Supongamos que nos hallamos en una difícil situación en la cual alguien se dirige de una forma que, para nosotros, es agresiva o poco respetuosa, por ejemplo: eleva su tono de voz al dirigirse a nosotros o su gestualidad nos supone un violencia manifiesta.
¿Qué es lo que nos pasa cuando alguien se comporta así?
La reacción puede ser variable en función de la persona e incluso la misma persona puede reaccionar diferente depende del momento en que se encuentre, emocionalmente hablando; de ello se deduce que el hecho en sí puede ser el estímulo de lo que se siente en ese momento, sin embargo no su causa, ya que si fuera así todo el mundo reaccionaría de la misma forma.
¿Por qué ocurre esto?
La experiencia emocional, lo que pensamos y sentimos durante una reacción emocional, se suele clasificar según tres ejes o dimensiones fundamentales: placer-desagrado, intensidad y grado de regulación; en otras palabras, las emociones suelen provocar sensaciones muy agradables o muy desagradables, pueden ser más o menos intensas y el grado de “control” que tenemos sobre ellas es también variable (Cano-Vindel, 1989, 1995)
El “cuco” emocional, abre compuertas a mitos y realidades científicas y/ o populares, los que creen que se puede gestionar y los que afirman que no son controlables, debo admitir, que “control”, tal vez no es el concepto apropiado,” gestión” seria la manera correcta de definir nuestra actividad emocional, hay que tener en cuenta que -No se pueden ni se deben evitar, las emociones: si sentimos miedo, hay que expresarlo, si sentimos rabia, hay que expresarla, el “como” radica en la gestión o AUTOREGULACIÓN de sí mismo, conocerse para lograr anular la carga negativa que pueden conllevar ciertas situaciones, o actitudes. Hay que esforzarse en lograr gestionar tanto la intensidad como la duración de las emociones que pueden ser negativas para sí o para el otro (violencia), así como la capacidad de prolongar o evocar las positivas
Aunque, NO habría emociones positivas o negativas, sino emociones dañinas, perjudiciales para las relaciones interpersonales y también para nuestra salud y, por otra parte, las “Emociones que curan” una de ellas, GRATITUD en su más amplio sentido, es una emoción de apertura, hacia la vida misma, en la cotidianeidad.
Dar gracias a la vida, es una emoción ampliamente saludable, reconfortante y fácil de practicar
-Muñoz Marcos Isabel-