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Línea Fundadora: Si dice gol, diga Vivi Biz

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Mamá y papá decidieron que se llamara Carolina, mientras soñaban que fuera muchas cosas. Muchas, sí. Menos futbolista. Rebelde, ella eligió la pelota. La pelota la eligió a ella. Y las canchas de cada barrio, de cada pueblo que la vio jugar, la rebautizaron. Desde entonces, si dice gol diga Vivi Biz.

Arrancó a los 12, donde la dejaran jugar. Y ya con 15 defendía la camiseta de Rivadavia de Junín, club con el que todavía hoy mantiene encendida la llama del amor. Muchos de sus pasos los dio junto a su socia favorita, La Turca Bellome, a la que califica como la mejor jugadora que haya visto jamás.

Eran la pareja despareja. La chiquita, que gambeteaba y la asistía. Ella, la flaca de piernas largas; las mandaba todas a guardar. Qué lástima que nadie se haya ocupado de llevar esos registros, porque al hacer la cuenta parece imposible que alguna jugadora de la región pueda tener más goles que Vivi Biz.

«Con La Turca pasamos por todos los clubes, porque cuando empezamos yo tenía 12 y ella 10. Antes era muy distinto. Uno de los primeros equipos que se armó fue en Newbery, que tenía a Nina Del Negro, una muy buena jugadora. A mí me habían visto jugar en un campito, con los chicos, y fueron a hablar con mi papá para que me dejara jugar, porque no me dejaban. Ahí, con 12 años, empecé a jugar para ese equipo», recordó en diálogo con Junín 24.

«Siempre estuvo el prejuicio de la gente, pero a mí no me importaba lo que se dijera. Si me hubiera guiado por eso, no hubiera hecho lo que más amo»

Para Carolina, que ya había empezado a ser Vivi, el hecho de no tener el apoyo familiar en la elección de pasarse el día jugando a la pelota traía aparejadas muchas otras dificultades. «Yo iba a jugar a los cuarteles y los hermanos de Silvia Romero me prestaban las zapatillas, porque no tenía. En mi casa era todo un tema».

Las ganas eran tantas que si en Junín no había donde jugar, salían de recorrido por los pueblos. Así, fueron haciendo amistades al punto que llegaron a armar una especie de selección con las mejores de la región: «Había chicas de Rojas, Viamonte, Ameginho, Lincoln… Y así podíamos salir a jugar. Nos íbamos reclutando entre nosotras. Agarrábamos la bicicleta y nos pasábamos a buscar. Poníamos un día de entrenamiento y no había que faltar, porque después no había manera de comunicarse. Hacíamos exhibiciones, íbamos por todos lados, salíamos en los diarios, pero siempre como el sexo débil. Así nos presentaban».

Con La Turca marcaban tantas diferencias que recordó que en los torneos que se armaban en los barrios habían puesto una regla tan arbitraria como ridícula: ellas dos no podían compartir cancha en el mismo equipo, por lo que tenían que turnarse y jugar un tiempo cada una. «Era jugar con La Turca y hacer goles, goles y goles. Donde jugáramos. Ella tenía una pegada increíble. Te la ponía en la cabeza. Yo siempre tuve buena altura y era buena cabeceadora. Pelota que iba al área, era gol. Siempre faltaron buenas cabeceadoras. Igualmente, yo soy derecha pero practicaba todo el tiempo con la zurda para poder pegarle con las dos. Tengo más goles con la zurda que con la derecha. No tengo idea de la cantidad de goles, no hay registros. Pero trofeos de goleadora tengo un montón. En un campeonato relámpago que se jugó en Piedritas hice 13 goles», relató La Flaca, que a falta de documentos lo tiene todo registrado en la cabeza. Como si hubiera sido ayer.

Juntas, también, participaron del primer campeonato de fútbol femenino organizado por la Asociación del Fútbol Argentino. Un torneo de futsal que se disputó en el Club Juventud de Wilde. «Viajamos en el viejo colectivo blanco de línea. Fueron muchísimos equipos de todo el país. El torneo se dividió en dos zonas. Salimos subcampeonas. Ya era algo como profesional», recordó Vivi Biz. De aquel equipo, también formaron parte Isabel Sierra, Silvia y María Romero, Nina Del Negro, Poli Reichenshammer, Susana Postigo, Karina Muñoz, Rosa Cruz, Alejandra y Dora Cisneros; todas con menos de 20 años.

Entre todos los equipos que les tocó integrar, y reservando siempre a Rivadavia el mayor cariño, recordó también a Las Estrellas y también uno que se armó en Sarmiento, aunque recordó que por ese entonces ni las camisetas les daban. También se encargó de destacar otro gran equipo: Las Galácticas, que había sido formado por Valeria Ghione. «Ella es otra que hizo muchísimo por el fútbol femenino. Estuvo en River, iba y se pagaba todo para poder jugar. Tuvo que dejar por el esfuerzo que implica, porque no se podía. Pero era una excelente jugadora».

Así, de partido en partido y de viaje en viaje, la carrera de Vivi Biz se fue llenando de anécdotas inolvidables, algunas que le han dejado marcas, cicatrices; otras que establecieron lazos y amistades. Y aquellas que cuando recuerda hacen que no pueda dejar de sonreír.

LA MANUELA

Me acuerdo un torneo en un pueblito, La Manuela, de cinco casas. Íbamos con mi exmarido, entramos porque él vendía animales. Y veo que había un campeonato de fútbol de mujeres. Eran tres pueblos. La Manuela, La Larga y otro que no me acuerdo como se llamaba. Mi exmarido les dice mi señora juega al fútbol y nos dicen que al domingo siguiente fuéramos. Obvio que me fui a jugar, no sabés el festín que me hice. Jugué para La Manuela. El primer gol me lo acuerdo clarito. No tenían ni idea de fútbol. Era un lateral para ellas y fueron todas a buscarla cerca del arco. Yo me quedé paradita, cerca de la mitad de la cancha, porque pensé me va a venir a mí. A dónde va a llegar sino. Dicho y hecho. Me viene, la paro mal y queda en el aire. Ahí nomás le di de zurda, clavé un golazo. Pero hice cualquier cantidad de goles. Al siguiente torneo que me invitaron ya me iban todas a marcar a mí.

URDAMPILLETA

La cancha era tierra movida. Me tocó atajar. Ese día, había una piba malísima. Quería sacar y me escupía. En otra pelota que fui a buscar abajo, me fue con los dos pies arriba y me mató. Yo le dije al árbitro hacé algo porque a esta cuando termine el partido la salgo a buscar. Pasó un ratito y a una compañera mía le pegó una piña de atrás, en las costillas. Yo la ví, era loca. Terminó el partido, habíamos. Todas salieron a festejar y yo a buscar a la de rulos. Cuando la enganché ya tenía a todo el equipo de ellas arriba. Quedé abajo, ella arriba y todo el equipo más arriba. Una compañera me tiraba del pelo para sacarme, el chofer de la trafic me tiraba del pie, y yo estaba estancada ahí. No sé ni cómo salí. Después nos dieron el trofeo y estaba todo escupido. Nos subimos a la trafic y nos movían todo. Nos íbamos nosotras y quedaba el pueblo prendido fuego atrás.

DOS GOLES INOLVIDABLES

Por ahí no me acuerdo de un partido en particular como el que más me haya marcado, pero sí de goles. . Por ejemplo, en un campeonato que se hizo en el Complejo, La Turca me tira un centro del medio de la cancha más o menos. Yo vengo corriendo y la agarro en el área de tres dedos, con un salto. No sabés qué golazo. Salió como un balín. Me acuerdo otro en Laboulaye, un partido cerrado. Viene un centro y me tiré de palomita, pero lejos. Un golazo. No sabés lo que lo grité. Me agarra la contraria y me dice tanto lo vas a festejar. Yo era camorrera.

RIVADAVIA SE DICE AMOR

Cuando Vivi Biz nos recibió en su casa, con la mesa llena de fotos y artículos de diarios, Las Celestinas no habían disputado todavía la final del Clausura 2019 ante UNNOBA. Sin embargo, ella ya palpitaba que iba a llegar el penta y había anunciado que estaría en la cancha, acompañando a las pibas.

Fue Rivadavia uno de sus primeros equipos. Pero también fue el último, donde a causa de una fractura en la rodilla, pero con las ganas intactas de seguir jugando, dejó de hacer goles para empezar a evitarlos.

«Desde que empezó a jugarse La Liga, casi siempre fui arquera, porque enseguida me fracturé. Unos días antes de que empezara el torneo de la Liga, fui a buscar una pelota en la mitad de la cancha en el entrenamiento y una compañera me llevó puesta de tal forma que me hizo la rodilla para atrás, de bruta. Qué iba a hacer. Seis meses estuve parada. Después de ahí ya no pude jugar más y me pasé al arco. Daiana Toval, que hoy es la arquera, jugaba de ocho, era muy buena», contó La Flaca.

En su último torneo jugando para Las Celestinas, antes de pasar a ser ayudante del entrenador Mariano Reynoso, terminó con la valla menos vencida. Pero todavía lamenta que el único gol que recibió haya sido en la final, en la que cayeron 1-0 ante Rivadavia de Lincoln. «Ahí perdimos la final y después vinieron cuatro torneos más que los ganamos, salvo uno en el medio que jugamos por el tercer puesto».

Para el DT, que viene de coronar su quinto título al frente del equipo, solo tiene elogios: «Mariano Reynoso hizo mucho por Rivadavia, más allá del pie de las jugadoras, que son todas re talentosas. Él llega, habla, arma el equipo según el rival, En una final que le ganamos a Lincoln, él fue a verlo en un cuadrangular, que lo ganaron, para conocer la formación, cómo se paraban en la cancha. Siempre tiene todo muy estudiado. Yo si hay algo que no puedo es ser entrenadora. No está en mí, no puedo mandar. Una vez Mariano faltó y quedé al frente: la que estaba de cuatro terminó de nueve. Yo iba, me ponía a mirar el partido y capaz que hasta me olvidaba de alcanzar el agua; porque disfruto de ver el juego».

«Es importante que las jugadoras se identifiquen con un equipo. Que tengan sentido de pertenencia y no se cambien de un club a otro»

Una operación que tuvo que realizarse en junio hizo que para este torneo no pudiera estar tan cerca como hubiese querido de esas jugadoras a las que reconoce que le gusta mimar y contener. Pero volvió a salir a la cancha el domingo pasado, con sus botellitas, para terminar festejando el tan ansiado pentacampeonato de Las Celestinas.

«Siempre le digo a las chicas que aprovechen el momento, porque ellas tienen la posibilidad de vivir una realidad diferente después de tanto sacrificio que una hizo para poder jugar. Que haya una liga, que haya donde ir a entrenar, que haya árbitros… Ellas tienen que disfrutar cada cosa, lo que pasa es que ellas no vivieron lo que nosotras vivimos y por ahí lo toman como algo normal».

DOS DISTINTAS Y ELLA

Vivi Biz sabe que fue buena, muy buena. Aunque según ella hay dos jugadoras con las que no compite. Primero las dos diferentes, pero los goles siempre suyos.

«Tuve la suerte de haber podido jugar con dos distintas: La Turca Bellome y Meli Garialdi. Cada década sale una jugadora que es diferente. En nuestra época fue La Turca. Jugaba contra los hombres, trababa sin miedo, saltaba a la misma altura que yo. Le pegaba a la pelota parada. Y ahora Meli, con un estilo diferente, es habilidosa, de zancada larga. Pero son dos que en un partido cerrado te hacen la diferencia», resaltó.

«Con La Turca siempre decimos que nacimos en la época equivocada. Ella indudablemente podía haber jugado una Primera Profesional. Y creo que yo también»

Dijo, además, que todavía no encontró quién pueda reunir las condiciones para tomar la posta de la ahora jugadora de Sarmiento, ex de Rivadavia, y convertirse así en la diferente de la tercera generación. «Las que juntó Barbagelata en Sarmiento son muy buenas, pero todavía está Meli. Además, hay que ver qué pasa cuando cumplen 18 años, si eligen una carrera, si se van a estudiar. Hay que ver si siguen jugando. Es una elección difícil, porque por más que jueguen en Primera, por ahí ganan 15 mil pesos. Para la mujer todavía está muy lejos poder vivir del fútbol«.

A fuerza de goles, también ella se ha ganado un privilegio en el fútbol de Junín y la región. Las dos diferentes también deberán reconocer que tuvieron el gusto de jugar junto a ella: «Yo no le llego a La Turca ni a Meli. Yo vengo ahí atrás. Me complementaba mucho con La Turca, 13 campeonatos seguidos ganamos con Sarmiento de Ameghino. No paraba de hacer goles, pero nunca tuve la habilidad de La Turca. Lo mío era el área, hacer goles de zurda, de derecha, de cabeza. Con La Turca nos entendíamos de chiquita. Era una belleza jugar con ella».

PRIMERO EL FÚTBOL, DESPUÉS… EL FÚTBOL

Carolina Biz es de esas deportistas absolutas. Hizo atletismo, hizo paddle, hizo tenis. Pero para La Flaca el fútbol siempre estuvo primero y así se lo hizo saber a cada persona que se cruzara en su camino: desde entrenadores a parejas.

«El fútbol no lo dejo por nadie. He ido a jugar con mi hija chiquita. De bebé paseó por todas las canchas. En Piedritas, la nena tenía tres meses, había ido con un osito rosa que terminó negro por las veces que la abracé y alcé después de jugar».

«Mi hija no se acuerda de haberme visto jugar en la mejor época. Pero sí de entrar a un negocio conmigo y que le dijeran ‘qué jugadora era tu mamá'»

En atletismo, corrió 200, 800 y la posta. Lanzó bala, disco y jabalina. Tenía tantas condiciones que Nilo Arriarán, el fundador de Galas de Junín, la reclutó. Fue la primera inscrita en la escuela de atletismo que hasta el día de hoy sigue siendo la más laureada de la ciudad. Pero si veía rodar una pelota, lo largaba todo.

«Nilo Arriarán, que fue el que fundó Galas de Junín, me fue a buscar para el atletismo, porque me vio en un intercolegial. No sabés lo que renegaba conmigo. Yo iba a entrenar, pero si veía un grupo jugando al fútbol, iba y me ponía a jugar. Él me corría para que hiciera el entrenamiento. Si se me juntaban las competencias, me iba a jugar al fútbol».

Por Juani Portiglia – @JIPortiglia

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