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Federico Melo: el dirigente que no grita pero construye. Nota de opinión por Mariano Fernández

En tiempos donde la política parece disputarse en volumen y no en ideas, donde muchos hacen ruido sin haber hecho nunca nada, hay figuras que —sin estridencia— se van ganando un lugar. No por marketing. Por gestión. Federico Melo es una de ellas.

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No es nuevo en esto. Lleva años conduciendo el Sindicato de Empleados de Comercio de Junín, el más grande de la ciudad. Pero lo relevante no es el cargo, sino lo que hace con él. Mientras otros usan la estructura para escalar, él la convierte en servicio: cinco farmacias sindicales, cabañas turísticas, policonsultorios, un predio con actividades comunitarias, mutual activa y articulación constante con el municipio. No es menor, sobre todo en un país donde gestionar se volvió un deporte extremo.

Su estilo no es el del dirigente que quiere caer simpático. Melo no edulcora ni sobreactúa. Tiene un tono seco, si se quiere. Pero detrás de esa economía de palabras hay una inteligencia pragmática y una coherencia política que empieza a pesar. Dice lo que piensa sin alardes y hace lo que promete sin anunciarlo diez veces. Y eso, aunque parezca poco, en la política actual es una rareza.

Hace unos días, al saludarlo por su rol en el sindicato y preguntarle si pensaba dar un paso más, respondió en un audio que “está analizando”, que “no descarta pero tampoco confirma”. Que si se mete, será para ser útil. Que no quiere estar por estar, sino aportar desde un lugar con identidad. Y ahí asoma su raíz: la justicia social como eje, no como eslogan.

No es de los que se desesperan por una candidatura. Pero tampoco se queda cómodo en la tribuna. Y esa ambivalencia —esa pausa reflexiva, ese no jugar porque sí— lo vuelve interesante. Porque habla de madurez política. De un tipo que no busca el centro del escenario, pero que cuando lo llaman, ya tiene libreto propio.

¿Tiene ambición? Probablemente. ¿Tiene errores? Claro. Pero tiene algo que no se aprende en los manuales ni se compra con encuestas: una forma de estar, de construir, de liderar sin prepotencia ni servilismo.

Melo no pide permiso, pero tampoco impone. Camina, observa, evalúa. Y si en algún momento le toca ocupar un lugar más visible, no va a llegar por oportunismo, sino por acumulación. De trabajo, de vínculos, de gestión.

En un escenario local y nacional donde sobran los que gritan y faltan los que hacen, no está mal reconocer a uno que, sin vender humo, viene construyendo algo más sólido que un discurso.

No lo pongamos en un pedestal. Pero tampoco seamos necios. Federico Melo es de esos dirigentes que no llenan titulares, pero mejoran realidades. Y quizás, de eso se trate la política que viene.

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