Escribe: Licenciado Santiago Aguiar. Referente de temas económicos de Frente Renovador
Durante gran parte de la gestión del Presidente Macri, la lucha contra la inflación ha sido uno de los temas más controversiales y que a la luz de los resultados, no ha podido resolverse. En efecto, el dato del Índice de Precios al Consumidor (IPC) de marzo registró una nueva alza de 2,3%, acumulando 6,6% en lo que va del año y reafirmando la zona del 25% en términos anuales.
Si bien parece no sorprender el dato publicado por el INDEC, lo más llamativo es el aumento de la inflación “núcleo” o “core” como le llama el gobierno. Esta medida ha sido la elegida por los miembros del gabinete económico y por el propio presidente del BCRA, con el argumento de que la inflación general de la economía argentina era un efecto necesario que respondía estrictamente al “sinceramiento” de tarifas y no a un proceso generalizado a todos los precios, es decir, lo que se llama habitualmente “inflación de tarifas”.
Por ello, eligieron centrar su atención en el comportamiento de esta parte de la medición del IPC. Según cita el mismo INDEC uno de los objetivos que se persigue al calcular una medida de inflación núcleo es poder contar con un indicador que permita analizar la evolución de los precios de la economía sin tener en cuenta aquellas fluctuaciones de carácter temporario, estacional, o que se revierten en el corto plazo.
En términos más domésticos, es la inflación sin el efecto de las tarifas ni de los productos con fuerte componente estacional como algunas frutas y verduras. En la práctica se asocia a una medida que permite identificar la tendencia de la inflación y es ahí donde aparecen las alertas ya que contiene en el cálculo bienes y servicios de primera necesidad.
Es que la inflación núcleo del mes de marzo fue del 2,6%, superior aún al nivel general, evidenciando que más allá de las variaciones estacionales y/o de los aumentos de las tarifas, la inflación se consolida como un mal endémico en nuestro país tras el fracaso de las políticas públicas del gobierno de Mauricio Macri para controlarla.
De mantenerse esta tendencia, no sólo es de esperar que la inflación siga haciendo estragos sobre el poder adquisitivo de los salarios sino que a esto se suma un agravante que antes no era tenido en cuenta. Hoy por hoy, muchas familias se encuentran endeudadas fuertemente y por largo tiempo en préstamos con ajustes por inflación (UVA), principalmente fogoneados por el propio oficialismo. Sin dudas la capacidad de repago de esos créditos dependerá de que los ajustes salariales no pierdan terreno contra la inflación, algo muy poco probable durante 2018.