Eliana Ceballos llegó como refuerzo para la segunda temporada de Sarmiento en Primera B, después de pasar cinco años defendiendo la camiseta de Rosario Central y justo cuando empezaba a pensar que el fútbol le estaba dando la espalda. En total, disputó 11 partidos con Las Maestras, porque el certamen se desarrolló en modo express para ajustar el calendario a la salida de la pandemia. No tardó, sin embargo, en volverse una pieza clave para el equipo, al punto que finalizada la temporada Estudiantes de Caseros la llamó para reforzar, junto con Florencia Gamarra, el plantel que por primera vez jugará en la máxima categoría del fútbol argentino; ofreciéndole, además, la posibilidad de firmar su primer contrato profesional.
-¿Cómo se gesta el contacto con Estudiantes?
-Yo estaba en casa y veníamos de perder el fin de semana contra Banfield. El lunes me llega un mensaje por Instagram. Era Nicolás (Blas), el técnico de Estudiantes. Intercambiamos teléfonos, empezamos a hablar y el me comentó cuál era el proyecto que tenía. Yo quedé en contestarle porque no sabía qué iba a pasar en Sarmiento. Yo me quería quedar una temporada más, pero por distintas cosas que pasaron decidí hablar con él y levantarle el pulgar para que se empezara a mover todo el tema de papeles. También lo decidí por el lindo proyecto que tiene Estudiantes.
-Ya desde el mercado de pases se empezó a notar que es un equipo con aspiraciones muy serias en Primera División. Con intención de ser altamente competitivo y no de ver qué pasa…
-Todo eso se nota muchísimo, no tengas dudas. En los entrenamientos ya se nota, en la responsabilidad con que hay que asumirlo. Hay momentos en los que por ahí se jode, pero a la hora de laburar se labura de manera muy profesional y a cara de perro.
-¿Qué nuevas compañeras te dejaron las primeras grandes sensaciones futbolísticas?
-En realidad muchas, porque hay chicas chiquitas que no superan los 16 años, que han crecido a pasos agigantados, que han jugado el año pasado y que han sido parte del ascenso en la cancha. Después, te puedo hablar de Mica Cabrera, Gabi Chávez… Mica arriba es tremenda. No le sacás la pelota y encima le pega con las dos piernas.
-¿Con quiénes compartís casa ahora y cómo es la convivencia?
-Actualmente vivo con Magalí Badilla, que viene de Almirante Brown; con Marlene Campos, que fue la goleadora en el ascenso el año pasado; Cande Velázquez y Flor Gamarra, con quien ya habíamos compartido casa en Junín. No hay un día que te vayas a dormir sin que te cagues de risa.
-¿Qué te pasó cuando después de saber que ya firmabas con Estudiantes cayó la bomba del mercado con la incorporación de Lorena Benítez?
-La verdad fue algo increíble, porque de hecho cuando yo llego acá a Buenos Aires no sabía nada. Después me entero que Lore iba a ser refuerzo, vino a vernos, estuvo charlando con nosotras. Pero me sorprendió muchísimo en primer lugar porque yo ni me esperaba que se fuera a ir de Boca. Y cuando ya comunicó que se iba porque no me imaginaba que se iba a venir acá.
-¿Qué pudiste hablar con el DT de lo que pretende de vos en el equipo? ¿Ya se habló también de objetivos?
-Me probaron de tres, también de volante porque les gusta que yo rompa por adentro para poder buscar la sorpresa por ahí. Creo que piensan que estando de volante puedo darles más, aunque de tres saben que también puedo jugar porque vengo de hacerlo todo un año en Sarmiento. De hecho hay muchas jugadoras que pueden cumplir muchos roles en la cancha, entonces va a haber mucha competencia y un quilombo lindo para el DT.
-Habiendo estado poco menos de un año en el club, ¿por qué te costó tanto dejar Sarmiento teniendo en cuenta que tenías por delante una oportunidad superadora?
-Creo que me aferré mucho a las personas con las que he vivido y con las que me tocó pasar por muchísimas cosas. Me costó despegarme de toda esa gente, porque pese a los problemas que hemos tenido durante todo el año fui muy feliz dentro de Sarmiento. El día que me toca venirme lloré una semana seguida. No tengo dudas que me encantaría volver a vestir esa camiseta algún día. Incluso poder retirarme ahí.
-¿Cómo fue que llegaste a Sarmiento?
-Yo soy de Las Parejas, Santa Fe. Toda mi familia está allá. A los 23 años me fui a vivir a Zavalla, un pueblo al lado de Rosario. Empecé mi carrera jugando en Central, estuve cinco años. Un profesor, Gabriel Suárez, tenía una categoría de fútbol masculino en Sarmiento y me comentó del equipo, me preguntó si quería ir. Primero dudé por mi edad, por tener en Zavalla mi trabajo, mi departamento, mis cosas. Después me decidí a probar a ver qué pasaba. Me presenté un jueves a una prueba y tenía que volver un sábado que jugaban contra Vélez. Pero justo Sergio (Barbagelata) cae con Covid y algunas chicas también habían quedado aisladas. Después estuve un mes con Sergio insistiéndome y yo dudando. Logré acomodarme, hablé en mi laburo. Nunca me imaginé adaptarme tan rápido. Llegué a Junín un domingo. Me fue a buscar Raúl Mercado y le pregunté si podía cargarme la bicicleta y también hacerme un mapita para volverme. Un genio Raúl. Me dibujo el mapita que ahora tengo pegado en el ropero de mi casa. Todos los días hacía el recorrido que él me había armado por miedo a perderme. Gente así, que me dio una mano, fue la que me hizo muy difícil dejar Sarmiento.
-En opinión personal, fuiste el mejor de los refuerzos de la segunda temporada en Primera B. ¿Vos te sentiste importante rápido para el equipo?
-Me acuerdo que cuando llegué no sabía bien en qué posición iba a jugar. Todas las prácticas me ponían de tres. Un día me enojo y les digo no quiero jugar más en esta posición, porque no entiendo nada, no sé ni cómo tengo que salir jugando. Enojadísima. Y Fede (Coronel) me decía dale, que ya le vas a agarrar la mano a los movimientos y la pelota va a pasar mucho por vos. Vas a ver que te va a terminar gustando porque lo vas a hacer bárbaro. Así fue. Quedé en esa posición. El único partido que jugué de volante fue contra Camioneros, que convertí mi primer gol de penal.
-Volaste contra Camioneros…
-Fue uno de mis mejores partidos. Un partido que me marcó porque no venía de una buena semana, habían pasado cosas. A todo eso súmale que tengo mi familia lejos. Cumplía los años mi sobrina y era el primero que no podía pasar al lado de ella. Se me había juntado todo y exploté dentro de la cancha, corriendo atrás de esa pelota. Me sentí imparable ese día. Yo escucho el relato del partido y se me pone la piel de gallina. Pienso estos me están mintiendo o me la quieren hacer creer.
-¿Qué te dejó el cuerpo técnico? Porque siempre confió en vos como jugadora.
-La verdad que me llevo los mejores aprendizajes. Una aprende todos los días. Siempre hay algo para mejorar. Hay cosas que me ha recalcado Fede en su momento y que hoy estando acá en Estudiantes me acuerdo mucho. También con Sergio. Con Santi, su hijo, al que después de perder contra Banfield le decía hoy me preguntó de qué sirvió tanto esfuerzo, si realmente haber dejado todo valió la pena. Y él me decía Eli, yo entiendo que vos estás enojada, pero vas a ver que todo esto te va a dar frutos y no bajes nunca los brazos porque sos una gran jugadora y las cosas buenas van a venir. Y vinieron. Del cuerpo técnico de Sarmiento me llevo los mejores aprendizajes.
-¿En algún momento habías perdido la confianza en vos como jugadora?
-En Central me pasó vivir una situación en la que mezclaron lo personal con lo futbolístico, que fue algo que me dolió muchísimo. En su momento no entendí el por qué. Me acuerdo que salí de todos los grupos de Central, no me presenté un domingo a jugar, no quería saber más nada. Me acuerdo que lloraba, un mes seguido. Yo sabía que las condiciones las tenía y que podía pelear un puesto dignamente. Cuando no te da vos misma te das cuenta. Eso me dolió muchísimo. En ese momento agarró Ramiro Lauretti, al que siempre nombro porque fue alguien que me ayudó a seguir, que me dijo que no baje los brazos. Eso me hizo cambiar de pensamiento. Me levanté, me sacudí y le seguí metiendo para adelante. Hoy tener esta oportunidad es increíble. Hay veces que ni yo lo puedo creer.
-¿Qué compañeras, qué gente te llevás de Sarmiento y por qué?
-Me llevo tantas… Pero si es dentro del equipo me llevo a Lucía Mansilla, a la que adoro. Fue uno de los grandes pilares que tuve dentro de la casa, porque siempre me calmó en mis momentos de locura. A Pini Tamburrini, con quien hasta el día de hoy hablo y está siempre incentivándome. Cuando yo quise rechazar la opción de Estudiantes para quedarme en Sarmiento me acuerdo que ellas me re cagaron a pedo y me dijeron que viviera esto que era algo lindo para mí. Linda Ledesma, que también se ha convertido en una de esas grandes piezas en lo que vivimos. Chechu Rincón, con la que también compartí mucho. Meli Garialdi, que aunque tiene sus locuras y yo las mías fue una persona que me dio una mano terrible. Queda reflejado adentro de la cancha con Meli, que siempre te está incentivando que lo que no sale ya va a salir. Lo mismo con La Negra Mansilla y Pini Tamburrini. Son personas maravillosas y eso es algo que también extraño.
-¿Qué te generó ver tantos buenos deseos de gente que conociste en Junín una vez que confirmaste que firmabas con Estudiantes?
-Por un lado me generó mucha alegría, porque creo que eso refleja que hice las cosas bien. Pero también me generó mucha tristeza porque yo quise quedarme. Las cosas se dieron de otra manera y en algún momento me encantaría poder volver a vestir esa camiseta.
LOS INICIOS Y EL RECORRIDO
-¿Desde qué edad jugás y cuáles son tus primeros recuerdos con una pelota?
-Empecé a jugar al fútbol desde los 4 años. Toda la vida con varones. Me acuerdo que lo seguía a mi hermano, que de hecho el amargo no quiso seguir jugando. Desde que tengo uso de razón juego. Tuve una infancia muy linda pese a muchas necesidades, porque somos una familia grande, muchos hermanos. Vivía con la pelota en los pies. Todo lo que me está pasando hoy me alegra muchísimo por ver también el crecimiento del fútbol femenino. Y creo que nosotras somos el ejemplo de las que vienen atrás nuestro. Jugué hasta los 12 años con varones en Las Parejas, porque después la Liga Cañadense no me lo permitía, entonces tuve que salir a jugar fuera de mi lugar. Lo empecé a hacer en Rosario. Me acuerdo que estuve en Cremería de Carcarañas, Huracán de Bustinza, de ahí ya vivía en Zavalla y arranqué mi carrera en Central. Cinco años jugué hasta que me salió la posibilidad de irme a Sarmiento.
-¿La familia bancó siempre o terminaste convenciendo?
-Yo por ahí digo ¡Mamá me dijo que no jugara a la pelota! Y es verdad. Por nada del mundo quería mi mamá que yo jugara a la pelota. Me ponía pollera, me ataba las colitas y yo ya estaba en el campito. Pero terminó aceptándolo porque sabe que es lo que me gustó siempre. De hecho, de siete hermanos hombres y mujeres que somos soy la única que juega al fútbol.
Por Juani Portiglia