Por: Gustavo Traverso
Es innegable que la Argentina vive días decisivos y no hay dudas en torno a la aceptación de la simultaneidad de fragilidades que afrontamos como Nación. A la durísima realidad, heredada de la peor gestión del periodo democrático, se le agrega la inusitada crisis sanitaria que afecta al planeta. Cuesta encontrar también, a quien no tenga la certeza de la derivación en una parálisis económica difícil de ubicar en la historia contemporánea.
La posibilidad de afrontar estas crisis con el espíritu de la oportunidad, es una idea recurrente entre los intelectuales y pensadores que, independientemente de su ubicación en el arco político o ideológico, es auspiciosa.
La calidad de los dirigentes políticos se mide en momentos fundacionales, cuando lo que se impone son las búsquedas de las esencias identitarias nacionales, cuando casi desde la inercia estructural de la historia el sentido común apela al concepto de Unidad Nacional, cuando la intensidad de las minorías y las parcialidades políticas tienen sentido colectivo, plural y patriótico.
Demasiados años de frustraciones han puesto en jaque a nuestro sistema político y es hora que lo asumamos; por las hendijas de nuestras diferencias, se coló una versión de nuestra historia que está demostrando ser la responsable de muchas de nuestras tragedias.
En este contexto, el absurdo e inconsulto comunicado de un sector de la oposición, impacta en la política y enciende todas las alarmas.
Es preciso desplazar a las miradas sectarias, mezquinas y oportunistas. Está en nuestras manos aislar a quienes incentivan el odio, las divisiones y recuperar la convivencia entre los partidos y corrientes de nuestra joven democracia.
No hacerlo constituye un verdadero CRIMEN DE GRAVEDAD INSTITUCIONAL.