La industria del juego es una de las que ha sentido en cierta medida la influencia de la pandemia y las turbulencias que se han abatido sobre el mundo en los últimos tres años. De hecho, es una de las pocas industrias que ha mantenido el listón alto: hasta la fecha, el volumen de negocios de los juegos supera incluso al del cine y la música. Esto se debe a que, en un planeta de más de siete mil millones de individuos, al menos cuatro son jugadores. De todas las edades y sexos, sin distinción alguna: el mundo del juego está en alza y, con la aparición de nuevas generaciones, la tendencia apunta al alza.
Las consolas, ya sean pequeñas o grandes – como la PlayStation, la Xbox, y la Nintendo Switch – no han perdido su atractivo; de hecho, lo han incrementado. Los principales fabricantes de estas consolas continúan generando novedades constantemente. A ellos se suman otros actores que, a su vez, se han expandido hacia mercados paralelos. De hecho, los juegos para móviles han transformado a los smartphones en dispositivos valiosos, también – y quizá, principalmente – para el entretenimiento. Este cambio radical traído por el juego móvil ha abierto una nueva vía: el juego multijugador, a distancia, y altamente funcional. A esto le ha seguido el auge de varios títulos – en particular los Battle Royale de Fortnite – que son especialmente populares por permitir el juego a distancia. Podríamos afirmar que estos títulos han llegado a superar a los juegos clásicos, aquellos que enfrentaban al jugador directamente con la computadora o la consola.
Esto ha obligado a las empresas de juegos a aumentar las normas de seguridad para todos los usuarios, a menudo millones, que disfrutan simultáneamente de juegos y contenidos en todo el mundo. A todo esto hay que añadir un creciente énfasis en la ciberseguridad, cada vez más necesaria debido al aumento exponencial del tiempo que se pasa en la red también para entretenerse. Por ello, las medidas que el mundo del juego despliega para proteger a sus usuarios son variadas: desde el reconocimiento facial – la última frontera propiciada por la Inteligencia Artificial – hasta la creación ad hoc de una interfaz funcional para la misma protección de los jugadores, ahora presente en todo los Game Center que se precie. Además de la comprobación de datos como la edad y la identidad, hay otras medidas a varios niveles: encriptación, incluso para los juegos en los que hay dinero de por medio, para proteger las transacciones, y servicios de atención al cliente siempre disponibles para resolver las cuestiones más variadas, desde las peticiones de ayuda de los usuarios hasta la corrección técnica de un bug del juego.
El futuro de los juegos pasa por un reto principal, que es el decisivo: ya se está jugando en el terreno de la seguridad, que es lo que interesa a cualquier consumidor.