«Cárceles: cuatro intendentes, un solo no», por Lisandro Benito

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La historia de las cárceles en Junín se remonta a los últimos días de 1975. En esa época, a la vera de la ruta 188, se empezó a construir la primera, la cual fue utilizada como centro clandestino de detención por los militares.

Pasaron los años y se sucedieron las inauguraciones: en 1979 fue la primera con bombos y platillos, en 1983 la segunda con indiferencia y en 2009 la tercera con protestas y movilizaciones.

El miércoles 18 de abril de 1979 se inauguró formalmente la Unidad 13. Fue un acto de gala para la ciudad. El intendente Roberto Antonio Sahaspé (capitán retirado) pasó desapercibido ante la pomposa presencia de autoridades nacionales y provinciales en el palco de honor montado para la ocasión.

Estuvieron presentes el ministro del Interior, general Albano E. Harguindeguy, el ministro de Justicia de la Nación, Alberto Rodríguez Varela y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, general Ibérico Saint Jean, además de integrantes de la Suprema Corte de Justicia provincial, autoridades judiciales y locales.

En agosto de 1983 llegó el turno de la segunda cárcel de Junín, la Unidad 16. El intendente, el médico Benito Eguren, lo tomó con naturalidad, casi sin darle importancia porque el clima de época no lo ameritaba.

El país vivía los últimos instantes de la dictadura militar y el presidente Reynaldo Bignone estaba en retirada. Las elecciones de octubre entre Alfonsín y Luder estaban a la vuelta de la esquina. Los medios titulaban con el indulto a Isabel Perón, el caso Shocklender y los triunfos de Vilas y Clerc. En Junín la atención estaba centrada en la inauguración de una nueva dependencia de Tribunales, en las internas de la UCR y el PJ (Abel Miguel se aprestaba a ser el próximo intendente) y en la edición 37 de la Exposición Ganadera de La Rural, que contó con la presencia en la inauguración del entonces subsecretario de comercio de la Provincia Alvaro Alsogaray.

A nivel social nadie pensaba en la llegada de una segunda cárcel a Junín. Todos estaban atentos a otras cosas: la novedad de las tarjetas de crédito, el Sarmiento de Echecopar en mitad de tabla de la Primera B, las carreras de TC en el Panorámico con Castellanos, Mouras y Martínez Boero, el Argentino de los Biurrum, el Ciclista en el que ya todos miraban a la futura estrella Chuny Merlo, las películas de Belmondo, Olmedo y Porcel en los cines San Carlos, Crystal Palace y el Teatro Italiano, la llegada del teléfono a Baigorrita y Morse o el show de Horacio Guarany en el flamante gimnasio de Villa Belgrano.

Luego pasó el tiempo, los años y el gobierno del histórico intendente Abel Paulino Miguel.

El 13 de marzo de 2009 se inauguró el tercer eslabón de la trilogía: la ya famosa alcaidía 49, que con el paso de los días decantó en cárcel a secas. Tampoco hubo acto formal ni las luces de aquel 1979. Nunca quedó explicitado quien fue el autor de esta idea, lo que si quedó en evidencia pronto es que la misma sirvió para satisfacer las promesas clientelistas de los políticos de turno, liderados por el intendente Mario Meoni y el gobernador Felipe Solá. Al parecer, Meoni negoció algunas obras (que no le cumplieron). Alguien alguna vez me dijo que el nunca realizado y tantas veces anunciado puente bajo nivel en Rivadavia estaba en el listado.

“Meoni y Mirtha Cure se peleaban para ver quién metía más empleados a trabajar. Ya desde los cimientos se veía que no era una alcaidía sino una cárcel”, cuentan los que recuerdan ese momento.

El 2 de mayo de 2010 tras conocerse la nueva estructura del Servicio Penitenciario Bonaerense, impulsada por el entonces gobernador Daniel Scioli y el ministro de Justicia Ricardo Casal, el boletín oficial reveló lo que ya sabía todo Junín: el decreto de promulgación convertía a la Alcaidía 49 de la ciudad de Junín en una nueva Unidad Penitenciaria.

El entonces diputado provincial Abel Miguel estalló y esclareció la movida calificándola como un accionar oscuro y antidemocrático: “No sólo nos mintieron cuando iniciaron la construcción de la alcaidía, sino que en su momento, cuando estuve reunido junto a las instituciones de la comunidad en enero de 2008 con el ministro de Justicia Ricardo Casal, nos prometió cumplir con lo que se había pactado en un principio, y que la intención era descomprimir de procesados a las comisarías. Y ahora, vemos que realmente era una nueva Unidad Penitenciaria”.

Los fomentistas pusieron el grito en el cielo, se organizaron marchas con presencia masiva (1.500 personas). Participaron fomentistas, concejales y ex concejales, representantes del Colegio de abogados, del Comercio y de la Industria, estudiantes y el diputado provincial y tenaz crítico de la medida: Abel Miguel. Inclusive me parece recordar que al final de una movilización, el fomentista Osvaldo Giapor terminó internado diez días por la mala sangre que se hacía. Enfrente, los actuales concejales del Frente Renovador, inmutables, en ese momento ocupaban cargos jerárquicos en el municipio y nada hicieron para consumar la confirmación de la cárcel.

Hoy, a 38 años de aquella primera inauguración rimbombante, llegó el primer NO a una cárcel en Junín (la cuarta). El sentimiento lo puso cada juninense, pero esta vez la firme decisión del intendente Pablo Petrecca de oponerse a la instalación de una nueva cárcel en nuestro medio fue el hecho distintivo. La comunidad toda sintió alivio aunque en el futuro deberemos estar muy atentos para evitar cualquier intento “de arriba” que nos quieran imponer.

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