Escribe Isabel Muñoz
«Estamos en tiempos revueltos, donde las capacidades de convivencia están más bien escasas, si mencionamos la tolerancia, diría en extinción, la función de distintos pareceres de escuchas a opiniones o acciones diferentes convocan los más bajos instintos
El respeto, el reconocimiento del Otro, como diferente, pero par, a caído en desuso, giramos en orbitas irreconciliables ante oposiciones que podrían manejarse a, modo simple, humanamente civilizado
La educación, en vez de ser un elemento conciliador se ha transformado en un frente ideológico de diferencias y encontronazos, de dicotomías absurdas que se plantean en marcos incomprensibles
La realidad educativa, mas allá de la institucional escolar, se agrava en el seno del hogar, la agresión ha tomado partido como reacción naturalizada frente a situaciones de conflicto, donde el dialogo no existe, la comunicación si no es manifestada a través de insultos y agresiones físicas,
¿Hemos perdido la capacidad de comunicarnos?
Los centros públicos, escuela, hospitales, desde su construcción física, hasta los recursos humanos, sufren deterioros a grandes pasos, se minimiza, se desprecia, se destruye proyectando una furia interna… ¿hacía qué? ¿Hacia quien?
Tolerancia y paciencia consigo mismo y con el otro.
En esta sociedad que corre contra el reloj sin saber bien a dónde se dirige, necesitamos una pausa, mirar nuestro entorno, hacernos a la idea de que no todo puede estar bajo control y que existen normas, para una convivencia en paz…
Tolerancia no es sinónimo de soportar cualquier cosa ni de perdonar a ciegas.
Tolerancia es: primero respeto hacia uno mismo, saber lo que quiero, lo que entiendo que me merezco y conocer mis límites. Tolerancia es también tener esa actitud con los demás, es exigir sin asfixiar y comprender sin juzgar.
Un alto grado de intolerancia se manifiesta ante la frustración, ante un «no» como respuesta o una respuesta que no nos agrada como tal.
Ahora, ¿Qué es la frustración? Es el sentimiento que surge cuando no logramos conseguir lo que queremos o deseamos, esa reacción de molestia, ansiedad, depresión, angustia, enfado… El problema no está en el dolor o la frustración que experimentamos, si no en nuestra actitud ante ello. No vemos el dolor como algo soportable, sino que lo vemos como algo totalmente destructivo que acabará con nosotros rápidamente si no lo mitigamos, y como lo mitigamos? Atacando al Otro, al maestro, al policía, al doctor, a quien fuere que no satisface nuestro deseo (o nuestro capricho)
Inutilizados para manejar el malestar, vamos por el mundo desprovistos de herramientas para controlar la ira, y nos desquiciamos rápidamente ante cualquier adversidad u obstáculo que se encuentre en el camino, con esta carestía de habilidades para manejar el malestar, es probable que las personas o la persona, se desmotive y abandone la actividad o proyecto en el que había puesto su esfuerzo.
Esta falta de tolerancia está ligada a las creencias de que todo en la vida debe ser fácil y nada debe generarle malestar, ya que el dolor es algo horrible e insoportable
¿Cómo podemos cambiar estas creencias?
En primer lugar, es necesario reconocer que el mundo no gira en torno a lo que deseamos, y que no siempre vamos a conseguir todo lo que queremos. Además, es muy útil pensar en que las recompensas a largo plazo suelen ser mayores que a corto plazo, es decir, que a veces nos conformamos con poco por querer tenerlo de forma inmediata, antes de esperar un tiempo y conseguir recompensas mayores. Es indiscutible que el malestar y el sufrimiento no son agradables, pero tampoco insoportables, podemos aprender de ellos y fortalecernos, logrando mejorar nuestra existencia, evitando desgastes como son la agresión. Todo depende de la actitud y forma de afrontarlos.
En segundo lugar, es beneficioso no dejarse arrastrar por emociones toxicas como (frustración, tristeza, cólera, enfado, rabia…)… reflexionar y analizar la situación, buscar alternativas para conseguir nuestros objetivos, nos ayudará a tener mayor capacidad de recuperación emocional y nos dará una mayor estabilidad.
En tercer lugar podemos tener en cuenta otras posibilidades, que ayuden a aumentar la tolerancia a la frustración y la capacidad de afrontamiento. Podríamos tener en cuenta las siguientes:
Autoncontrol: reducirían conductas inadaptadas y ayudarían a que le lleven a afrontar la situación, de modo más pacífico. De esta manera la persona puede focalizar la atención en la solución del problema y no en el malestar
Enfriamiento emocional: reducir el impacto emocional y darse el tiempo necesario para tomar decisiones.
O Darse tiempo: evitar el análisis o reflexión hasta que se haya producido un enfriamiento emocional. Es lo que conocemos como “pensar en frío” o “consultarlo con la almohada”. Ayuda practicar actividades agradables o placenteras.
Por último, para desarrollar la tolerancia en tiempos revueltos y manejar la frustración, sería recomendable tener en cuenta los siguientes puntos:
Ser consciente de la frustración, analizar nuestras reacciones.
Distinguir entre deseos y necesidades, ya que unos necesitan la satisfacción inmediata, y otros, pueden esperar.
Controlar los impulsos y medir las consecuencias de nuestros actos.
Aprender a soportar el dolor, como parte de la vida y no como culpa del Otro.
Las personas que saben tolerar la frustración, la vida es más agradable, NO más fácil, ni menos dura, si con menor estrés.
Capaces de convertir los problemas en nuevas oportunidades, tienen más probabilidades de resolverlos porque no reaccionan ante ellos con falta de tolerancia o violencia, ni intentan escapar para no sentir, aceptan que el dolor, el sufrimiento, la incomodidad, el fracaso, son parte de la existencia, de nuestro paso por este mundo, no dejan que estas cosas les perturben excesivamente.
Son aquellos que practican el viejo refrán de “al mal tiempo buena cara”.