La olavarriense Camila Torres fue la última en llegar a Sarmiento, cuando el plantel que conduce Sergio Barbagelata había comenzado ya la pretemporada pensando en el cierre de la fase regular de la Primera B de AFA, que terminaría con el objetivo cumplido de clasificar a la Zona Campeonato, que pone en juego dos ascensos al Torneo Rexona.
Le tocó esperar hasta ese momento para poder debutar, porque ninguno de los tres refuerzos que sumó El Verde podía ser inscrito antes. Jugó amistosos, incluyendo el de su prueba, frente a equipos masculinos y ya le tocó saltar a la cancha de manera oficial como titular en Luis Guillón, ante Banfield, en un encuentro que terminó con triunfo 1-0 para Las Maestras.
«Me sentí supercómoda. La verdad que fue un partido re lindo y lo pude disfrutar. Viví una experiencia que nunca había vivido, a nivel físico y emocional. El desgaste mental fue mucho porque no tenés tiempo para desconcentrarte. Yo estaba acostumbrada a en algún momentito del partido descontracturar, cagarme un cachito de risa. No hay tiempo, ni siquiera para pararte a mirar una jugada. Todo es movimiento, todo el tiempo tenés que estar metida, porque te ibas del partido dos segundos con la cabeza y la cagabas», le contó la defensora central a Junín24.
Después de aquel debut, Camila Torres ya no pudo volver a saltar a la cancha con Sarmiento. Primero fueron las lluvias, que postergaron dos jornadas, y después la suspensión de todas las competiciones deportivas en el país a causa del avance del coronavirus, lo que la obligó a volver a armar el bolsito y regresar a Olavarría para poder hacer la cuarentena en familia.
«No hay día que no piense en eso. Un solo partido jugué y se suspendió todo. ¡Na, loco! Más se alarga, más ganas de volver tengo. ¡Un partido, imaginate! Cuando volvamos, va a ser como un nuevo comienzo, un desgaste físico tremendo. Para mí vamos a jugar muchos partidos seguidos. No te digo que cada tres días como Barcelona… Pero queda muchísimo. Yo creo que la mayoría de las fechas van a ser con un partido entre semana y uno el finde», expresó.
Y agregó: «Yo calculo que tendríamos que volver a hacer una pretemporada. Fede (Coronel), el profe, debe ser el que más lo sufre, porque como él nos decía cada una sabe lo que hace en la casa y lo que no. Yo hablo por mí y estoy entrenando. El otro día, con Sergio (Barbagelata) nos hacían videollamadas para ver cómo íbamos».
La ex-Ferroviario de Hinojo no fue parte de la prueba a la que había convocado Sarmiento a fines de 2019 y es por eso que puede que su cierre de año haya sido sin pensar en un inicio de 2020 jugando en AFA. Sin embargo, a la olavarriense se le alinearon los planetas y le llegó esa posibilidad que venía buscando desde que, allá por 2017, las circunstancias no le permitieron quedarse en Racing de Avellaneda.
«Siempre me planteé que quiero vivir de esto y con Sarmiento estoy convencida de que podemos ascender. Tuve una mala pasada con Racing, porque en ese momento mis viejos no tenían los recursos como para tirarme un mango. Había salido una prueba, después de un torneo que me habían invitado a jugar con El Fortín. Cinco pibas quedamos. Fueron cuatro entrenamientos, cuatro viajes. Pero se pudo quedar una sola, la más kamikaze, que era capaz de vivir con un pan abajo del brazo. Ella ya la había vivido. Yo estaba re cagada, no sabía qué hacer. Si yo hubiera tenido un poco más de calle, porque nunca había salido de mi casa, capaz que decidía quedarme como ella y rebuscarmelá», contó.
«Estoy convencida de que con Sarmiento podemos ascender. Tenemos equipo y tenemos actitud»
Y recordó: «Hubo un par de días que fuimos a dormir a la casa de una amiga que vivía en la villa, ahí nomás, y era re bravo. A la noche se cagaban a tiros. ¡Un susto! Dije ni en pedo me quedo. Tenía 18 años y estaba re cagada. Mi amiga después no siguió. Tuvo una lesión en la rodilla y en Racing no le renovaron. Después pasó por San Lorenzo y ahora no está jugando. El fútbol es así, te da cosas buenas y malas».
Para Camila Torres, este año era tiempo de las buenas y el coordinador de El Fortín, con el que había llegado a Racing años atrás y en el que ahora estaba realizando pretemporada a la par del equipo masculino de inferiores, le dio la buena noticia por la que ella tanto venía insistiendo: había prueba en Sarmiento de Junín.
«Me dijo que Sarmiento estaba buscando una central zurda. Chau, dije. Se dio que una semana no pude viajar, porque a mi viejo justo se le rompió la camioneta. Cuando arregló, habló con Sergio y fui un viernes. Ahí nomás me dijo que le había gustado, que me hiciera unos estudios y que ya me venga», señaló. Y agregó: «La pretemporada la hice a la distancia, pero a la par de las chicas. Porque yo entrenaba de lunes a viernes en doble turno, con el equipo de varones».
A su llegada, y pese a que solo había podido disputar un puñado de amistosos ante equipos de inferiores masculinas, no tardó en sentirse importante para el equipo. Sergio Barbagelata le dejó claro desde el primer momento que si estaba ahí era porque necesitaba que le diera un salto de calidad a la defensa. «Quería que me sienta segura, que hable mucho con las chicas del fondo para que no nos desordenemos y que juguemos siempre en línea. Lo que más me pidió es que le metiera personalidad, presencia. Por suerte en el partido, con Vicky (Janicich) nos re entendimos y jugamos así los 90 minutos. Y los mismo con las laterales. Pini (Tamburrini) y Brune (Gutiérrez) jugaron muy bien. Salió todo como queríamos. Terminar el partido sin recibir goles, fue un empujón bárbaro en lo personal. Para el equipo también».
«Terminar el partido sin recibir goles fue un empujón bárbaro en lo personal y también para el equipo»
Y a la hora de marcar presencia, el debut no hubiera sido lo mismo sin una patadita de presentación, que reconoció pudo salir cara, aunque por suerte, para ella y el equipo, zafó: «Tuve una de caballa, adentro del área encima. En un momento creí que me cobraban penal. Quedó una pelota picando y al rechazar casi le arranco la pata a una. Obvio que la pelota salió despejada, hasta mitad de cancha, y eso hizo que no se note tanto la patada. Pero primero fue pie, después pelota».
LEJOS DE CASA
De todas las jugadoras de Sarmiento, Camila Torres es la que deberá dejar más lejos a la familia. Cuando empezaba a ponerse a prueba para ver cómo lidiaba con esa distancia, el coronavirus lo frenó todo y tuvo la oportunidad de volverse a Olavarria. Pero sabe que cuando vuelva la competencia, sobre todo por lo ajustado que va a ser el calendario, pegar la vuelta a casa no va a ser sencillo.
«Mi familia sabe que si paso mucho tiempo sin volver no es porque no los quiera o no los extrañe»
«Son trescientos y pico de kilómetros. Tres horas y media si vas en auto. Es un re viaje. Y decí que mi viejo tiene camioneta a gas. Si no, en ir y volver se te van seis lucas. Por suerte mi viejo se gasta dos. Es algo que ya tengo hablado con mi familia. Saben que si paso mucho tiempo sin volver no es porque no los quiera o no los extrañe, sino por la lejanía», remarcó.
HAY UNA CÁBALA EN LA CASITA
En el departamento que Sarmiento puso a disposición de algunas de las jugadoras que no vivían en Junín hubo reordenamiento. Las toldenses Sofía D’Ambrosio, Brunella Gutiérrez y Sofía Nieves, tres de sus primeras integrantes, se volvieron a su pueblo y viajan tanto para los entrenamientos como para los partidos. A Mari Costa, Flor Gamarra y Romina Paye, se sumaron entonces Lourdes Castro, Delfina Brance y Camila Torres, que llegó con una cábala abajo del brazo… Aunque no para todas, claro.
«Estoy en la pieza con Mari Costa, que va y viene. Colgué una camiseta de Boca atrás de la puerta que creo que todavía no vio. Se va a enterar ahora. Ese día, ganó Boca, empató River y salimos campeones», contó la olavarriense. Y agregó: «Estaba mirando el partido con Lu (Castro). Nos quemamos todos los datos. Ahora por suerte ya tenemos wi-fi. Nada más nos estaría faltando una tele».
CUARENTENA EN FAMILIA
Para estar cerca de los suyos y para que no fuera tanto el gasto familiar, Camila Torres no dudó un segundo en volverse a Olavarría para hacer la cuarentena. Lo que nunca pensó, sin embargo, es que sería por tanto tiempo. «Trato de no impacientarme. Al principio pensé que serían diez o quince días, con toda la furia. Me traje todos pantalones cortos. Le tuve que pedir prestados a mi primo un par de pantalones largos», avisó la defensora.
Claro que a la hora de pensar en el bien común, cree que el esfuerzo que están haciendo la gran mayoría de los argentinos es necesario y que tendrá su recompensa. «Más allá de todo, de las ganas de volver a jugar, pienso que menos mal que se tomaron estas decisiones. Imaginate que en otros países hay mil muertos por día. En Olavarría hay tres casos de contagio. Calculo que la semana que viene ya van a estar de alta, recuperados», dijo.
Y agregó: «Yo tengo la suerte de vivir en un departamento que es de mi familia y son tres pisos. Abajo vive mi hermano con las nenas y mi cuñada, en el del medio mi abuelo y arriba nosotros. Por lo menos nos podemos ver. Pero sí extraño a mis otros abuelos que viven a 20 cuadras. Yo no fui más, porque me daría cosa llevarles la enfermedad. Me dan unas ganas bárbaras de ir, pero por las dudas no voy».
Por Juani Portiglia