilidad a los gobiernos de todo el mundo: “A menos que los gobiernos diseñen políticas y programas para revertir disparidades profundas, nuestras sociedades nunca estarán verdaderamente seguras frente a la COVID-19”.
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Fuente: As.com