Se realizó la audiencia de debate oral y público que se sigue a Fernando Bitar y Karina López por la muerte de Agustín Sidoti, el adolescente de 13 años que el 20 de octubre de 2020 murió en la terraza de su casa al recibir una descarga eléctrica producto de una conexión deficiente originada en un local comercial.
El abogado de la familia de Agustín pidió 4 años y 8 meses de condena para el matrimonio Bitar
Tal como estaba previsto, en la mañana de hoy y presidido el juicio por el Dr. Silvio Galdeano, magistrado subrogante del Juzgado Correccional 3 del Departamento Judicial Junín.
La jornada no se extendió como ocurre habitualmente en estos casos ya que los imputados reconocieron su responsabilidad en el hecho.
Por lo tanto, la actividad se centró en el pronunciamiento de los alegatos que estuvieron a cargo del fiscal de juicio, Dr. Esteban Pedernera; el abogado representante del particular damnificado, Dr. Emiliano Basso y el defensor de los imputados, Dr. Federico Mastropierro.
La imputación que pesa sobre Fernando Bitar y Karina López es la de homicidio culposo.
El Dr. Pedernera, solicitó al magistrado, que se imponga una condena de 3 años de prisión al matrimonio mientras que el Dr. Emiliano Basso, la de 4 años y ocho meses, entendiendo que se estaba frente a un homicidio culposo con “culpa por representación”.
Vale remarcar lo expresado por el representante del particular damnificado quien en la sala de audiencias del segundo piso de Tribunales consideró que “tenemos hechos acreditados que demuestran que esto fue más allá de un caso de negligencia porque tenían –los imputados-, pleno conocimiento sobre la conexión clandestina y los riesgos que implica”.
Además, agregó, “el mismo día de lo ocurrido –el 20 de octubre de 2020-, el matrimonio desmanteló el local, lo cual significa que no se trató de negligencia. Cuando cualquiera hubiese colaborado con la familia, ellos se apuraron por esconder”.
Finalmente, el abogado de los imputados, entendió que la pena a imponer, en caso de así considerarlo el Juez-, la pena de un año.
LA SALA DE AUDIENCIAS
Previo al inicio del debate oral, hubo personas que quisieron ingresar pero lamentablemente por las dimensiones d la sala –muy pequeña-, sólo se permitió el acceso a los familiares de Agustín. Su mamá, su abuela y el tío. Por part de los imputados, sus tres hijas.
Como ocurre en cada juicio oral, finalizados los alegatos, el magistrado dio la posibilidad a los imputados, que dijeran sus últimas palabras. Mientras Fernando Bittar sostuvo que “no somos asesinos”, su mujer agregó que “voy a seguir pidiendo disculpas el resto de mi vida”.
Cuando ya se levantaba la audiencia y mientras comenzaban a retirarse, Mariela, la mamá de Agustín, le pidió al magistrado la posibilidad de decir algo.
Fue cuando sostuvo que el pedido de disculpas de los imputados, “es estratégico al decirlo ante el Juez. A mí, nadie se me acercó en los cuatro años que pasaron. Ellos ataron sin mi consentimiento, un cable sin aislamiento a mi reja. Y cuando pasó, los primeros que me vieron gritando fueron ellos y no me auxiliaron. Se metieron en el negocio a sacar pruebas. Ahí, solos, se declararon culpables”.
Para ese entonces, los imputados ya s habían retirado de la pequeña sala.
A partir de ahora, habrá que esperar el veredicto que dicte el Dr. Galdeano y eventualmente la sentencia. No será leída en una nueva audiencia por cuestiones operativas.
Basta recordar que el Departamento Judicial Junín tiene tres juzgados Correccionales pero sólo uno de ellos cuenta con magistrado, el Dr. Héctor Barbera. Los otros dos se encuentran vacantes.
UN RECUERDO PARA AGUSTÍN
Agustín, aquel adolescente que el 20 de octubre tenía 13 años, un sinfín de sueños por cumplir, abrazos a su madre para dar, juegos cómplices con su hermano y tiempos compartidos con sus abuelos, hoy podría haber llegado apenas, a su mayoría de edad.
Seguramente seguiría tomando clases de teatro con Florencia Cornago, o tocando la trompeta y cursando la carrera de Abogacía en su afán por que haya justicia para todos. Y, por qué no, jugando a la Play en red con sus amigos, como aquella noche.
En ese momento y en plena pandemia, había decidido que no tenía que salir y correr el riesgo de contagiarse, para cuidar a sus abuelos.
No pudo ser porque el 20 de octubre de 2020 subió a la terraza de su casa buscando a su mascota, se aferró a una baranda electrificada y en ese gesto, murieron sus sueños.