La figura más popular del rock argentino, llega este domingo a sus 65 en plena vigencia, con un nuevo disco de estudio en preparación y muestras de cariño de varias generaciones de fans y artistas a los que influenció.
Genial, irreverente, polémico, lúcido y, en muchos pasajes de su carrera, adelantado a su época, García logró trascender el rock y posicionarse como un símbolo nacional a partir de una rica obra que gráfica como pocas la idiosincrasia nacional, a las que sumó apariciones públicas en las que estableció la versión vernácula de la figura de “rockstar”.
El hombre del bigote bicolor nunca pasó inadvertido, al punto de llamar la atención incluso de quienes no comulgaban con sus posturas artísticas, lo cual muchas veces lo convirtió en un blanco fácil para sus detractores.
Sin embargo, ya sea a la cabeza de populares bandas como Sui Generis, La Máquina de Hacer Pájaros y Seru Giran, o en su brillante etapa solista, no sólo se limitó a ser el mejor publicista de su obra, sino que sostuvo esta actitud con una música de alta calidad.
En este sentido, muchas de sus canciones se han convertido en clásicas bandas de sonido de distintos momentos de la historia reciente, tal como ocurre con “Aprendizaje”, “Canción para mi muerte”, “Películas”, “Peperina”, “No llores por mí, Argentina”, “Los Dinosaurios”, “No bombardeen Buenos Aires”, “No me dejan salir”, “Demoliendo hoteles”, “No voy en tren” y “Filosofía barata y zapatos de goma”, entre tantos otros.
También registró una moderna versión del “Himno Nacional Argentino”, en 1990, que generó acalorados debates pero, con el paso del tiempo, se convirtió en número puesto en muchos actos insittucionales.
Nacido en una familia de buen pasar económico en el barrio porteño de Caballito bajo el nombre de Carlos Alberto García Moreno, inició sus estudios musicales a los cuatro años en el Conservatorio Thibaud Piazzini, donde recibió una rigurosa educación artística que le permitió aprender a tocar de manera prematura obras de Bach, Mozart y Chopin, entre otros clásicos.