Villa Belgrano se coronó campeón del Apertura 2021 de Primera División de la Liga Deportiva del Oeste tras vencer 3-1 en el clásico a Rivadavia en la segunda final disputada en el Estadio Eva Perón, con un triplete de Diego Cháves.
Dicen que antes de aprender a celebrar hay que aprender a reponerse de los golpes. Primero, entonces, hubo que saber sufrir una eliminación en el último Torneo Nocturno habiendo llegado con la chapa de candidato y más tarde una derrota en la serie final del Torneo Federación Bonaerense Pampeana ante José C. Paz. Entonces, la final del Apertura 2021 quiso enfrentar a Villa Belgrano con su clásico rival, Rivadavia de Junín.
Hubo una primera final que quedó igualada 1-1, el miércoles anterior. Curiosamente, el reglamento de la competencia determinaba que no habría definición por penales sino un partido revancha. Si hubiéramos sabido que se iban a vivir dos fiestas del fútbol juninense como las que se vivieron, lo hubiéramos firmado sin dudarlo.
A diferencia de ese primer partido, al Villero le tocó comenzar abajo en el marcador producto de un penal que señaló el árbitro por una mano en alto de Diego Cháves que, a la salida de un tiro de esquina, bloqueó un cabezazo de Ezequiel Álvarez. Corrían 20 minutos y para ese entonces ambos equipos habían planteado un juego golpe por golpe, pero sin ocasiones de riesgo real para los arqueros. El propio Álvarez se encargó de la ejecución y abrió el pie para ubicar la pelota abajo, contra el palo izquierdo de Tolosa, y salir a colgarse del alambrado que lo separaba de los hinchas del Cele.
Había que aprender a reponerse de los golpes y Villa aprendió, porque con la desventaja empezó a crecer desde lo futbolístico y generó daño especialmente por la izquierda, primero con Iñaki Esnaola a pura gambeta y después cambiando de banda a Bernardo Delfini. Este último abrió la pelota a los 24 minutos para Liceaga, que llegó hasta el fondo y metió el centro que a punto estuvo de mandar a guardar Soler tirándose de palomita, pero su cabezazo se fue pegadito al palo. Dos minutos más tarde, otra vez Delfini hizo un jugadón recortando desde la izquierda al vértice del área, desde donde sacó un bombazo que pedía ángulo y que desactivó Varas con la volada de la noche.
Pero El Villero no cesaría en el empuje. A los 30 Delfini volvió a exigir a Varas con un centro arco. Y a los 39 el uno volvió a tapar primero ante un remate lejano del 8 y después en el rebote ante Liceaga. Se consumía el primer tiempo y quien todavía no había tenido una ocasión clara era el goleador Diego Cháves. Pero a los 42, en un envío larguísimo Sartori, el 10 apareció por la izquierda y aprovechó un error de cálculos del arquero para salir a cortar, llevándosela con el muslo y empujando con el arco vacío para marcar la igualdad con que ambos equipos se irían al descanso.
Apenas se habían jugado dos minutos del complemento cuando tuvo lugar una jugada que pudo cambiar el desenlace de la final. Tomás Alonso se metió al área, eludió al arquero Tolosa y definió de cara al gol, pero su remate fue interceptado por Tomás Morales, que se jugó la vida para despejar pero lo hizo con su brazo interponiéndose entre pelota y red. El árbitro no señaló el penal y no estará de más decir que a Rivadavia no le cobraron dos en el total de la serie.
A los 8, Manteca Martínez tuvo un tiro libre metros atrás de la medialuna pero su remate se fue por arriba del travesaño. Y a los 17 el que probó de media distancia fue Sayago, con un remate que no le ocasionó mayores problemas a Tolosa para controlar. A los 24, Germán Tusso ingresaría a la cancha para Villa y aportaría el desequilibrio necesario para volver a imponer condiciones en el juego. El 17 primero se haría cargo de un tiro libre que contuvo Varas y minutos después probaría con un remate de media distancia que salió desviado cuando quedaban 15 minutos para el final.
Pero la llave para destrabar la final la tenía el también ingresado Arian Caparro, que condujo en el círculo central, se deshizo de su marcador y en el toque siguiente filtró una asistencia perfecta para el oportuno pique de Diego Cháves. Y mano a mano con Varas el uruguayo falló. Ubicó la pelota suave, al segundo palo, para volver a encontrarse en ese beso del amor con sus canilleras, para dar vuelta la final, para terminar de romper la resistencia de un Rivadavia que a partir de ese momento ya no se encontró.
Para que el romance entre el pueblo Villero y su goleador fuera completo, el 10 le puso la firma a un gran contragolpe a los 37. Nicolás Esper metió el bochazo desde el fondo, Caparrós se escapó por la derecha y otra vez se vistió de asistidor para que esta vez Cháves nada más tuviera que arrojarse y empujar al gol que terminó de definir las acciones. Villa se sabía campeón, su gente desató el festejo en las tribunas y nada más hubo que dejar de correr los minutos antes que tuviera lugar ese encuentro mágico, alambrado de por medio, entre los campeones y su gente.